Diez señales y síntomasdel Alzheimer y la demencia
Hace unos 10 años, ya en mi otoño personal, tuve una experiencia no de encuentro cercano con marcianos, mucho menos de vida después de la muerte, porque siento que estoy vivo, sino un suceso relacionado con mi memoria. A «la hora de la botana», cuando me disponía a salir del consultorio, después de una cansada jornada, no encontré las llaves de mi viejo vehículo aún con sistema manual para abrir y cerrar, las busqué en el escritorio, en el piso, en la sala de espera, en mis bolsillos y… nada. Seguramente las dejé dentro del coche en el enchufe de ignición, pensé, pues ya me había sucedido este hecho en varias ocasiones. Así, salí a buscar el auto en la calle donde cotidianamente lo estacionaba. El carro no estaba. Seguramente no encontré el mismo lugar y lo estacioné en otro sitio. Me dije «a mí mismo». Lo busqué en la calle, tuve que darle la vuelta a la manzana por si lo había estacionado enfrente o a los lados del edificio. Nada, el coche no apareció. ¿Me lo robaron? Pensé, pero no me alarmé. Regresé al consultorio, al verme preocupado y pensativo, el vigilante del edificio (policía) me preguntó.
—Qué le pasa, doctor, vi que ya se iba y lo veo preocupado.
—Es que no encuentro mi coche, no recuerdo donde lo estacioné y ya la di vuelta a la manzana y no lo encuentro.
—¡Pos que chingaos, mi doc, ahorita llamo a la corporación y lo rastreamos! —me dijo con decisión y ya como queriendo disparar.
—No… no… espera… no creo que me lo hayan robado… voy a repasar «mi casete de grabación» desde que llegué al consultorio y enseguida te digo si es necesario reportarlo.
Con parsimonia me senté en mi mullido, pero cómodo sillón y repasé mis actividades desde que me levanté: desperté a las cinco de la mañana, nunca se me ha quitado lo ranchero, como ya no logré dormir, me levanté, estaba oscuro y decidí salir a trotar con la fresca madrugada, troté unos siete kilómetros en unos 40 minutos, cuando terminé, ya estaba aclarando, eran las seis de la mañana, iniciaba la consulta a las diez de la mañana, así que abrí la manguera del garaje y decidí darle una lavada a mi vehículo. ¡Eureka o zas! Resolví el dilema «alzmeriano».
Al estar lavando el coche, una de las llantas estaba con muy baja presión de aire, pero no completamente desinflada. Precautoriamente siempre tengo a la mano una bomba de aire manual y medidor de presión, inflé la llanta, me sirvió de calistenia relajante. Con esta presión confié en llegar con mi amigo y popular compañero de equipo, el buen Chava (finado) fiel creyente del dios del fuego y los volcanes, Vulcano, Chava era experto auxiliar mecánico especialista en reparación de llantas, eufemismo del coloquialmente llamado «talachero» o vulcanizador.
Dejé mi vehículo con todo y llaves a mi confiable amigo, a dos cuadras de mi consultorio.
Cuando bajé, el servicial vigilante ya estaba con el arma desenfundada para aplicar toda su logística con el fin de localizar mi vehículo. Le expliqué que, finalmente «el alemán» (Alzheimer) desistió en su intento de llevarme a una cámara de gas. Mi físico de mestizo-castizo con algo de mulato, seguramente me salvó.
Esta narración de un hecho real, seguramente todo humano que se precie de ser normal, ha tenido más de una experiencia semejante, en múltiples circunstancias, que en el momento actual ante la sociedad globalizada, son sucesos mucho más frecuentes que mediante las benditas o malditas redes sociales, en el momento actual, con la balanza inclinada hacia lo maldito, porque muchas personas con estas experiencias pasajeras de su memoria viven con el temor de padecer de la temible enfermedad de Alzheimer. El ejercicio de la medicina también ha sido avasallado por este fenómeno y más de un médico refuerza el terror en los enfermos con trastornos pasajeros de la memoria.
La Alzheimer’s Association ha creado esta lista de señales de advertencia de la enfermedad de Alzheimer y otros tipos de demencia. Cada individuo puede experimentar una o más de estas señales a grados diferentes. Si usted nota cualquiera de ellas, favor de consultar a un médico.
Hay cambios típicos relacionados con la edad o con estados de ansiedad, como en mi caso de agotamiento laboral que no son por demencia alguna:
- Olvidarse de vez en cuando de nombres o citas, pero acordarse de ellos después.
- Hacer errores de vez en cuando al sumar y restar.
- Necesitar ayuda de vez en cuando para usar algún aparato eléctrico como el microondas o grabar un programa de televisión.
- Confundir el día de la semana, pero darse cuenta después.
- Cambios de la vista relacionados con las cataratas.
- Tener dificultad a veces en encontrar la palabra exacta al hablar.
- De vez en cuando, colocar cosas (como los lentes o el control remoto) en un lugar.
- Tomar una mala decisión de vez en cuando.
- Estar a veces cansado de las obligaciones del trabajo, de familia y sociales.
- Desarrollar maneras muy específicas de hacer las cosas y enojarse cuando la rutina es interrumpida.
Los datos anteriores pueden conducir a una confusión con la enfermedad de Alzheimer y recibir múltiples medicamentos generalmente tóxicos para el cerebro: sedantes, antidepresivos, anticonvulsivantes, antipsicóticos y «kiske» para la memoria.
Cambios sugestivos de enfermedad de Alzheimer es cuando, varias las alteraciones mencionadas aumentan en forma progresiva sin retornar a lo normal.
- Cambios de memoria que dificultan la vida cotidiana.
- Dificultad para planificar o resolver problemas.
- Dificultad para desempeñar tareas habituales en la casa, en el trabajo o en su tiempo libre.
- Desorientación de tiempo o lugar.
- Dificultad para comprender imágenes visuales y cómo los objetos se relacionan.
- Nuevos problemas con el uso de palabras en el habla o lo escrito.
- Colocación de objetos fuera de lugar y la falta de habilidad para retrasar sus pasos y encontrar esos objetos (mi auto, por ejemplo).
- Disminución o falta del buen juicio.
- Pérdida de iniciativa para tomar parte en el trabajo o en las actividades sociales.
- Cambios en el humor o la personalidad.
Los médicos tenemos la responsabilidad de analizar concienzudamente las citadas manifestaciones con el objeto de no cometer errores por omisión (hacer menos) o por comisión (hacer más).
Lea Yatrogenia