Mientras el centro europeo resiente los embates de la ultraderecha, la izquierda toma un nuevo impulso en Latinoamérica. México y Brasil, bajo la 4T y Lula Da Silva, doble muro de contención al avance de Trump en Estados Unidos y de Milei en Argentina
Mayoría calificada, entre lo legal y lo justo: Jorge Zepeda
Las elecciones parlamentarias europeas encendieron la alarma en el viejo continente. Si bien el centro logró mantener la mayoría en el Parlamento Europeo, el avance de los partidos de extrema derecha desató una tormenta política que provocó la convocatoria de legislativas anticipadas en Francia, la dimisión del primer ministro belga Alexander de Croo y manifestaciones multitudinarias en Alemania encabezadas por políticos y funcionarios del Gobierno del canciller Olaf Scholz.
A esto, se suman las recientes protestas en España en respuesta a un mitin organizado por el partido ultraconservador Vox, al que acudieron líderes de ultraderecha, como el primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, y el presidente argentino, Javier Milei.
Entre los factores que explican el avance de la ultraderecha en Europa, destacan:
1) La capitalización del descontento popular generado por las políticas de austeridad y el sacrificio del gasto social tras la crisis del euro en 2010, que priorizaron el rescate de instituciones financieras sobre el bienestar ciudadano.
2) El rechazo al aumento de la migración hacia Europa desde 2015, que encuentra eco en discursos nacionalistas, xenófobos y racistas de los partidos de derecha.
3) El apoyo de la Unión Europea a Ucrania, el cual ha generado descontento en algunos sectores, especialmente en Francia, donde el partido de Emmanuel Macron ha sido castigado en las urnas por su postura pro-ucraniana.
4) El fracaso de la izquierda europea, que ha perdido legitimidad al no cumplir sus promesas de cambio y defender los intereses populares.
5) La debilidad de la coalición tradicional entre el Partido Popular Europeo (PPE), la Alianza de Socialistas y Demócratas (S&D) y Renovar Europa (RE), lo que podría abrir la puerta a negociaciones con la extrema derecha para mantener una mayoría legislativa.
En Estados Unidos y Argentina, el avance de la ultraderecha en Europa se lee como un espaldarazo a los proyectos políticos del republicano Donald Trump, quien busca ser reelegido como presidente en noviembre de este año, y al Gobierno argentino de Milei, quien se identifica con figuras de la derecha más recalcitrante, como el expresidente brasileño Jair Bolsonaro.
En este sentido, el arrollador triunfo de Claudia Sheinbaum en las elecciones presidenciales mexicanas del pasado 2 de junio, no solo ha dado un nuevo impulso a la izquierda latinoamericana, sino que ha convertido eje México-Brasil —las dos economías más grandes de Latinoamérica—, en un doble muro de contención al avance de la ultraderechismo por el norte y por el sur.
El segundo piso de la Cuarta Transformación (4T) liderada por el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y el tercer mandato del progresista brasileño Luiz Inácio Lula da Silva encabezan la nueva «marea rosa» que que hoy se expande a 11 de los 19 países del subcontinente.
La izquierda, de fiesta
La izquierda latinoamericana ha celebrado la victoria de Claudia Sheinbaum en las elecciones presidenciales de México, destacando su contundencia y el hecho de que es la primera mujer en dirigir el país. «México eligió a una progresista como la primera presidenta de su historia. Es un triunfo para el pueblo mexicano y para su democracia», dijo el presidente colombiano Gustavo Petro.
Desde Bolivia, el presidente Luis Arce destacó la «contundencia» del triunfo de Sheinbaum y envió sus felicitaciones, al igual que Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, quien felicitó al «noble» pueblo mexicano por elegir a Sheinbaum.
Por su parte, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, se mostró «muy contento» tanto por el hecho de que sea una «mujer progresista» quien se ponga al frente del Gobierno de México, como por su «gran compañero» López Obrador. Lula añadió: «Pretendo viajar este año a México para fortalecer nuestras relaciones comerciales».
Gabriel Boric, presidente de Chile, confía en que Sheinbaum logre «inspirar» a la región con su liderazgo y su programa de progreso social, mientras Xiomara Castro, presidenta de Honduras felicitó a Sheinbaum por su «contundente victoria electoral».
El presidente de Guatemala, Bernardo Árevalo, felicitó a la morenista y habló de la «democracia y la esperanza de un mejor futuro». Miguel Díaz-Canel, presidente de Cuba, celebró la «histórica» elección de Sheinbaum y le deseó éxitos en su gestión.
Además, expresidentes como Alberto Fernández y Cristina Fernández de Argentina, así como Evo Morales de Bolivia celebraron y felicitaron a Sheinbaum por su victoria histórica. «Tuve el honor de estar junto a ella y su equipo recibiendo los primeros resultados. Una mujer progresista continuará en México la enorme tarea que inició mi querido López Obrador. Latinoamérica celebra», dijo Alberto Fernández. Cristina Fernández también felicitó a Sheinbaum por la «histórica» victoria.
«Como siempre, ella muy humilde y con mucho compromiso. Compartimos la alegría de su triunfo (…) Claudia es América Latina», dijo Evo Morales.
Con el reciente triunfo de Claudia Sheinbaum en las elecciones presidenciales de México, el número de países latinoamericanos con Gobiernos de izquierda asciende a 11. Se trata de: 1) México (Claudia Sheinbaum, Morena), 2) Guatemala (Bernardo Arévalo, Movimiento Semilla), 3) Honduras (Xiomara Castro, Partido Libertad y Refundación), 4) Nicaragua (Daniel Ortega, Frente Sandinista de Liberación Nacional), 5) República Dominicana (Luis Abinader, Partido Revolucionario Moderno), 6) Colombia (Gustavo Petro, Pacto Histórico), 7) Venezuela (Nicolás Maduro, Partido Socialista Unido de Venezuela), 8) Perú (Dina Boluarte, exmiembro de Perú Libre), 9) Bolivia (Luis Arce, MAS), 10) Chile (Gabriel Boric, Pacto Apruebo Dignidad) y 11) Brasil (Luiz Inácio Lula da Silva, Partido de los Trabajadores).
Resto de los países latinoamericanos ha optado por Gobiernos de derecha o centro derecha: 1) El Salvador (Nayib Bukele, Nuevas Ideas), 2) Costa Rica (Rodrigo Chaves, Partido Progreso Social Democrático), 3) Panamá (Laurentino Cortizo, Partido Solidaridad), 4) Puerto Rico (Pedro Pierluisi, Partido Nuevo Progresista), 5) Ecuador (Daniel Noboa, Acción Democrática Nacional), 6) Argentina (Javier Milei, Partido Libertario), 7) Paraguay (Santiago Peña, Partido Colorado) y 8) Uruguay (Luis Lacalle Pou., Partido Nacional).
El vaivén de la marea rosa
La «marea rosa» (o vuelta hacia la izquierda, ola socialdemócrata, marea roja) se refiere al auge de la izquierda política en Iberoamérica durante la primera década del siglo XXI. Comenzó en 1998 con la elección de Hugo Chávez en Venezuela y se extendió por Sudamérica, exceptuando Colombia, y varios países de Centroamérica (Wikipedia).
El término fue acuñado por Larry Rohter del periódico New York Times para describir la elección de Tabaré Vázquez en Uruguay en 2004 como una «marea rosa», indicando una izquierda moderada. En 2005, la BBC reportó que tres cuartas partes de los sudamericanos vivían bajo Gobiernos de izquierda, lo que representó una ruptura con las políticas neoliberales del Consenso de Washington.
Tras la marea rosa, una «ola conservadora» emergió en la década de 2010. En la década de 2020, la marea rosa resurgió con cambios políticos en México (2018), Argentina (2019), Bolivia (2020), Perú, Honduras y Chile (2021), Colombia y Brasil (2022), y Guatemala (2023).
Si bien el año pasado Argentina viró hacia la derecha con la elección de Javier Milei —conocido por su retórica libertaria y sus posturas económicas radicales— la mayor parte de la región sigue bajo control de Gobiernos de izquierda.
Sin embargo, a diferencia de la primera «marea rosa», en la existía una mayor uniformidad ideológica, los nuevos líderes de izquierda muestran una gama de enfoques y prioridades. Por ejemplo, mientras Gabriel Boric en Chile y Gustavo Petro en Colombia priorizan políticas medioambientales y de igualdad, mientras otros como Andrés Manuel López Obrador en México y Luis Arce en Bolivia mantienen una fuerte dependencia de las industrias extractivas. Esta heterogeneidad refleja no solo las diferencias en contextos nacionales, sino también una evolución en el pensamiento político de la región.
A pesar de sus diferencias, los nuevos Gobiernos de izquierda enfrentan desafíos comunes significativos. Las crisis económicas y sociales derivadas de la COVID-19 han limitado la capacidad de los Gobiernos para implementar políticas expansivas y redistributivas. La situación económica global, marcada por la inflación y el encarecimiento del crédito, ha dejado a estos países con menos margen de maniobra fiscal que sus predecesores en la «marea rosa». En este contexto, implementar políticas sociales ambiciosas se vuelve una tarea mucho más complicada, y los recursos disponibles para proyectos de desarrollo se ven significativamente reducidos.
Además, la creciente oposición de derecha, más organizada y combativa, añade una capa de dificultad para la gobernabilidad. En países como Perú y Colombia, los estallidos sociales recientes indican una volatilidad política que puede convertirse en un obstáculo para los nuevos líderes.
En Perú, por ejemplo, el presidente izquierdista Pedro Castillo ha enfrentado un Congreso hostil que investiga su Gobierno por presuntos casos de corrupción, lo que dificulta su capacidad de gobernar y de implementar su agenda política. En Colombia, Gustavo Petro debe lidiar con un país profundamente polarizado, donde las protestas sociales de 2019, que ayudaron a su ascenso al poder, pueden fácilmente volverse en su contra si no se logran avances significativos en sus promesas de cambio.
Estos factores, combinados con la necesidad de adaptarse a un escenario global complejo y cambiante, delinean un futuro incierto para la nueva izquierda en América Latina. Los nuevos líderes deben equilibrar las demandas populares de justicia social y económica con las restricciones fiscales y la presión de una oposición fuerte.
Además, deben navegar un entorno geopolítico en el que la influencia de potencias extranjeras y los cambios en las alianzas globales pueden tener impactos significativos en sus políticas internas. En este escenario, la capacidad de estos Gobiernos para mantener el apoyo popular y lograr reformas significativas será una prueba crucial de su habilidad para transformar sus países en medio de adversidades sin precedentes. E4
Mayoría calificada, entre lo legal y lo justo: Jorge Zepeda
A diferencia de lo que ocurre en otros países de Latinoamérica gobernados por la izquierda, el Gobierno de Claudia Sheinbaum en México tendrá, junto a sus aliados, el control absoluto de ambas cámaras del Congreso.
En su artículo «Mayoría en las cámaras, ¿legal o justo?» (Reforma, 10.06.24), Jorge Zepeda Patterson examina la controversia alrededor del sistema de reparto de escaños y curules en México. Zepeda destaca que, aunque la coalición de Morena, PVEM y PT obtuvo el 54.8% de los votos para diputados, su representación en la cámara podría superar el 70% gracias a la distribución de plurinominales. Esto ha generado debates sobre la justicia de este sistema, dado que el voto popular no les otorgó una mayoría calificada para cambios constitucionales, solo una mayoría simple.
El analista político, economista y sociólogo profundiza en el funcionamiento del sistema mixto, que combina un esquema federativo y uno proporcional con plurinominales. Si se eliminara el esquema de plurinominales, la coalición en el poder habría ganado en 256 distritos, lo que equivaldría al 85% de las curules. En el Senado, la concentración sería aún mayor con un 93.8% de los escaños. El sistema de plurinominales, recuerda Zepeda, fue diseñado para evitar la desaparición de las minorías en el Poder Legislativo y garantizar una representación más equitativa. Sin embargo, este mecanismo ha generado polémica al atenuar el peso de la fuerza dominante, asegurando así una presencia real de la minoría.
En términos de legalidad, el autor explica que la distribución de plurinominales sigue criterios establecidos en la Constitución, que estipulan un tope de sobrerrepresentación del 8%. Sin embargo, la Constitución no contempla explícitamente la regulación de coaliciones, lo que ha llevado a la oposición a pedir una interpretación que respete el espíritu de la ley más que su letra. Zepeda destaca la ironía de esta demanda, ya que López Obrador ha utilizado un argumento similar para criticar decisiones judiciales.
En esta línea, señala que es poco probable que el INE o el Tribunal Federal adopten un criterio diferente al contemplado en la ley. La disputa sobre la distribución de escaños no es solo un asunto de legalidad, sino también de interpretación y justicia en la representación política. «Francamente se ve difícil que el INE o el Tribunal Federal apliquen un criterio distinto al que contempla la ley. Y tampoco va a suceder que una fuerza política, en este caso el obradorismo, acceda a renunciar a su ganancia legal en aras del espíritu de la ley», escribe.
Finalmente, el autor de Los Corruptores (2013) concluye que el verdadero contrapeso al autoritarismo no reside únicamente en la configuración del Congreso, sino en la realidad misma y la interdependencia en la que se encuentra México. «Confío mucho más en eso que en el desempeño de los diputados, sean obradoristas o de la oposición», afirma.
La estabilidad política, económica y financiera del país dependerá más de factores como el mercado, la diversidad social y el sentido de responsabilidad de los mandatarios, más que de la estricta legalidad en la distribución de escaños, concluye. E4