Baja el telón del Teatro Fernando Soler

El recinto cultural inaugurado por el exgobernador Óscar Flores Tapia es hoy un reflejo del abandono cultural en Coahuila. Su deterioro físico y simbólico resalta la falta de recursos para apoyar el arte

El 26 de marzo de 1979, el entonces gobernador de Coahuila, Óscar Flores Tapia, inauguró con entusiasmo y visión cultural el Teatro de la Ciudad, hoy nombrado Fernando Soler en honor al gran actor mexicano. Aquel día marcó el inicio de una de las etapas más intensas de impulso al arte y la cultura en el estado. Flores Tapia, apasionado por las letras, la música y el teatro, no solo levantó un inmueble, sino que echó a andar lo que tal vez sea el programa de apoyo a las artes más ambicioso que ha tenido Coahuila.

Cuarenta y seis años después, la escena ha cambiado radicalmente. Lejos de ser un recinto vivo y vibrante, el teatro se encuentra, literalmente, en ruinas. Su deterioro físico es visible, pero lo más alarmante es su inaccesibilidad: los grupos teatrales, de danza y otras expresiones escénicas lo ven hoy como un espacio cerrado, vetado o simplemente inalcanzable.

«Que una imagen dice más que mil palabras, dicen», señala en su cuenta de Facebook, Gustavo García, observador agudo de la vida cultural del estado. Y tiene razón: una fotografía del teatro hoy basta para percibir el abandono institucional, el olvido burocrático, la renuncia tácita a una política cultural integral. Es como si el eco de las ovaciones de antaño se perdiera entre estructuras quebradas y puertas cerradas.

Este deterioro no es solo material, sino simbólico. Las condiciones del Teatro Fernando Soler reflejan, como en un espejo, el estado actual de la cultura en Coahuila. El desdén por el arte, la falta de mantenimiento a los espacios, la exclusión de los colectivos independientes y la escasez de apoyos económicos conforman un panorama gris que contrasta con el legado de Flores Tapia.

García lanza una pregunta pertinente, casi urgente: «¿Estará dispuesto el gobernador Manolo Jiménez a revisar la situación, reencauzar el rumbo y dar un paso pa’delante, aunque no sea de gigante?» La interrogante resuena no solo entre gestores culturales y artistas, sino también entre ciudadanos que entienden el valor de la cultura como una vía para la cohesión social, la identidad y el desarrollo humano.

No se trata de nostalgia vacía. Revitalizar el Teatro de la Ciudad implicaría más que reparar paredes y cambiar luminarias: sería una señal de que el Gobierno de Coahuila está dispuesto a honrar su historia y a reconocer que el arte es esencial para el tejido de una comunidad. Significaría abrir las puertas a los colectivos, a los nuevos creadores, a la danza contemporánea, al teatro independiente, a la música local, y con ello devolverle al pueblo un espacio que le pertenece.

Además, sería congruente con el discurso de cercanía y modernización que el gobernador ha promovido desde su campaña. ¿Por qué no comenzar con el rescate de uno de los símbolos culturales más importantes del estado? ¿Por qué no dialogar con la comunidad artística y escuchar sus propuestas, sus reclamos, sus necesidades?

Coahuila tiene una rica tradición teatral, literaria y musical. Sería un despropósito dejar que uno de sus principales recintos culturales colapse en silencio. El Teatro Fernando Soler no puede convertirse en una ruina más, en una anécdota triste del pasado. Debe volver a ser el escenario donde se cuenten historias, donde se compartan emociones, donde se celebre la vida en todas sus formas.

La cultura, como bien dijo Flores Tapia, es un patrimonio que debemos cuidar y alimentar. Es hora de que las autoridades lo recuerden. E4

La Habana, 1975. Escritor, editor y periodista. Es autor de los libros El nieto del lobo, (Pen)últimas palabras, A escondidas de la memoria e Historias de la corte sana. Textos suyos han aparecido en diferentes medios de comunicación nacionales e internacionales. Actualmente es columnista de Espacio 4 y de la revista hispanoamericana de cultura Otrolunes.

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