La alianza de los partidos históricos para afrontar al obradorismo termina por favorecerlo. Claudia Sheinbaum ejerce el liderazgo de la 4T con ideas y propuestas nuevas, pero sin alterar el proyecto. El nuevo desafío: lidiar con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump
Mujica-Moreno, la honestidad no se transmite por contacto
Estados del norte, en la hoja de ruta de Morena
Los partidos tradicionales pasaron de la peor derrota de su historia, en las elecciones del año pasado, al negacionismo. Ese comportamiento surge cuando «todo un segmento de la sociedad, a menudo luchando con el trauma del cambio, da la espalda a la realidad en favor de una mentira más confortable», dice el periodista científico Michael Specter. Al PAN y al PRI les resulta menos incómodo negar que, con el ascenso de Morena al poder, el país es otro, que aceptar la nueva realidad política y adaptarse a ella para refundarse, democratizar sus procesos, reconectarse con los electores y volver a ser, quizá en un futuro no cercano, opciones reales y competitivas.
El primer movimiento, formal e inaplazable, debe ser la disolución de la sigla «PRIAN». Los partidos históricos devinieron en siameses después de rivalizar por más de medio siglo. Vacíos de contenido, con agendas comunes y una pérdida incesante de votos, la alianza que formaron para detener el avance de la izquierda, a la cual satanizaron junto con las élites y los poderes fácticos, resultó ruinosa. El pacto y la renuncia del PRI a su programa social, y del PAN, a su espíritu democrático, fueron el fermento del cambio de régimen en curso, impulsado por un movimiento social (Morena), y un líder carismático (Andrés Manuel López Obrador), capitaneado ahora por la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo.
Después de que Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto le ganaron la presidencia con argucias en 2006 y 2012, López Obrador pidió darlo por muerto. El PRIAN, los grupos de presión y los opinólogos del sistema cayeron en el garlito y se tiraron en la hamaca. Pero mientras el Gobierno y las cúpulas de los partidos fundados por Plutarco Elías Calles y Manuel Gómez Morín —e incluso el PRD, ya sin la guía de Cuauhtémoc Cárdenas— se repartían el presupuesto, lucraban con el poder y abrazaban la «kakonomía» (la ciencia de lo peor), Morena empezaba a tomar forma.
En el libro ¡Gracias!, con el cual se despidió de una presidencia que sacudió al país en sus cimientos, López Obrador lo cuenta a su manera: «Mis giras a ras de tierra me salvaron; como me reunía en las plazas públicas con poca gente, creyeron que estaba liquidado y me dieron por muerto, políticamente hablando. Fue un milagro, porque no se ocuparon de mí, me dejaron trabajar (…), las visitas a los pueblos y regiones de México fueron aleccionadoras y fundamentales para el futuro de nuestro movimiento».
El PRI nació en el poder y lo ejerció por más de 70 años, lo cual explica, en parte, el atraso democrático del país. El PAN alcanzó la presidencia 61 años después de haberse lanzado a la arena política para revertir el proyecto social del general Lázaro Cárdenas, de lo cual se encargaría un PRI derechizado, mucho antes de que la tecnocracia tomara las riendas de ese partido y del país. Dar por muerto a AMLO y creerse el cuento, inventado por ellos, de que el tabasqueño representaba un peligro para México fue el peor error del Gobierno, los partidos y los defensores del statu quo.
Existían elementos para suponer que el movimiento de Andrés Manuel López Obrador estaba condenado al fracaso. En las elecciones intermedias de 2015, primeras en las que participó, Morena obtuvo apenas 3.3 millones de votos con los cuales alcanzó 35 diputados. Sin embargo, no se tomó en cuenta que la votación del PRI cayó 26.8%; la del PAN, 35%, y la del PRD, 52%. Ignorar esas señales le abrió a López Obrador las puertas para iniciar el cambio del sistema. La sacudida estaba a la vuelta de la esquina.
Alianza con las élites
Lo ocurrido en 2018, el triunfo arrollador de Andrés Manuel López Obrador, estaba cantado. No lo vieron solo quienes no quisieron verlo. No fue obra de la casualidad ni sorpresivo, sino consecuencia de décadas de corrupción, violencia, incuria gubernamental y liderazgos frágiles y encapsulados en sus intereses. Los partidos, en crisis y capturados por nomenklaturas vacuas e incompetentes, son los responsables de su propia debacle. La arrogancia de los poderes públicos, el envilecimiento de la política, la insensibilidad de las élites, pero, sobre todo, la acumulación de agravios contra el país y los marginados, pasaron factura con réditos elevados.
Solo faltaba un catalizador, y ese fue AMLO. Cuauhtémoc Cárdenas y Manuel J. Clouthier, candidatos del Frente Democrático Nacional (antecedente del PRD) y del PAN en las presidenciales de 1988, pudieron haber asumido ese papel. Sin embargo, el sistema, que ya empezaba a mostrar signos de agotamiento, pero que aún mantenía el control, lo impidió al imponer a Carlos Salinas de Gortari. Cárdenas compitió dos veces más por la presidencia, pero su neutralidad y falta de vigor para afrontar al régimen apagó el entusiasmo popular y debilitó a la izquierda. Clouthier formó un gabinete paralelo y pudo ser candidato de nuevo, pero perdió la vida en un extraño accidente de carretera.
Luis Donaldo Colosio parecía ser la opción para reformar el sistema y retomar las banderas sociales del PRI, pero fue asesinado en 1994 al término de un mitin en la colonia Lomas Taurinas, de Tijuana. El crimen, atribuido al Estado, marcó el final de la hegemonía. Seis años más tarde, el neopanista Vicente Fox ganó la presidencia en las elecciones que son consideradas como el punto de partida del país hacia la democracia. López Obrador se convirtió, en el mismo proceso, en el primer jefe de Gobierno de Ciudad de México elegido para un periodo de seis años. Paso decisivo, pues lo catapultó a Palacio Nacional.
Fox, los poderes fácticos y las instituciones combatieron a AMLO desde un principio para eliminarlo de la sucesión de 2006. No lo consiguieron, pero le escamotearon la elección. El reconocimiento de Felipe Calderón le redituó al PRI, a sus gobernadores, a la oligarquía y a los grupos de presión pingües ganancias. López Obrador, contrario a Cárdenas, se radicalizó y movilizó al país. La soga se quebró por lo más delgado. La crisis poselectoral forzó la renuncia de Luis Carlos Ugalde, presidente del Instituto Federal Electoral (IFE), y de otros consejeros. La semilla del cambio ya estaba sembrada.
La guerra sucia para neutralizar a la izquierda se repitió en los comicios de 2012. Esta vez el PAN, el oficialismo, la reacción, las fuerzas económicas y los intereses extranjeros se alinearon con Enrique Peña Nieto, cuya presidencia resultó aún más débil y anodina que la de Calderón. Luego de una elección fraudulenta y de otra resuelta con financiamiento irregular, cualquiera se hubiera retirado, pero no López Obrador. Una vez en la presidencia, obtenida con la votación más alta en ese momento, el fundador de Morena apretó las tuercas a sus adversarios. No tenía otra alternativa que ser un revulsivo, y lo fue. Las reformas de quien se definió a sí mismo «antisistema» polarizaron a un país dividido y en conflicto desde hacía ya mucho tiempo por la desigualdad, la venalidad y la alianza del Gobierno con las élites, interrumpida por la 4T.
Las claves del poder
El ciclo de Andrés Manuel López Obrador terminó y el de Claudia Sheinbaum apenas empieza. La presidenta ha probado, en los primeros meses de su Gobierno, que la continuidad del proyecto político y social que sentó las bases para el cambio régimen es posible con apertura, diálogo y concertación. No necesita desandar lo avanzado con sacrificios, traicionar los principios que lo inspiran y, menos aún, ceder a los intereses de la oligarquía nacional y extranjera, pero sí utilizar su liderazgo para unir al país frente a las presiones de la
satrapía trumpista.
Claudia Sheinbaum se preparó para ser presidenta. Mujer de carácter, entiende el poder y sabe descifrar sus claves. Ganar con la votación más elevada (36 millones) y tener mayoría calificada en el Congreso y en la Cámara de Senadores le confieren, además de legitimidad, autoridad. Su partido gobierna 24 estados y es la primera fuerza en 27 legislaturas locales. La alternancia, que las oposiciones, los grupos de interés y otras fuerzas adversas a la 4T esperaban en las elecciones de 2024, acabó en fantasía. No era posible porque, además de atender las demandas de las mayorías con programas sociales y de separar el poder político del económico, Morena supo lidiar y resolver sus conflictos internos.
Sheinbaum ha demostrado por ahora estar a la altura de las circunstancias y tener capacidad y energía para tratar con un presidente de Estados Unidos, Donald Trump, iracundo y desbocado. También ha convencido que la mejor opción para ejercer el cargo era ella. El Plan México, acogido con optimismo por las fuerzas económicas y políticas, plantea, entre otros objetivos, colocar al país entre las 10 economías más fuertes del mundo, actualmente es la número 12. Elevar la inversión pública y privada al 30% con respecto del PIB, en 2030, figura entre las 13 metas. También se propone crear 100 parques industriales y 1.5 millones de empleos especializados. El plan destaca, asimismo, disminuir la pobreza y la desigualdad mediante el sostenimiento y ampliación de los 9.5 millones de mexicanos rescatados de la pobreza en los seis últimos años.
En un ambiente marcado por la inquietud causada por las amenazas intervencionistas del presidente Trump, Sheinbaum pidió a los mexicanos, en la ceremonia del 13 de enero en el Museo de Antropología, saber «que hay un plan, que hay desarrollo. Que frente a cualquier incertidumbre que venga en el futuro próximo, México tiene un plan y está unido hacia adelante». En la presentación del proyecto participaron, además de los líderes empresariales, los gobernadores de todos los partidos. El país reclama cerrar filas, y la presidenta ha dado pasos para mantener a México en la dirección correcta.
El objetivo, puntualiza Sheinbaum, consiste en incorporar a «todos a esta visión de nuestro país, que sea parte, cada uno de los mexicanos (…), por más diferencias que tengamos, en una visión de largo plazo». Sheinbaum tiene otras formas, más amables, pero firmes, de llevar el timón, pero el proyecto es el mismo. La responsabilidad de continuarlo, y aun de mejorarlo, corresponde a ella. La administración de Donald Trump ofrece riesgos, pero también oportunidades. Aprovecharlas dependerá del liderazgo de Sheinbaum y de la unidad de los mexicanos. No es la primera tormenta que México afronta ni será la última. Y en circunstancias de amenaza y riesgo, como las actuales, en lugar de achicarse, se crece. E4
Mujica-Moreno, la honestidad no se transmite por contacto
El expresidente uruguayo del «escarabajo» recibió al político mexicano del McLaren poco antes de anunciar su muerte
Alejandro «Alito» Moreno, líder del PRI, aprovecha hasta el menor resquicio para evidenciarse. El coleccionista de autos McLaren y Lamborghini, cuyo precio sobrepasa los 30 millones de pesos, visitó en noviembre pasado a José Mujica, reconocido como «el presidente más humilde del mundo». Cuando ocupó el cargo, entre 2010 y 2015, el político uruguayo prefirió usar su vocho azul celeste, modelo 1987, en vez del vehículo presidencial. Lejos de la parafernalia, él y su esposa, Lucía Topolansky, tampoco dejaron su granja para trasladarse a la residencia oficial. Un jeque árabe quiso adquirir el coche de Mujica por un millón de dólares. El embajador de México en Uruguay, Felipe Enríquez Hernández, uno de los polémicos compadres del entonces presidente Enrique Peña Nieto, también se interesó en el «escarabajo», pero en su caso no ofreció dinero, sino 10 camionetas a cambio.
La visita de Moreno al expresidente no fue por el modesto Volkswagen, sus gustos son más refinados, sino para hacerse un video con los Mujica-Topolansky y presumirlo en las redes sociales, cual si la honestidad se transmitiera por contacto. «Fue un honor compartir reflexiones sobre los desafíos que enfrentan nuestras naciones y la importancia de construir sociedades más justas y solidarias. (…) su calidez y sabiduría (…) son ejemplo de compromiso y amor por su pueblo», escribió Moreno. El líder priista viajó a Montevideo para seguir las elecciones presidenciales del 24 de noviembre. Yamandú Orci, del Movimiento de Participación Popular (MPP), fundado por exguerrilleros del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), ganó el balotaje al oficialista Álvaro Delgado.
Mujica y Topolansky se conocieron en el MLN-T. Los dos fueron hechos prisioneros por la dictadura cívico-militar que gobernó el país entre 1973 y 1985. Topolansky tiene carrera política propia. Antes de ser senadora, ocupó la vicepresidencia en el Gobierno de Tabaré Vázquez. Ahora dirige el MPP, fundado por su esposo. Mujica, quien cumplirá 90 años en mayo, reveló el 9 de enero pasado que su cáncer de esófago se extendió al hígado. «Lo que pido es que me dejen tranquilo. Que no me pidan más entrevistas ni nada más. Ya terminó mi ciclo. Sinceramente, me estoy muriendo. Y el guerrillero tiene derecho a su descanso», declaró al semanario Búsqueda (09.01.25) con el mismo estoicismo con que ha llevado su vida.
El PRI también se encuentra en fase terminal, pero se niega a admitirlo. Alejandro Moreno le dio la puntilla con las reformas para eternizarse en la presidencia, antes de las cuales ya se había producido un alud de renuncias. Crecido luego de que la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial Electoral validó los cambios a los estatutos, Moreno afila la guillotina para purgar a los expresidentes que impugnaron su nueva reelección. Se trata de Manlio Fabio Beltrones, Dulce María Sauri, Pedro Joaquín Coldwell y Enrique Ochoa.
Cuando los gobernadores impusieron a Moreno en la presidencia del CEN, el PRI era la segunda fuerza electoral del país; hoy es la cuarta, por debajo del PAN, el Partido Verde y a una distancia abismal de Morena. Alito perdió 11 estados, entre ellos Campeche, cuya gubernatura ejerció entre 2015 y 2019. Hoy solo tiene dos: Coahuila y Durango. Movimiento Ciudadano registra el mismo número, pero Nuevo León y Jalisco son los estados con el PIB más alto después de Ciudad de México y Edomex, en poder de Morena. E4
Estados del norte, en la hoja de ruta de Morena
Las gubernaturas de Chihuahua, Durango, Nuevo León y Coahuila son las únicas de la región con las banderas del PAN, PRI y MC
Dividirse en Durango, en las elecciones de 2022, le costó a Morena la gubernatura. La historia se repitió en Coahuila el año siguiente cuando el PT postuló por separado al exsubsecretario de Seguridad Pública, Ricardo Mejía. La apuesta por la alcaldesa con licencia de Gómez Palacio, Marina Vitela, en el primer caso, modificó las tendencias y el candidato de la alianza Va por México (PRI-PAN-PRD), Esteban Villegas, ganó por una diferencia de 14 puntos porcentuales. La nominación de Vitela se hizo sin considerar que el senador José Enríquez Herrera lideraba las encuestas. En Coahuila los sondeos determinaron la candidatura del también legislador Armando Guadiana, pero la dirigencia de Morena en el estado se decantó por Mejía.
Enríquez fue presidente municipal de Durango en el periodo 2016-2019 por Movimiento Ciudadano, y podría volver a serlo por la alianza Morena-PT-Verde tras las elecciones del 1 de junio próximo. La alcaldía capitalina le abriría las puertas para contender por la gubernatura en 2028, lo cual corregiría el error de no haberlo postulado hace tres años. Vitela pidió licencia como diputada federal para buscar de nuevo la presidencia de Gómez Palacio y, posteriormente, la candidatura al Gobierno del estado. Sin embargo,
esta vez Enríquez no sería sacrificado.
El panorama luce despejado para el frente Morena-PT-Verde. Este año solo habrá elecciones en Veracruz y Durango, donde se elegirán alcaldes, regidores y síndicos. En el estado del golfo, el partido de la presidenta Claudia Sheinbaum ganó la gubernatura con Rocío Nahle. La exsecretaria de Energía venció casi en proporción de dos a uno a José Yunes Zorrilla, de la coalición Fuerza y Corazón por México (PRI-PAN-PRD). En Durango, el desempeño del gobernador Esteban Villegas, quien ha resultado peor que su predecesor panista José Rosas Aispuro, facilitará la tarea a los candidatos de la alianza Para Seguir Haciendo Historia.
De acuerdo con las encuestas, Morena y sus aliados encabezan las intenciones de voto en Durango, Gómez Palacio y Lerdo, donde se concentra la mayor población del estado. «El pueblo de Durango está cansado de injusticias», advierte Carolina Rangel Gracida, secretaria general de Morena. La estrategia para hacer carro completo se materializará «en cada manzana, en cada colonia, en cada calle y en cada municipio, recorriéndolos como lo sabemos hacer: casa por casa, gastando suela, hablando con la gente, pero, sobre todo, escuchando a la gente», dice la número dos de Morena. En las presidenciales de 2018, Rangel estuvo a cargo de la defensa del voto.
El siguiente objetivo de Morena es Coahuila, que junto con Durango forma la base del PRI. Coahuila es la única entidad del país donde no ha habido alternancia. El partido fundado por AMLO se prepara desde ahora para las elecciones de 2026 y 2027, en las cuales se renovarán el Congreso local y las 38 alcaldías. La fórmula para tener mayoría en la legislatura y en las alcaldías es la misma: tocar puerta por puerta con la vista puesta en la gubernatura. La meta de María Luisa Alcalde, líder de Morena, consiste en sumar Chihuahua, Durango, Nuevo León y Coahuila a la lista de estados bajo la bandera de la 4T. En esa tarea puede contribuir el trabajo de la presidenta Sheinbaum cuya aprobación en los estados gobernados por el PRI (Durango y Coahuila) es de 65.8 y 64.9%, respectivamente (Mitofsky). E4