Con todo respeto

Trataré de decirlo cortésmente. No. No me gusta el Gobierno de la presidenta Sheinbaum; tampoco me gustaron las formas de López Obrador, pero tampoco me han gustado las maneras de gobernar de todos los presidentes que en mi memoria caben desde que tengo conciencia de ello. Todos le han puesto sombra a este país en el ámbito de su desarrollo y, sin embargo, tan lleno de luz en sus potencialidades.

El hecho de que no me gusten no es gratuito; detesto la estridencia, la mentira y la hipocresía, entre otras cosas; actos en los que incurren los políticos mexicanos con una frecuencia tal, que termina por convertirse en una deleznable práctica generalizada, como si eso fuera lo normal. Naturalmente no debiera ser así.

Y de una estridencia de escándalo fue la reacción de la presidenta ante las opiniones vertidas por el ciudadano Ernesto Zedillo en torno a lo que él considera como riesgos para la democracia en el país y que tocan las acciones presidenciales en esos temas.

La desmesura con que reaccionó Claudia Sheinbaum deja ver un trasfondo preocupante: su nula tolerancia a la crítica, como también la tuvo López Obrador cuando la opinión es diferente a la de ellos, los del poder.

La estridencia de la reacción llegó acompañada por la instrucción de que Zedillo sea investigado por aquel asunto del Fobaproa y la mágica aparición de unos audios que presuntamente vinculan a la esposa del expresidente con el narcotráfico. Ambos personajes son, por ahora, los nuevos villanos a quienes hay que combatir con toda la fuerza del Estado, tenga o no razón. La presencia de Pablo Gómez, personaje a modo para los intereses del Gobierno, en la mañanera de Sheinbaum, lo confirma.

Lo que no sabe la presidenta —o prefiere no saberlo— es que reacción le da la razón a los dichos de Zedillo en el sentido de que «nuestra joven democracia ha sido asesinada» y de que el Gobierno de México que ella preside es un régimen autocrático, justo lo que Zedillo denuncia.

Pero, además, tampoco quiere ver que una parte importante de su coro laudatorio participó en aquel evento llamado Fobaproa. Algunos lo hicieron apoyando la medida; otros la defendieron férreamente y algunos, incluso, la aprobaron porque eran parte de los grupos de decisión de aquel entonces. Y todo eso nos lo permite ver la historia. Para eso sirve, y la historia de ese acontecimiento sigue ahí.

La reacción es, además de estridente, bastante burda, pero a mí me viene bien, me gusta, incluso, porque quizá existe la posibilidad de que su administración investigue también los nexos del expresidente López Obrador con el crimen organizado y llegue hasta las estructuras del propio narcoestado que ella, junto con los de su partido insertados en los distintos ámbitos políticos, dirige desde hace algunos meses.

Resulta esperanzador el amague porque debemos esperar entonces que investigaciones serias y profesionales se impongan sobre la verdad histórica construida por el Gobierno en torno al rancho Izaguirre, o que se deje de lado la narrativa en torno a la violencia que no para y que, desde luego, no se corresponden con las estadísticas oficiales, y, a ver si ahora sí, nos dice la verdad que explique el humillante sometimiento ante los intereses del Gobierno norteamericano. Digo, sólo para ser coherentes.

Detesto la capacidad de la mandataria y sus allegados para mentir sistemáticamente en torno a los problemas vitales que enfrenta la nación. La lista es larga, pero menciono tres: ¿por qué nos miente a propósito de la exigencia de respeto a la soberanía cuando tenemos fuerzas armadas gringas incursionando en territorio nacional, un destructor anclado en Veracruz y aeronaves militares sobrevolando en el límite del espacio aéreo mexicano? ¿Por qué dice reconocer el trabajo de las madres buscadoras cuando, en la práctica, se muestra insensible al dolor de esos seres y las abandona para que las maten los grupos criminales? ¿Por qué sigue manteniendo el discurso de que el abasto de medicamentos es cosa resuelto cuando basta una visita a la farmacia de cualquier centro hospitalario del sistema de salud para comprobar la irrebatible y contundente verdad de la realidad?

Y como un dato meramente anecdótico, no sé dónde está el himno que ella dice que tenemos para enfrentar cualquier intento de violar la soberanía; tampoco percibo eso de que México es mucho país para responder a lo que sea, y me parece que sí somos piñata para que nos tunda a palos la soberbia gringa sin que podamos siquiera meter las manos.

Me resulta insoportable la hipocresía con que se conducen esas figuras públicas. Los presidentes no deberían ser personas públicas, no deberíamos saber nada de ellos porque sería mejor que sólo trabajaran sin que las luces de la marquesina los alumbre para que no caigan en la tentación de querer ser los protagonistas de una representación teatral donde creen llevar el papel principal.

Pienso que en política sólo se debería intervenir cuando la ética se encontrara en estado de avasallamiento. Pero la política en México hoy sirve para justificar y ocultar todo tipo de tropelía. Así, pues pienso que la política entre nosotros es el arte de lo imposible.

A diferencia de colegas, periodistas y académicos, yo percibo a una presidenta enfrascada, y entrampada, en problemas y personajes del pasado. ¿No sería mejor utilizar esa enjundia para abordar y enfrentar los problemas de su tiempo, dialogar con los personajes de su tiempo para tratar de encontrar mejores soluciones a los desafíos del presente?

No pertenezco a ningún partido político y tampoco he hecho política activa. Es algo de lo que me enorgullezco porque mi participación en el marco de sociedad de donde provengo es otra. Pero eso no quiere decir que yo sea un tranquilo y pasivo ciudadano que sólo está sin ser.

En realidad, soy un silencioso anarquista que mantiene un sueño permanente: que desaparezcan los gobiernos. No creo en las fronteras y tampoco en los países: ambas generan un mito peligroso sostenido por caudillos que luego se creen dueños de todo.

Sé que existen, pero espero que desaparezcan, y con ello las diferencias en el reparto de la riqueza, por ejemplo, y, tal vez, alguna vez tengamos un mundo sin fronteras y sin injusticias.

Ese es mi sueño, sin los presidentes de este país. Dicho sea, claro, con todo respeto.

San Juan del Cohetero, Coahuila, 1955. Músico, escritor, periodista, pintor, escultor, editor y laudero. Fue violinista de la Orquesta Sinfónica de Coahuila, de la Camerata de la Escuela Superior de Música y del grupo Voces y Cuerdas. Es autor de 20 libros de poesía, narrativa y ensayo. Su obra plástica y escultórica ha sido expuesta en varias ciudades del país. Es catedrático de literatura en la Facultad de Ciencia, Educación y Humanidades; de ciencias sociales en la Facultad de Ciencias Físico-Matemáticas; de estética, historia y filosofía del arte en la Escuela de Artes Plásticas “Profesor Rubén Herrera” de la Universidad Autónoma de Coahuila. También es catedrático de teología en la Universidad Internacional Euroamericana, con sede en España. Es editor de las revistas literarias El gancho y Molinos de viento. Recibió en 2010 el Doctorado Honoris Causa en Educación por parte de la Honorable Academia Mundial de la Educación. Es vicepresidente de la Corresponsalía Saltillo del Seminario de Cultura Mexicana y director de Casa del Arte.

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