Era domingo 20 —la mera Pascua— cuando el San Lorenzo de Almagro se topó de visita al Deportivo Riestra. Una tarde para el olvido. Húmeda. El otoño de Buenos Aires se cuela de la cancha a la tablería con grados descendentes que anuncian noche fría. Fue un partido infumable. Los dos desparramaron el cero a cero con más bazo que ideas. Y eso que se trataba de la antepenúltima fecha antes de la fase final. El San Lorenzo del barrio de Boedo corría en tercer lugar —de 15— como tricabecilla del grupo B. Aun encima de otro primo, los «cinco grandes»: el River. ¿Pues qué pasó? A veces a estos cuervos de Almagro se les olvida quién es uno de sus socios de carné. De eterna bendición a su cancha en el número 2145 de Perito Moreno: el Estadio Pedro Bidegain. Justo en el Bajo Flores y su manzana de casitas. Ahí donde nació el pequeño comelón Jorge, de los Bergoglio. Era diciembre de 1936 y la revista Life comenzaba a emerger en los quioscos. Con una palanca en cada mano, Chaplin hacía reír y llorar en Tiempos modernos. ¿A eso vino el ser humano? ¡Qué miedo!
Por aquella manzana del barriecito Bajo Flores en cada casa se manifestaban, poco a poco: licuadoras, aspiradoras, secadoras. Y por supuesto, aparatos de radio. Ahí se escuchaba el casi casi culebrón —sí— con la abdicación de Edward al trono del Reino Unido. Una plebeya gringa se llevaba las palmas del escandalito. Y ahora la línea a la Corona apuntó al más joven y tartamudo hermano: George. Sí, el papá de la reina Isabel II. Ah, también había óperas de Shostakovich. ¿Y qué más? Televisiones. En ellos se proyectaba la señal de los ominosos Juegos Olímpicos de Berlín 36. Donde Goebbels saludaba enérgico como deporte nacional. Y Hitler ordenaba esconder de los voceadores la revista Der Strümer, de espesa carga antisemita.
Ese año, el Papa Pío XII —Su Severidad—, publicaba la encíclica Vigilanti cura. Se trataba de una suerte de boicot sacro en contra de las películas «indecentes». El documento llevaba especial sello para los obispos estadounidenses y la Liga de la Decencia. Se les pedía un riguroso sistema de clasificación. Resultó en A1: todo-público; A2: todo-adulto; B: objetable; y C… ¡condenada! Válganos. Así aquellos días de Bette Davis y Fred Astaire. Ahh, y si en el cine existía el papel de una mujer buena / heroica, ellas debían de ser fieles, vírgenes, esposas y madres. (Creo que funciona parecido sin las comas).
Si ya habemus contexto, podrán aterrizar voces del pontificado más electrizante (¿o incendiario?) de la historia, ¿no? Porque bien parece que los lenguajes eclesiales a veces se estampan con la semántica política. Y es que no ha de etiquetarse todo el fuelle clerical en «izquierdas» o «derechas» y ya. Quizá toque hablar, más bien: de «liberales» o «conservadores» u «ortodoxos» y hasta «progres». Estos últimos, adjetivos complejos para embolsar a Jorge Mario Bergoglio. Porque el Papa Francisco apuntó siempre a todo aquello que nos haga «más humanos» —con imperfecciones y fallas de fábrica— para poder trascender de los espectaculares que dicen cómo hay que vivir, los comerciales de cosas que no hacen falta, y la sublime mentira de las redes sociales. «Hagan lío. Sean alegres» dijo cuando cumplía un año de pontificado. Estas invitaciones, tan heterodoxas como espumantes, bien pudieron ser el combustible que acomodó a Francisco en extrañísimas preferencias. Porque, toca decirlo: el Papa Bergoglio tuvo más aprobación de su talante, discurso y figura… fuera —sí— de la Iglesia católica. ¡Bueno! Por tanta fluctuación. Por ejemplo: es admirado por el gringo «educado», universitario —de Jesuit Ivy hasta Harvard—, habitante de las topografías de abetos en la Costa Este y su propio pico a septentrión. Sitios de migración y orígenes tan sugerentes… como irlandeses e italianos, con toda una Nueva Inglaterra por poblar.
El Papa que pareció grácilmente programado para «apagarse» en plenas Pascuas de Resurrección ha sido, también, de contundente preferencia para católicos jóvenes (de Occidente y Oriente), personas no religiosas, agnósticos, ateos, librepensadores. El Papa Francisco supo venir a México apenas tres años después de su entronización para pedir perdón (a nombre de su Iglesia). Y lo hizo a su estilo periférico: desde las fronteras sur y norte, y los conglomerados urbano-marginales. Ya para esos entonces, la bien conocida tolerancia cero ante el abuso sexual entraba en vigor. Sí. La misma tolerancia que se estiraba y estiraba, como liga, en tiempos del Papa polaco. Y es que… ¡cómo decirle que no! al contenido dólariento que llenaba el doblefondo de ese portafolio apodado «el cocodrilo», y que cargaba Marcial Maciel. ¿Y en casa, qué tal?
La figura-expresión que tan bien explicó la dinámica de trabajo vaticano estos últimos 12 años es rotunda. Pero encajó rompecabezas de madera: «Francisco entre los». Porque la Curia —eurocentrista de médula— tampoco logró sentirse afín al jesuita latinoamericano con quien constrastaban los oscuros púrpuras y rojos —obispos, cardenales— ante la austera y blanca indumentaria del argentino, como se referían a él los lobeznos de curia. Solideo, moceta, sotana… blancos. Y, eso sí, los zapatos negros «genéricos intercambiables cuatro por cuatro guerreros y listos para lágrimas y risas» que recorrieron el mundo. ¡Los rojitos de Ratzinger nunca fueron opción! Pero la jauría poco a poco tendría que amainar. Inteligente y prevenido, Bergoglio quizá imaginó su propio cónclave. Así peinó terruños en busca de los perfiles más auténticos para el cardenalato Francisco style. Y dejó a cargo a sendos responsables según el emotivo «testamento» que publicó L’Osservatore Romano un día después de la mañana triste. Y pa’ acabarla. En una sesión de Zoom filtrada —que anda de encuentro sencillo viral— aparecen unos curas medio basiliscos, la mayoría españoles —y unos colados…— tal como un saltillense diocesano quien fuera rector del Seminario y removido del cargo a la llegada de monseñor Hilario González por obvias razones. Tal clip es una gigantesca arcada colectiva en la que, para iniciar su «reunión», algunos proponen breves peticiones. «Yo rezo mucho por el Papa, para que pueda ir al cielo cuanto antes». «Piden» los señoritos.
¿Qué extrañarán tanto? Los regaños públicos con dedito inquisidor de Juan Pablo II, su dogmática rígida… o la vena cuántica de Benedicto XVI para traer de vuelta la liturgia tridentina. O, simplemente, ¿será que no era posible soportar a un tipo que no juzgaba las preferencias sexuales… o que era pesado aguantar a un religioso que redimensionó el drama de la migración? ¿Que la ecología no es teología? ¿Que los divorciados ¡no! debieron de hacer eucaristía? ¿Quién sabe?
El Papa Bergoglio mantuvo en vilo a todo el mundo con sus agudos padecimientos respiratorios. Y todo más allá de las esferas religiosas. Cuando se creía que era cuestión de días u horas… el sucesor de Pedro se estabiliza y es dado de alta. Sí se nota desmejorado. Pareciera que casi noventa años se apilaban en su espalda de la noche a la mañana. Pero fue «liberado» del hospital justo para vivir la Semana Santa. Así comenzó el Triduo con su tradicional lavatorio de pies para los presos. Uno por uno. En conmovedora alegoría de Jesús y sus apóstoles la noche del Pésaj. Vino un viernes de vía crucis. Un sábado en vela. Y, finalmente, el jubiloso mensaje del domingo de Pascua. Clamó una vez más el cese al fuego en la Franja de Gaza. Luego se arrellanó en su papamóvil blanco y sin ningún tipo de barrera plasticristalina. Llegó al departamento de Santa Martha, ya sin agenda. A descansar. Y cuando la mañana le quiso despuntar en la ventana, atravesar la cortina… cerró los ojos con fuerza. Siempre. Cruzó.
Las exequias ya les tocarán a los demás del equipo. Quién llega y quién no… eso no importa. A quién se invitó. A quién no… tampoco. Pero continúan tantas narrativas en efervescencia. Estén en donde estén, hay un cúmulo de buena onda que él siempre pidió: «Recen por mí». Y pues estaría padre que Trón (como dijo un tabasqueño) y Vance no griten tanto y tengan voluntad de escuchar a los demás. Que Netanyahu no se enferme de amnesia. Que no lo traicione la «memoria» de la que habló León Gieco. Que Zelenski ande tranquilito y más libre. Putin en su casa. Sin aspavientos. Que la estridencia de Milei no atraviese paredes. Que escuche a zurdos y diestros. Y que Bukele no quiera doblegar o empequeñecer. Todos caben. Y que la vecina Georgia Meloni llegue con la mente abierta para crearle caminos a quienes llegaron con sueños.
Y ya. Que la próxima Iglesia no opte por los canales meramente caritativos de: «ten, adiós». Que exista acompañamiento. Y que quien esté a cargo sea lo suficientemente contracultural para fomentar e invitar que nos tratemos bien.
Ah… y que el en el próximo partido ahora sí gane San Lorenzo de Almagro contra Rosario Central. Hay alguien que los va a estar viendo.