El gran negocio de la guerra contra las drogas

El alcohol y otras drogas han estado presentes entre nosotros desde las primeras civilizaciones, remontándose su historia a la antigua China, Babilonia y, por supuesto, a griegos y romanos. Se ha documentado que 3 mil años antes de la era actual, en Asia se utilizaban opiáceos y cannabis, y en América la hoja de coca y el peyote, con fines analgésicos y lúdicos. Han sido milenios en que los humanos han buscado en estas sustancias, una especie de liberación al sufrimiento del cuerpo y del alma. Se trata de una condición humana, en donde en ocasiones se han utilizado como un vehículo para la creación cultural y científica.

Ahí están los casos de José Martí, que dedicó una poesía al hachís; Rubén Darío, quien en su cuento «El Humo de la Pipa» describe un viaje alucinante, o Edgar Allan Poe, quien las utilizaba, según sus palabras, para «enfrentar una sensación de soledad insoportable». En la lista están Nietzsche, Shakespeare, Faulkner, Scott Fitzgerald, Baudelaire, Oscar Wilde y los premios Nobel de Literatura, Samuel Beckett y Hemingway, que fueron alcohólicos o dependientes del hachís, y Juan Rulfo, quien escribió «Pedro Páramo» sumido en el alcoholismo.

Destacados hombres de ciencia como Freud o Richard Feynman, Premio Nobel de Física, así como Steve Jobs, Edison y Carl Sagan, que escribió un ensayo bajo el seudónimo de «Mr. X.» con el título de «Marijuana Reconsidered» que dice: «Ojalá que el momento de la legalización no esté muy lejano; la ilegalidad es un despropósito». El científico describe sus experiencias sensoriales al probarla y dice: «El cannabis nos lleva a la conciencia de que hemos pasado la vida entrenados a pasar de largo, olvidar y salirnos de nosotros mismos». Pero, ¿qué dice la ciencia acerca del uso de la mariguana? Un estudio de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard señala:

«Todas las sustancias psicoactivas son causa, por definición, de modificaciones en el cerebro. Las drogas recreativas, como la mariguana, estimulan el sistema de recompensa, inducen la liberación de dopamina en el núcleo accumbens y generan experiencias placenteras. Por ese motivo se recurre a ellas. El aumento de actividad dopaminérgica alterará de forma sutil el cerebro, pero incluso jugar a la lotería con asiduidad puede producir tal cambio».

El mismo estudio dice que como cualquier droga, provoca dependencia en alrededor del 10% de las personas y puede mermar funciones cognitivas. Nada que no dañe o provoque dependencia como el alcohol, el azúcar o la comida chatarra. ¿Pero las drogas nos hacen mejores personas? No, pero tampoco nos hacen peores. ¿Recomiendo el uso de las drogas? No. ¿Me gustaría que mis hijos se drogaran? No. ¿Las drogas destruyen? Sí, como cualquier exceso en la vida.

Pero estamos ante una decisión que debería ser personalísima y libre, en la cual no debería opinar el estado, cuya función debería ser desalentar su consumo y combatir las adicciones, no perseguir a quien las utiliza.

De cuando en cuando, la relación entre México y Estados Unidos entra en crisis porque luego de más de 50 años de hacer todos los días lo mismo en esta «guerra contra las drogas», ha quedado claro que está perdida. La enorme cantidad de dinero que significa el tráfico de drogas y la idea de que una vida exitosa significa tener mucho dinero, además de un mercado diario casi inacabado de casi 80 millones de consumidores en los Estados Unidos, lo convierten casi en un problema endémico de México y Estados Unidos en donde conviven corrupción y violencia en ambos países.

La respuesta bélica solo ha servido para aumentar la espiral de violencia, cárceles llenas de consumidores, muerte y excusas para violar los derechos humanos, en donde en muchos casos, los pobres entre los pobres que sin posibilidad de pagar un abogado o una fianza.

El sistema prohibicionista y punitivo que ha demostrado su fracaso, y lo que podría funciona, es una regulación efectiva que elimine los mercados ilegales, pero eso no sucederá jamás, pues si se acaba la guerra contra las drogas, se acaba también otro negocio de igual o mayor tamaño al de las utilidades que generan el tráfico de todas las drogas juntas y que son los presupuestos gubernamentales para perseguir y simular acabar con las drogas.

Es editorialista de diversos medios de comunicación, entre ellos Espacio 4, Vanguardia y las revistas Metrópoli y Proyección Empresarial, donde escribe sobres temas culturales, religiosos y de ciencia, tecnología e innovación. Es comentarista del noticiero “Al 100” de la estación de Radio La Reina de FM en Saltillo.

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