Cuando fui diputada federal tuve la oportunidad de estar en Bogotá como invitada para conocer el sistema de impartición de justicia penal acusatorio, que se adoptó posteriormente en nuestro país. Refiero esto porque en aquella ocasión estuvo presente el fiscal general de Colombia —2011— y en su intervención ante los legisladores expresó algo que jamás se me ha borrado de la memoria, y con tristeza y dolor tengo que decir: «qué razón tenía».
Nos habló de la devastación social, emocional, que había padecido su país a causa del narcotráfico y advirtió que si México no tomaba cartas en el asunto, no nos iba a alcanzar la vida para llorar lo que ese imperio del crimen significaba. «Ahora —2011— todavía ustedes son trasiego del narco, pero si no lo combaten con estrategia, con inteligencia, se va a quedar a vivir en su país. Y lo que yo estoy viendo que sucede ahora, me da escalofríos, porque yo sé lo que hacen esos delincuentes, y les juro que la crueldad que estos criminales están imprimiendo en México, hace ver chiquita a la de Colombia —2011— y sé de qué estoy hablando».
La delincuencia organizada en México data de principios del siglo XX. En 1993 se incorporó el concepto de «delincuencia organizada» en la legislación de la materia. La vecindad geográfica con Estados Unidos es la que ha definido el tamaño de la debacle, ellos son la economía de consumo más poderosa del mundo. Los 3141 kilómetros de frontera compartida ofrecen una ruta incomparable para el contrabando. Esa línea es apetecible como ninguna otra para el negocio del narcotráfico.
En las primeras décadas del siglo XX la marihuana alimentó al creciente mercado de consumo de soldados y campesinos que combatieron durante el movimiento armado de 1910. Y le seguía a menor escala la producción de amapola como parte del consumo global de los opiáceos. La morfina y la heroína por sus propiedades analgésicas se fortalecieron tras las dos guerras mundiales, para aliviar los dolores de los militares heridos. Eran tres entidades federativas, Sinaloa, Durango y Chihuahua donde se centró su producción. Ahí se hicieron alianzas entre campesinos, empresarios y funcionarios de gobierno para proteger el trasiego y la infraestructura que este requiere. Y perduran hasta la fecha… se hizo costumbre.
En los años 70 se industrializó su producción, acicateada por la demanda de los estadounidenses consumidores. A grado tal era el des…orden que Richard Nixon optó por el cierre de la frontera. A los criminales no les hizo mella, más bien a quienes afectó fue a los comerciantes de mercancías licitas. En los 80 los narcos de Colombia cambiaron sus rutas de cocaína del Caribe a México. Cuando las células de los traficantes de estos lares empezaron a producir metanfetamina a partir de precursores provenientes de China, Colima, Jalisco y Michoacán fortalecieron su infamia. ¿Sorpresa? Pues no… Sigue viento en popa a toda vela.
Las reformas constitucionales y penales les han valido «chetos», como dice una amiga mía. Los gringos tienen hasta pena de muerte para estos criminales ¿y qué? En México, hoy día, se ubican las organizaciones criminales más grandes, violentas y sanguinarias del mundo. La vecindad geográfica con el país en el que hay más consumidores que pagan por el veneno, constituye la fortaleza de estos maleantes.
Las redes criminales se extienden desde Argentina hasta Canadá e incluso llegan a Europa. Incluyen tráfico de drogas, contrabando de bienes, armas y personas. «Lavan» sus «ganancias» a través de bancos regionales y locales, empresas «legales», consorcios inmobiliarios, etc. Ni quien los supere en armamento, entrenamiento y táctica de sus sicarios. Tienen a su servicio todo un aparato de abogados, economistas, contadores, expertos en finanzas, etc. La captura de algunos de sus capos «fundadores» ha propiciado la multiplicación de células criminales. Se expanden como la verdolaga, con perdón de tan delicioso e inocuo vegetal. El alcance de estos criminales es más local pero diversifican sus prácticas para seguir creciendo como les viene en gana.
Quién diría que la posición geográfica de nuestro país lo ha convertido en el sitio ideal para este negocio perverso. Es el paraíso para el trafique de estupefacientes, de armas y de personas. A más de «confortable» para el establecimiento de asentamientos rurales clandestinos en los que se puede adiestrar a los integrantes de sus bandas, cultivar opiáceos, producir metanfetamina y fentanilo, esconderse del Ejército y de la Guardia Nacional. Bueno esto último no ofrece sorpresa alguna, hay unos muy convincentes que se reparten para hacerlo posible con quienes los aceptan. Dicen que en México todo se puede comprar con dinero, pero todo…
En nuestro país hay 300 recintos penitenciarios, que incluyen Centros Federales de Readaptación Social (Cefereso), Centros Regionales de Readaptación Social (Cereso), complejos penitenciarios, reclusorios y centros de detención. La rehabilitación y la readaptación son solo términos. Según datos que ofrece el Centro Internacional de Estudios Penitenciarios, el sistema carcelario de mexicano, a mediados de 2023, albergaba a más de 234 mil 500 personas, operando así al 107% de su capacidad máxima.
¿Por qué ese hacinamiento? Porque no hay otro nombre para definirlo, por una disposición «legal» llamada «arraigo», que estriba en que los sospechosos de un crimen pueden ser detenidos hasta por 40 días sin cargos, siendo susceptibles de una extensión de 40 días adicionales si se sospecha de vínculos con el crimen organizado. Se presume que el 40% de la población penitenciaria en México se encuentra en prisión preventiva.
En esos sitios no hay lugar para la rehabilitación ni para la readaptación. Un individuo acusado de robo simple al que le dictan sentencia de culpabilidad sale con «doctorado» de maleante. Las condiciones en las que purgan sus condenas son miserables, no hay manera de que tengan un acto de contrición, salen odiando, aborreciendo. Hay estallidos de violencia, asesinatos, ahí mismo, en ese ambiente la corrupción se generaliza. Los guardias de las prisiones, por otro lado, reciben pagas muy bajas, de modo que son presa fácil de presos con dinero, que ni por asomo viven como los que no lo tienen. El «Chapo» se les «escapó» en frente de sus narices. Entre los funcionarios de alto nivel de las penitenciarías abundan los untos… ¿Y qué?
¿Y esto no nos afecta a los mexicanos? La política de «abrazos y no balazos» ¿amainó siquiera el avance del crimen organizado? El crimen organizado está poniendo en jaque todo cuanto tiene que ver con la vida en una comunidad regida por el derecho. El crimen organizado y bien organizado, porque eso está a ojos vistos, daña la economía, los derechos humanos y la estabilidad del Estado. Agrava la inseguridad, incrementa el uso de la violencia por el control de espacios urbanos. En materia económica, perjudica la inversión nacional y extranjera, sin ésta se colapsa el empleo y aumenta la pobreza y con ella la criminalidad. Y todo esto contribuye al fortalecimiento de la violencia ¿Qué no? Ahí están los bloqueos carreteros, los robos en las carreteras, los secuestros, los homicidios, entre otros males. México, actualmente, está considerado uno de los países más peligrosos del mundo, ahí están las estadísticas.
Al crimen organizado y a la pobreza se les debe de combatir de manera simultánea, o no se llega a ningún sitio. En México hay mucha pobreza, y no sólo material, hay otra igual o más devastadora, la intelectual. La marginación material no se finiquita con dádivas, eso está más que probado. Lo sabemos aunque no seamos expertos en la materia. Es más que obvio. Las organizaciones criminales tienen una fuente inagotable en los marginados, para nutrir sus filas. Sergio Fajardo, el exalcalde de Medellín, Colombia, se los arrancó a la mafia, a punta de demostrarles a los más pobres de aquella ciudad, que eran personas con dignidad y que por esa simple y clara razón tenían derecho a vivir como tales. Para eso creó los centros comunitarios de primer mundo, en los que tuvieron acceso a educación de primer nivel, al arte en sus más preciosas y edificantes manifestaciones, a la disciplina del deporte.
Les cambió la opinión que tenían de sí mismos, se empeñó en que aprendieran a quererse, a enterarse de lo valiosos que eran. El ejemplo se replicó en otras regiones del país sudamericano, y con ello Colombia empezó a ganarle terreno a la mafia que un día dominó al 85% de la población directa o indirectamente.
La educación juega un papel sustantivo en el desarrollo de los pueblos, es con ella que aprendemos a ser libres ¿Cómo? a través de los conocimientos, del razonamiento. La lectura es un instrumento inapreciable, con ella aprendes a expresarte, con ella amplías tus horizontes, con ella creces por dentro, iluminas tu interior, te enseñas a pensar, a discernir, y cuando eso ocurre, las decisiones que tomes serán objetivas y esto redunda en tu desarrollo integral como persona. Un país en el que se destinan recursos para que esto suceda, tiene gobiernos con claridad meridiana y compromiso fehaciente de servir a quienes les otorgaron el honor de representarlos.
Lo sucedido en el rancho Izaguirre, en el poblado de la Estanzuela, en Teuchitlán, Jalisco, debiera estremecernos como sociedad. Es el reflejo amargo de una realidad que no se resuelve cerrando los ojos. A ese grado de indiferencia estamos llegando los mexicanos. Es una manifestación de perversidad solapada y protegida por la impunidad.
Las desapariciones de personas están al orden del día ¿y qué? ¿Hemos ponderado siquiera por un instante el dolor de quienes pierden así a un ser querido? No es película de terror, ni serie de televisión, es lo que está pasando en nuestro país… ¿No importa? Mientras no nos toque a nosotros… ¿Así debemos tomarlo? Que razón tenía y tiene el fiscal colombiano.