El tema pone de relieve el malestar social y reabre el debate sobre la seguridad corporativa y la desigualdad. Las opiniones se polarizan: unos condenan el crimen y otros lo consideran un símbolo de resistencia en contra de «la mercantilización de la vida»
Cuando la impotencia se convierte en acción
El asesinato de Brian Thompson, CEO de UnitedHealthcare, ha estremecido a la industria aseguradora y sacudido los cimientos del debate sobre el sistema de salud estadounidense. En un país donde la seguridad corporativa es una prioridad, este crimen expone las grietas de un modelo que enfrenta críticas por su impacto en las desigualdades y tensiones sociales. Al margen de la conmoción política y mediática que generó, el caso subraya la complejidad de un mecanismo que muchos consideran en la mira de reformas necesarias.
El crimen que puso fin a la vida de Thompson presenta claros indicios de una ejecución planificada. Según las autoridades, el ataque ocurrió la noche del 4 de diciembre de 2024, a las afueras del hotel Hilton Midtown en Manhattan, Nueva York. Las cámaras de seguridad muestran a un individuo enmascarado que esperó pacientemente cerca del estacionamiento antes de disparar a quemarropa y huir en un vehículo que había sido reportado como robado una semana antes.
«Tenemos un sistema de salud balcanizado y quebrado, que explica por qué la gente que sufre ese sistema de varias formas está expresando sentimientos tan fuertes».
Montes-Iruestes, funcionario del instituto People’s Action
Entre las principales líneas de investigación destacan la revisión de posibles amenazas recibidas por Thompson en los últimos meses. Al ser el líder de una de las aseguradoras más grandes del mundo, Thompson había enfrentado críticas públicas por el manejo de las primas y las políticas de cobertura, lo que podría haber generado enemigos en diversos frentes. Asimismo, fuentes policiales han revelado que el atacante demostró un alto grado de profesionalismo, lo que podría implicar la participación de un sicario contratado. Las autoridades han pedido la colaboración ciudadana para identificar posibles conexiones entre este crimen y otros hechos similares.
Implicaciones directas
El asesinato generó un efecto dominó en el sector asegurador. Las acciones de UnitedHealthcare sufrieron una caída del 7% al día siguiente del anuncio, una respuesta inmediata de los inversores ante la incertidumbre sobre el futuro de la compañía. Otras empresas del ramo también experimentaron fluctuaciones, reflejando la preocupación generalizada por la seguridad en la cúpula corporativa.
Además, varias compañías reforzaron sus medidas de seguridad para proteger a sus ejecutivos, incluyendo el uso de escoltas armados y vehículos blindados. La industria también está revisando sus protocolos internos de gestión de crisis. Analistas señalan que el caso podría marcar un antes y un después en las estrategias de seguridad corporativa, generando costos adicionales para las empresas y potencialmente afectando los precios finales para los consumidores.
El asesinato de Thompson también desató un intenso debate en el ámbito político. Desde el Partido Republicano, figuras como el senador Ted Cruz han aprovechado el caso para destacar la necesidad de reforzar la seguridad pública y endurecer las penas contra el crimen organizado. Por su parte, los demócratas, liderados por la senadora Elizabeth Warren, han planteado que el caso subraya las consecuencias de las desigualdades sistémicas, sugiriendo que una mejor regulación de la industria podría reducir los niveles de tensión social.
En el Congreso, ya se discuten propuestas legislativas que buscan incrementar la protección para altos ejecutivos, incluyendo incentivos fiscales para las empresas que adopten medidas de seguridad adicionales. Sin embargo, también han surgido críticas sobre la posibilidad de que tales iniciativas beneficien exclusivamente a las élites corporativas, dejando de lado los problemas de seguridad que enfrenta el ciudadano común.
La cobertura mediática del crimen ha sido un factor determinante en la formación de la opinión pública. Desde el momento en que se divulgó la noticia, los medios nacionales e internacionales han dedicado una atención considerable al caso, describiéndolo como un «ataque sin precedentes». Mientras algunos medios se han centrado en la trayectoria profesional de Thompson y su legado en UnitedHealthcare, otros han especulado sobre posibles motivaciones detrás del crimen, en ocasiones sin pruebas concluyentes.
Este enfoque ha generado críticas por parte de expertos en comunicación, quienes argumentan que la construcción de narrativas sensacionalistas podría estar desviando la atención de los verdaderos problemas estructurales. Además, plataformas digitales han visto un aumento en la difusión de teorías conspirativas relacionadas con el caso, lo que subraya el papel ambivalente de las redes sociales en este tipo de situaciones.
Un estudio de caso
Luigi Mangione, un exenfermero de origen italiano que emigró a Estados Unidos en la década de 1990, se encuentra en el centro del debate como principal sospechoso del atentado. Su historia personal parece ser un microcosmos de las fallas del sistema de salud estadounidense. Mangione pasó años luchando por acceso a tratamientos para su hija, quien padecía una enfermedad rara que las aseguradoras calificaron como «no cubierta» bajo los términos de sus pólizas.
Tras la muerte de su hija en 2015, Mangione cayó en una espiral de desesperación y rencor hacia el sistema que consideraba responsable de su tragedia. Según informes de conocidos, empezó a participar en foros en línea donde compartía críticas incendiarias hacia las grandes aseguradoras. Estos espacios también pudieron haberlo expuesto a influencias ideológicas que refuerzan la narrativa de justicia por mano propia. Aunque su historial médico no presenta diagnósticos formales de trastornos psicológicos, especialistas sugieren que su experiencia acumulativa de trauma, desamparo y percepción de injusticia pudo haber contribuido a un estado mental susceptible a actos extremos.
Antes del asesinato de Thompson, Mangione habría difundido un manifiesto de 25 páginas a través de redes sociales y correos electrónicos. En este documento, titulado «La máscara del sistema», el autor expone sus críticas hacia lo que llama «la mercantilización de la vida». El texto combina anécdotas personales, argumentos económicos y alusiones filosóficas, destacando críticas al sistema de salud estadounidense, que Mangione describe como un «juego de lucro donde las vidas humanas son fichas descartables». Asimismo, hace hincapié en la responsabilidad corporativa y llama a los CEO de aseguradoras «arquitectos de la desesperación», acusando a las empresas de «lucrar con la muerte». Aunque es un tanto ambiguo en sus términos, el texto concluye con un llamado a «hacer visible el costo humano de la avaricia».
Expertos en comunicación señalan que, más allá de su contenido, el manifiesto ha resonado en ciertos sectores sociales que comparten el descontento hacia las corporaciones. Aunque no justifican el acto, algunos han encontrado en su narrativa una forma de expresar su propia frustración con el sistema. La acción de Mangione recuerda otros casos históricos de individuos que han recurrido a la violencia como una forma de justicia personal. Entre ellos, Theodore Kaczynski («Unabomber»), quien también utilizó manifiestos y actos agresivos para expresar su descontento con las estructuras sociales, aunque sus motivaciones estaban más relacionadas con el rechazo al progreso tecnológico.
Mangione también ha provocado una fuerte reacción en diversos grupos sociales. Para algunos sectores más vulnerables, que ven en el sistema de salud un reflejo de las desigualdades estructurales, Mangione se ha convertido en un símbolo de resistencia, aunque sus métodos sean rechazados. Redes sociales y foros en línea han amplificado esta narrativa, con mensajes que van desde condolencias hasta llamados a continuar «la lucha» contra las aseguradoras.
Por otro lado, ha surgido un temor colectivo sobre el riesgo de que figuras de esta índole inspiren a otros imitadores. Empresas y autoridades señalan la necesidad de abordar las causas subyacentes de estos resentimientos, desde una revisión profunda del sistema de salud hasta estrategias de prevención del extremismo individual.
En la mira
El asesinato de Thompson encendió nuevamente el debate sobre el sistema de salud estadounidense y las prácticas de las aseguradoras. Este episodio pone en el foco una industria que, durante décadas, ha sido objeto de críticas por sus decisiones empresariales y su impacto en la vida de los ciudadanos. Entre las prácticas más cuestionadas está la denegación de cobertura, un problema que afecta a millones de estadounidenses cada año. Las aseguradoras han sido acusadas de recurrir a tecnicismos legales para evitar el pago de tratamientos necesarios, calificándolos como «experimentales» o «no esenciales». Esto ha llevado a situaciones dramáticas donde pacientes con enfermedades graves quedan desprotegidos.
Otro punto de crítica es el lucro a costa de la salud. Las aseguradoras no solo obtienen beneficios de las primas que pagan los usuarios, sino también mediante acuerdos con redes hospitalarias y farmacéuticas, priorizando la rentabilidad sobre el bienestar del paciente. Este enfoque ha alimentado la percepción de que el sistema no está diseñado para proteger a los más vulnerables, sino para enriquecer a los altos ejecutivos y accionistas. Los conflictos de interés también han sido un tema recurrente. Investigaciones recientes han demostrado que algunos ejecutivos de aseguradoras poseen acciones en empresas farmacéuticas, lo que plantea dudas sobre la imparcialidad en las decisiones relacionadas con la cobertura de medicamentos costosos.
La industria farmacéutica juega un papel crucial en este entramado. Con miles de millones de dólares invertidos en lobby político, estas empresas influyen en la legislación y las políticas de precios de los medicamentos. Según datos del Center for Responsive Politics, el sector farmacéutico gastó más de 300 millones de dólares en actividades de lobby solo en 2023. Este poder permite a las farmacéuticas establecer precios elevados que las aseguradoras deben cubrir, pero a menudo a costa de aumentar las primas para los usuarios. En muchos casos, el círculo vicioso del aumento de precios y las limitaciones en la cobertura perjudica directamente a los pacientes, quienes terminan asumiendo costos insostenibles.
Numerosos casos ilustran el impacto humano de las decisiones de las aseguradoras. Uno de los más sonados es el de Sarah Williams, una madre de tres hijos que en 2021 perdió su batalla contra el cáncer de mama tras repetidas negativas de su aseguradora para cubrir un tratamiento innovador. Aunque los doctores recomendaron un medicamento con altas probabilidades de éxito, la aseguradora lo calificó como «demasiado costoso y no esencial».
Relatos de esta naturaleza, aunque emblemáticos, son solo una muestra de un problema sistémico que afecta a miles de familias en Estados Unidos. Ante este panorama, las propuestas de reforma del sistema de salud han ganado fuerza. A nivel nacional, algunos políticos y activistas abogan por la implementación de un sistema de «Medicare para todos», inspirado en modelos de salud universal como los de Canadá y países europeos. Este enfoque busca eliminar a las aseguradoras privadas como intermediarios, garantizando el acceso equitativo a la salud.
Los sectores más moderados proponen una mayor regulación de las aseguradoras, incluyendo límites estrictos a las prácticas de denegación de cobertura y medidas para garantizar la transparencia en la fijación de precios. A nivel internacional, países como Alemania ofrecen un modelo híbrido que combina aseguradoras privadas con un sistema público robusto. Este esquema podría servir de ejemplo para EE. UU., permitiendo un equilibrio entre la competencia empresarial y la protección de los pacientes. E4
Cuando la impotencia se convierte en acción
Frente a la creciente desconfianza en las instituciones y la sombra de la impunidad, la justicia por mano propia gana terreno
En contextos de desesperación e ineficiencia gubernamental, la justicia por propia mano ha emergido como una respuesta extrema, pero cada vez más frecuente, frente a la percepción de impunidad. En México, esta praxis se intenta justificar a partir de una combinación de los altos índices de criminalidad y una profunda desconfianza hacia las instituciones de justicia. Datos de la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE) indican que, en 2024, el 92% de los delitos en el país no fueron denunciados o quedaron impunes. Dicha situación genera un ambiente propicio para que ciudadanos, cansados de la ineficacia de las autoridades, decidan tomar la justicia por su cuenta.
Se trata de una estrategia que divide opiniones. Por un lado, algunos la consideran una respuesta comprensible ante la ausencia de justicia formal. Por otro, se advierte que estas acciones pueden degenerar en violencia indiscriminada y en la perpetuación de un ciclo de impunidad.
Posturas a favor:
- Autodefensa comunitaria: En regiones donde la ley no alcanza, las comunidades argumentan que tienen el derecho de protegerse por sus propios medios. Esto se ha visto en estados como Michoacán y Guerrero, donde los grupos de autodefensas han tomado las armas para enfrentar a cárteles y delincuentes.
- Eficiencia frente a ineficacia: En ausencia de una respuesta rápida y efectiva de las autoridades, muchos consideran que actuar por cuenta propia es la única manera de disuadir a los criminales.
Posturas en contra:
- Riesgo de injusticias: La falta de un debido proceso puede llevar a errores, como el linchamiento de personas inocentes. En Puebla, en 2019, dos encuestadores fueron confundidos con secuestradores y asesinados por una multitud furiosa.
- Escalada de violencia: Responder con violencia a la violencia puede crear un efecto dominó, normalizando el uso de la fuerza y debilitando aún más el estado de derecho.
- Resolver el dilema moral de la justicia por propia mano requiere fortalecer las instituciones encargadas de la seguridad y justicia. Esto incluye mejorar la capacidad de respuesta de las autoridades; reducir los tiempos de investigación y garantizar castigos proporcionales a los delitos cometidos; promover la denuncia ciudadana y aumentar la confianza en las autoridades mediante programas que protejan a los denunciantes y su anonimato; enseñar a las comunidades la importancia del debido proceso y las consecuencias de recurrir a la violencia. E4
Casos de «justicia por propia mano» en México
- Tláhuac, Ciudad de México (2023): En esta alcaldía, un presunto ladrón en motocicletas fue capturado por vecinos después de intentar robar. Antes de entregarlo a la policía, los residentes lo golpearon brutalmente, argumentando que era reincidente y que las autoridades «nunca hacen nada».
- Chiapas (2022): En el municipio de Las Margaritas, un grupo de campesinos retuvo a un presunto homicida y, tras un juicio comunitario, lo castigaron quemando su casa. Los habitantes justificaron su acción argumentando que la policía había ignorado sus denuncias previas.
- Estado de México (2021): En un caso que se volvió viral, vecinos de Ecatepec lincharon a un hombre acusado de intentar secuestrar a una menor. Aunque la policía llegó al lugar, no pudo evitar que la multitud lo golpeara hasta causarle la muerte. Los vecinos argumentaron que había una «ola de secuestros» en la zona que las autoridades no habían controlado.