Casanova: la tercera figura mítica de la sexualidad

Cultivar el placer de los sentidos, fue siempre mi principal ocupación. Me sentí nacido para el bello sexo; lo he querido toda mi vida, y me he dejado querer tanto como he podido.

Casanova

En 2023 publiqué un ensayo sobre José Alfredo Jiménez en el libro El Rey. Diez asedios multidisciplinarios a José Alfredo Jiménez (Coords.: José Antonio Farías y Javier Prado Galán, Arteletra/Colofón, México, 2023). Lo titulé palindrómicamente «Eso jamás ama José». En él sostenía, entre otras cosas, que el Patrono de las cantinas, pese a su fama de mujeriego, no padeció «donjuanismo», sino que sólo se asemejó un tanto a Casanova. Hipótesis por demás discutible.

Un poco antes, en Espacio 4, en el número del 4 de abril de 2023, hablé del «donjuanismo» y el poder, del «donjuanismo» como ese trastorno de la personalidad narcisista que busca denodadamente someter a la mujer. De soslayo miré de qué va el «casanovismo».

Este 2 de abril se cumplieron 300 años del nacimiento de Giacomo Casanova. Aunque su versatilidad le dio para ser escritor, diplomático, violinista, filósofo, bibliotecario y hasta agente secreto italiano, se le conoce más bien por ser el arquetipo del seductor empedernido. Se le han achacado 132 conquistas amorosas. Él menciona por su nombre, en su confesión, a 116 de ellas. Sus aventuras han sido consignadas en su autobiografía conocida como Historia de mi vida, escrita en francés. De sus Memorias se desprende que este sujeto se movió sobre todo entre las clases dominantes de la época: la nobleza y la burguesía. Se codeó con Rousseau, Voltaire, Mozart e, incluso, Federico II de Prusia. Escribe sus Memorias como terapia contra la tristeza. Memorias que deja incompletas, pues el 4 de junio de 1798, con 73 años a cuestas, lo sorprende la muerte.

Autores como Josef Rattner señalan a Casanova como una de las tres figuras míticas de la sexualidad. Lo alinean al lado del Marqués de Sade y de Don Juan. Lo cierto es que tanto Casanova como Sade, no sólo existieron y fueron figuras históricas, sino que además escribieron profusamente. Don Juan forma parte de la leyenda. Literatura, música y filosofía le han rendido tributo. Tirso de Molina, Molière, Mozart y Kierkegaard lo describen de manera formidable.

Rattner distingue, con precisión de bisturí, la diferencia entre Don Juan y Casanova. Repito lo que publiqué hace un par de años: «En contraposición a Don Juan, que en su calidad de frío cazador no ve en la mujer sino la presa a la que hay que matar, Casanova brindó muy a menudo a sus parejas en el juego erótico un verdadero cariño; no quería humillarlas. La mujer que se le entregaba podía contar con su ternura y su magnanimidad… En el fondo era un hombre blando y afectuoso…» (Rattner, p. 245). El afán de dominio es lo propio del Don Juan. La sensualidad caracteriza a Casanova. Aunque no creo que Giacomo sea, como asegura Rattner, «la víctima de las mujeres». Esto lo dice porque el italiano no sólo gozó de ellas, sino que las amó con un corazón «incapaz de amar». Es verdad que este antihéroe sufrió humillaciones por parte de mujeres que se le resistieron, pero de ningún modo se puede decir que fue una víctima masoquista de mujeres sádicas.

Lo cierto es que muchos varones son «casanovas», al menos en sueños. Muchos varones intentan dominar el arte de la conversación y de la persuasión ante el sexo opuesto. Bien dicen que «verbo mata carita». Ellos saben de sobra que el erotismo de la mujer es «audiotáctil», y buscan endulzarle el oído a la potencial conquista.

Casanova escribió 43 obras. Entre ellas destacan la ya mencionada Historia de mi vida o Memorias y la Epístola de un licántropo. Lo demás puede ser considerado paja. En la Epístola, Casanova coquetea con el feminismo, pues se burla de aquellos que desprecian la condición de la mujer. Este trabajo matiza un tanto su actuación hasta cierto punto «donjuanesca».

Tanto el epígrafe de este artículo, como las siguientes palabras, retratan a nuestro personaje como un hedonista redomado: «Pese a la excelente moral, producto de los divinos principios arraigados en mi corazón, toda la vida he sido víctima de mis sentidos: me he complacido en extraviarme; he vivido continuamente en el error sin más consuelo que no ignorar que me hallaba en él». (Casanova, p. 12).

Cuando la autora del Estudio preliminar de las Memorias de Casanova suscribe que «fueron sin duda sus excepcionales dotes donjuanescas las que le aseguraron la inmortalidad», llama a confusión. No es esa inmortalidad la que preconizamos. En realidad, el comportamiento de las tres figuras míticas de la sexualidad es reprobable. No porque el sadismo y el donjuanismo tengan más visos de inmoralidad, el casanovismo debe ser eximido de toda culpa. Recordar a Casanova en sus 300 años no es una invitación a imitarlo, sino a analizarlo y distanciarse así de comportamientos cuestionables. El conocimiento de los antihéroes nos debe servir para realizar un riguroso examen de conciencia.

Referencias:

Casanova, Memorias (Selección), Tomo 1, Biblioteca básica universal, 2008.

Rattner, Josef, Psicología y psicopatología de la vida amorosa, Trad. de Armando Suárez, Siglo XXI, 21a. Edición, México, 1989.

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