Los partidos también cosechan lo que siembran. Acción Nacional nació como respuesta de un grupo de ciudadanos comprometidos con las causas de la democracia y la libertad frente a las reformas sociales y las políticas corporativistas del presidente Lázaro Cárdenas. El PAN cobró relevancia cuando el Partido de la Revolución Mexicana, antecedente del PRI, sentó las bases del régimen de partido hegemónico. El Gobierno cerró las puertas a la oposición e incluso proscribió al Partido Comunista Mexicano (PCM) y a otras siglas de izquierda, las cuales, una vez en la clandestinidad, fueron objeto de persecución y guerra sucia. La reforma electoral de 1977 permitió el registro de cuatro organizaciones de ese cuño, entre ellas el PCM, y una más de extrema derecha, el Partido Demócrata Mexicano.
En 1988 las izquierdas se agruparon en torno a la candidatura presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas, postulado por el Frente Democrático Nacional (FDN). Su impacto resultó mayúsculo, pues estuvo a punto de ganar las elecciones. Finalmente, el Gobierno y los poderes fácticos impusieron a Carlos Salinas de Gortari. El FDN devino en Partido de la Revolución Democrática, cuyo momento estelar ocurrió en 2006. Andrés Manuel López Obrador se declaró vencedor, pero el Instituto Federal Electoral (IFE) y los grupos de poder se decantaron por Felipe Calderón. La descomposición del PRD dio por resultado la formación de Morena, acaudillado por AMLO.
El PAN jugó en todo este proceso un papel central. Su ausencia en las presidenciales de 1976 forzó, de alguna manera, la reforma electoral de Jesús Reyes Heroles. El partido fundado en 1939 por Manuel Gómez Morín, quien colaboró en los Gobiernos de Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles y Manuel Ávila Camacho sin abdicar jamás de sus principios, se erigió como una oposición congruente y ejemplar, sobre todo en los momentos de sacrificio. En su primera elección presidencial, el PAN apoyó un candidato externo: el general Juan Andreu Almazán, del también derechista Partido Revolucionario de Unificación Nacional, quien después de apoyar a Francisco I. Madero se pasó al bando de Victoriano Huerta y combatió al presidente Venustiano Carranza. Una figura popular, pero polémica.
Gómez Morín, cuyo favorito era Efraín González Luna, explicaría así la decisión: «Acción Nacional entró al lado de Almazán, pero en forma muy condicionada. Simplemente era el otro, el único candidato posible de la oposición. Se dijo: Ya están postulados el candidato oficial (Ávila Camacho) y el general Almazán en su contra. No se divida a la oposición. Muchos proponían que el partido no tomara en sus momentos ninguna decisión (…), pero entonces no habría sido un partido, habría nacido como una academia más (…). Nosotros considerábamos esencial crear un partido político actuante» (Memoria Política de México). Con la maquinaria estatal de su lado y operadores como Gonzalo N. Santos, quien narra en sus memorias la elección de 1940, Ávila arrasó con el 93% de los votos. Almazán obtuvo el 5.7%.
El PAN obtuvo la presidencia 61 años después de su fundación, no con un tradicionalista, sino con Vicente Fox, surgido del movimiento renovador liderado por el también empresario Manuel J. Clouthier, nominado en 1988. Acción Nacional pasó así del idealismo al pragmatismo más ramplón. La presidencia de Felipe Calderón resultó, como la de su predecesor, un fiasco. Las alianzas del PAN con Salinas de Gortari, Peña Nieto y el PRI, en las elecciones del 2 de junio, provocaron su colapso y una crisis sin salida a la vista. Morena lo desplazó en pocos años como oposición y al PRI como Gobierno.
Volver a las utopías
Como «prianato» se entiende la cohabitación, por complicidad e interés, de partidos antagónicos que terminaron por convertirse en siameses. El proyecto de implantar en México un sistema bipartidista, donde la izquierda resultara irrelevante, naufragó por inviable. Una de las causas es que históricamente el ala progresista ha tenido más adeptos que la conservadora. En los países donde la riqueza y las oportunidades se concentran en una minoría pasa lo mismo. Mientras al PAN lo guiaron sus principios y valores, concitó respeto y respaldo ciudadano. Uno de sus momentos clave lo vivió en la elección presidencial de 1988, cuando, en vez de secundar las protestas de su excandidato Manuel «Maquío» Clouthier y de Cuauhtémoc Cárdenas, del Frente Democrático Nacional, optó por legitimar a Carlos Salinas de Gortari.
El Gobierno salinista adoptó la agenda del PAN y se apartó del PRI. También hizo concesiones a la Iglesia y a los grupos de poder. En Guanajuato, como en otros estados, impuso gobernadores panistas por encima de las urnas. La reforma al artículo 82 constitucional, que reservaba a hijos de padres mexicanos por nacimiento el acceso a la presidencia de la república, permitió a Vicente Fox ocupar el cargo. El siguiente contubernio con el PRI, para aprobar reformas inconsultas, ocurrió en el Gobierno de Enrique Peña Nieto, con el Pacto por México. La última fue la alianza en las elecciones presidenciales de este año.
El PAN supo levantarse de crisis pasadas. Sin embargo, la actual es distinta, pues la preceden escándalos de corrupción, malos Gobiernos, dirigentes anodinos, prácticas antidemocráticas en la designación de líderes y de candidatos. El frente con el PRI en Coahuila en el proceso electoral de 2023 representó una humillación. La ciudadanía pagó con la misma moneda y votó por Morena, no por el PRI y menos por los candidatos azules. Acción Nacional atraviesa su peor momento. Marko Cortés no es el único responsable del desastre. También son quienes lo aceptaron como líder y avalaron sus decisiones.
Cortés no intentará perpetuarse en la presidencia del PAN, como Alejandro Moreno en el PRI, pero tiene un sucesor; él mismo lo fue de Ricardo Anaya. Frente a la insolencia, los panistas laguneros Phyllis Moulding Dutton Pegram Aguilar, María Gabriela Nava Femat, Magdalena Sofía Luengo González, Carlos Augusto Bracho González, Miren Itziar Rafaela Belausteguigoitia López, Margarita Lascuarin Ochoa, Elizabeth Pérez Alemán, Eduardo González Madero y Jorge Hamdan Hernández, han dirigido una carta a la comisión organizadora de la elección del comité ejecutivo Nacional, donde hacen un ejercicio de autocrítica y un llamado a la cordura:
«En medio de una de las noches más oscuras de su historia, el PAN (…) tiene en sus manos la altísima responsabilidad de convocar una vez más a la renovación de la dirigencia nacional». Sobre el resultado de la elección presidencial, dan un mentís a Cortés: «fue congruente con lo que al interior del PAN está ocurriendo. Un cuerpo debilitado no tiene el nivel de inmunidad para enfrentar las amenazas externas. Como estamos dentro, resultaron las cosas hacia afuera: se cumplió entonces la ley de la correspondencia».
El grupo recoge una de las banderas del PAN abandonadas en aras del lucro político: demanda del comité elecciones libres y que «ponga los cimientos para una elección interna digna de sus mejores tiempos, que sea el inicio del regreso a nuestras utopías (…). Prometer lo que no es posible cumplir nos degrada…». Los riesgos de una convocatoria amañada y con un padrón ad hoc son la «simulación y el continuismo pernicioso», advierte. La carta termina con una censura que recoge un sentimiento general: «No necesitamos aliados, necesitamos levantar a nuestro ejército (…), volver a nuestros principios (…)».