Siempre he pensado que nosotros los médicos somos los principales factores de riesgo para que las personas se automediquen. La mayoría de las personas que se autoprescriben cualquier tipo de medicamento, tienen el antecedente de haber consultado a su médico, quien les ha indicado tal o cual fármaco sin explicar los beneficios y los riesgos de toxicidad tomando en cuenta la dosis y el tiempo de exposición. Y puesto que, por ejemplo, la mayoría de las infecciones de vías respiratorias agudas se resuelven espontáneamente, se da por hecho que la curación lograda, se deben a uno, dos, cinco medicamentos o más, que alguien recibió y se curó. De aquí la postura: —¡Ah! La otra vez me curé con «tal medicamento» lo volveré a comprar. —Es lo que piensan ante una recaída… y hasta recetan a otros.
Asociación o coincidencia de eventos no es igual a relación causa efecto.
¿Prescripción exagerada?
Recién iniciados los «nortes fríos», por primera vez, vi a una joven mujer con un cuadro agudo de catarro común que al interrogatorio y exploración clínica no mostró datos de complicaciones agudas, como la temible neumonía, que se presenta ocasionalmente y que es relativamente fácil de diagnosticar o descartar sin el gasto en una radiografía de tórax o tomografía. Le habían recetado nueve medicamentos: dos potentes antibióticos, uno inyectando ceftriaxona y otro por vía oral, ciprofloxacino; dos medicamentos para control de la temperatura: paracetamol e ibuprofeno y cuatro más para estados asmáticos: tres ampolletas dexametasona (cortisona), ipatropio, teofilina y salbutamol con el mismo efecto broncodilatador. Acudió porque tenía palpitaciones, aceleración del corazón, leve elevación de la presión arterial, ansiedad muy evidente, insomnio, falta de apetito, sensación de náusea con los accesos de tos sin llegar al vómito.
Tenía síntomas claros de intoxicación por los medicamentos para asma y gastritis aguda por muchos fármacos y la dexametasona que puede producir cuadros de ansiedad y estados de psicosis agresiva y riesgo de septicemia grave (infección de la sangre). Los síntomas desaparecieron al retirar todos los medicamentos, el catarro común ya estaba resuelto, no por los medicamentos sino por las propias defensas naturales.
Este es un caso típico y muy frecuente de yatrogenia potencialmente grave, para una enfermedad leve como el catarro común que la mayoría de las veces, en un 95%, se resuelve cuando mucho con un par de medicamentos calmante y «tequila con limón y miel de enjambre». Muy rara vez son necesarios tantos fármacos, muy tóxicos con dosis excesivas como este ejemplo.
Estamos ante un enfermo tratado por un profesional de la salud. Comparemos este ejemplo con el siguiente.
Automedicación responsable
Al día siguiente, de un poblado de la sierra, me llamo otro de mis pacientes y sin tapujos me informó:
—Doc Kiske, ayer me empezó un pinche catarro con este puto norte, que por acá es más frío que allá en Poza Rica, tengo ligera congestión respiratoria un poco de tos, cuerpo cortado temperatura, de 37.9, usted me dijo que lo normal es hasta 37.5, hace un año lo vi por el mismo problema y ya estoy tomando paracetamol, me estoy haciendo un té de hojas de naranja de cucho con miel de mis colmenas que tengo para el gasto casero. Hace un año me curé con estas recomendaciones y como usted me dijo, en tres o cuatro días yo ya estaba a todo chingar, aunque me dio una receta con un antibiótico, pero que este lo debería tomar si en tres o cuatro días no había mejoría o empeoraba la fiebre y el catarro y como mejoré ya no tomé el antibiótico. Por esto ahora le habló, ya empecé a tomar lo mismo, si no mejoro en tres, cuatro días voy con usted para que me revise.
A los ocho días me habló de nuevo:
—Ya no fui a verlo Dockiske, me compuse, igual que hace un año. Cuando vaya para allá le llevo mielecita para su café y su postre de rancho: miel con queso fresco. Por ahí le mando otros enfermos.
Este ejemplo es de un enfermo automedicado, pero en forma responsable.
Automedicación irresponsable.
En otra ocasión se presentó una paciente quien inició con un cuadro respiratorio agudo leve con sibilancias como si fuera asma, ella decidió automedicarse con ampolletas de dexametasona, de las cuales se aplicó tres, una cada 24 horas, porque meses atrás, con un cuadro clínico leve semejante, le indicaron una sola dosis «y mejoró». En esta ocasión sus manifestaciones respiratorias empeoraron porque persistió la fiebre, la tos aumentó con expectoración purulenta y la frecuencia respiratoria se aceleró en forma alarmante a 40 respiraciones por minuto en reposo (normal de 15 a 25 en un minuto completo). Aunque clínicamente no había datos francos para una neumonía decidí, solicitar una radiografía de tórax para asegurar que no tenía neumonía, que es un riesgo de cualquier cuadro gripal, sobre todo cuando se utilizan derivados de la cortisona a dosis excesiva (dexametasona, prednisona, metilprednisolona…) con alto riesgo de convertir un cuadro catarral leve en una neumonía con insuficiencia respiratoria grave y potencialmente mortal. La cortisona, entre otros efectos graves, disminuye las defensas inmunológicas inmediatas para la defensa contra las bacterias.
La radiografía de tórax fue normal, no había neumonía, pero sí una bronquitis infecciosa desencadenada por la dexametasona. De cada 100 casos de infecciones respiratorias agudas en esta temporada preinvernal, un 95% son de origen viral que se resuelven con las defensas naturales o con calmantes de la fiebre y algún jarabito para la tos… con la libertad de añadir al gusto un tequilazo con limón y miel… El problema de este paciente se resolvió satisfactoriamente, hubo necesidad de añadir un antibiótico, lo que no es muy recomendable al inicio de los catarros agudos, a menos que clínicamente se sospeche el origen bacteriano de la infección. Continuará…
Lea Yatrogenia