Donald Trump, el carnal Marcelo y la nueva presidenta

Después de los resultados de las elecciones presidenciales en Estados Unidos se pueden generar muchas aristas de análisis sobre la relación del gobierno entrante con el nuevo gobierno federal mexicano y de la importancia que podrían tener algunos personajes de la política nacional.

Al menos en lo público y a través de las declaraciones, definitivamente la relación entre ambos países permitirá a los gobernantes protagonizar y mantenerse en la escena mediática para distraer la atención ciudadana de problemas serios que se enfrentarán el año próximo en temas de economía.

El desencuentro presidencial mexicano con el actual embajador de Estados Unidos (el hombre de los sombreros) será para el futuro un juego de niños comparado con los presuntos y aparentes pleitos mediáticos que se podrían generar entre ambos países durante los próximos cuatro años.

La ventaja para el gobierno mexicano con la llegada de Donald Trump es que el actual grupo de poder del gobierno federal ya lo conocen y tuvieron que negociar con él incluso más a fuerza que por gusto.

Es aquí, en este punto, en el de las negociaciones políticas, económicas, de seguridad y migración, donde algunos personajes como Marcelo Ebrard, actual secretario de Economía del Gobierno federal, podría recuperar una personalidad dentro de la administración federal, en la que, por cierto, pareciera lo tienen más por compromiso y obligación.

Para el carnal Marcelo es una buena oportunidad de revivir políticamente pues, aunque no es el secretario de relaciones exteriores o el canciller, sí es el único que conoce bien al nuevo presidente del vecino país del norte, pues fue el encargado de negociar entre ambos países en el anterior sexenio, incluso para componer la nota y responder a las demandas del presidente norteamericano.

Ni siquiera Juan Ramón de la Fuente, canciller mexicano, tiene el nivel de conocimiento de la personalidad de Trump, es decir, que Ebrard Casaubón podría convertirse nuevamente en el mensajero de la relación y de quien podría mediar y tranquilizar las cosas entre ambos presidentes.

La personalidad del nuevo presidente de Estados Unidos es parecida a la del titular del poder ejecutivo federal mexicano y ambos, al menos en lo público, proyectan liderazgos populistas y sobrados de presunción constante de sus resultados electorales más allá de sus logros gubernamentales.

El mayor antecedente que pronostica una relación tensa es la declaración de Trump como presidente y como candidato que afirmó haber doblegado y sometido a López Obrador.

Dentro del discurso progresista mexicano del respeto a la soberanía nacional y la independencia política y económica con un nacionalismo exacerbado, al menos en el papel y el discurso, el nuevo presidente de Estados Unidos será una gran piedra en el zapato y en el camino.

Autor invitado.

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