La aprobación de la reforma judicial en septiembre marca un momento de la vida política, social y económica de México que observará cambios radicales para la gobernanza y vida diaria de los ciudadanos, más allá de las posturas de apoyo y rechazo que solo los años juzgarán en el presente y el futuro de nuestro país.
Las formas y estrategias para la aprobación de la iniciativa para elegir jueces y magistrados serán cuestionadas también por la historia, los gobernantes y gobernados y por los políticos del futuro, pues el modus operandi fue similar a los estilos de la vieja guardia y de los nuevos esquemas absolutistas que hoy gobiernan en el mundo.
Para muchos era inminente el triunfo del oficialismo por la conquista electoral que permitió una mayoría en el Congreso federal y en el Senado solo se requería de un voto para lograr la calificación constitucional de aprobación y es en este escalón legislativo donde se registró el episodio más penoso del proceso.
La incertidumbre respecto a quién representaría ese voto y la forma en que se iba a conocer, generó reacciones de todo tipo, incluso manifestaciones de violencia y rechazo con calificativos que dejaron claras las posturas de apoyo y rechazo a la iniciativa.
La oposición a la reforma se concentró en tres partidos PAN, PRI y Movimiento Ciudadano y justo fueron los que estuvieron en el ojo del huracán pese a que previamente en forma pública 42 de los 43 se habían pronunciado en contra de la reforma.
Previo a la votación, la atención se centró en un senador de Campeche de Movimiento Ciudadano, pues no se tenía su postura, sin embargo, unas horas después en una entrevista se sumó a la negativa.
Al final la decisión final recayó en un senador del PAN que junto a su padre armaron uno de los circos políticos más escandalosos de la historia política del país.
Con discursos retadores, de confrontación, soberbia e incluso, para algunos, con cinismo, respondieron a los señalamientos, ambos Yunes, padre e hijo, utilizaron formas, palabras y acciones que resultaron burdas y ofensivas no sólo a la inteligencia política de los ciudadanos, sino a la lógica común de quien se desdice de sí mismo sin empacho alguno de dejar la impresión de un político hipócrita y embustero.
El episodio protagonizado por el exgobernador de Veracruz, Miguel Angel Yunes, y su hijo el excandidato a gobernador del mismo estado, Miguel Angel Yunes Márquez, no abona, con su actitud, discurso y posicionamiento, para ubicar elementos positivos en una reforma altamente cuestionada por una buena parte de los ciudadanos en el país.
Existe un principio básico y antiguo en la gobernanza, que desafortunadamente el populismo político sepulta poco a poco: «En la política las formas son fondo» y en el proceso vivido el 10 de septiembre en el Senado, lo de menos fueron las formas, tal vez ni siquiera importó el fondo, solo importaba la aprobación de una iniciativa para maniatar al único poder federal capaz de mantener el equilibrio de la gobernanza.
Los perjuicios y/o bondades de la reforma se observarán pronto y las reacciones pueden incluir todo tipo de escenarios, por eso los ciudadanos y los gobernantes ya no deben subestimar el respeto a la población y sobre todo a las leyes que permiten convivir en un clima de paz y democracia, incluso de respeto a formas diferentes de pensar.