Con el arribo del siglo XXI se empezaron a destacar los gobiernos de izquierda, en sentido contrario a lo vivido en la década anterior en los que predominaron los de corte neoliberal. No obstante, las consignas del Consensos de Washington marcadas por las reformas pro mercado, calaron en las alas de la izquierda, llevadas por la necesidad de privilegiar la estabilidad monetaria y la disciplina fiscal en el ánimo de mantener la democracia electoral.
Los conceptos de la derecha durante los años del neoliberalismo tuvieron un peso específico en el diseño de las políticas públicas. La izquierda cuestionaba al respecto y apelaba por una mayor intervención del estado para disminuir las desigualdades y la implementación de una mejor redistribución del ingreso. Se iban con tiento para no levantar mucha polvareda, respetando la propiedad privada e inclusive abriendo la puerta a acuerdos comerciales con países «imperialistas».
Apelaron a la diversidad social, al respeto de las instituciones, a la condena de la violencia y a la defensa de los derechos humanos, amainando la imagen radical que se habían creado en los años previos. Y veinte años después de este ascenso, el mapa político vira hacia gobiernos con una orientación contraria, es decir a la derecha.
¿Por qué? Sus exacerbaciones lo provocaron: populismo, clientelismo, nepotismo, corrupción. A más de los rasgos autoritarios, personalistas, intolerantes, plebiscitarios, de algunos de sus líderes en el poder, y agravado todo por los altos índices de inseguridad pública. Y en el otro frente, una derecha con invocación a la democracia como formato representativo, conteniendo extralimitaciones de la intervención estatal.
Distinta a la de los años setentas y ochentas del siglo pasado, pero… pero con algunos dirigentes no muy dispuestos a abandonar los lastres que la demeritan. Y llegados casi a la tercera década del siglo XXI, nos encontramos con un mosaico de gobiernos de distinta orientación, unos canteados hacia la derecha y otros a la izquierda, con giros que evidencian la polarización política, que para nada coadyuva a la construcción de consensos duraderos. Homo homini lupus.
Dicho esto, me permito, estimado, estimada leyente, compartir con usted reflexiones sobre lo expuesto. Empiezo con Francia, primer mundo. Acaban de tener elecciones legislativas. Cabe subrayar que en aquel país el Presidente de la República, lo es por períodos de siete años. Dado que tienen un sistema presidencialista, también existe la figura de un Primer Ministro. El primer ministro es normalmente el líder del partido político que tiene la mayoría en el parlamento, y sus responsabilidades principales incluyen coordinar la actividad del gobierno, designar a varios oficiales del gobierno, y, conjuntamente con el jefe de Estado, la representación del gobierno de su país en el mundo.
Pues mire usted, la coalición de izquierdas Nuevo Frente Popular fue la sorprendente ganadora de las elecciones legislativas anticipadas del domingo en Francia, con la coalición centrista de Macron en segundo lugar. El partido ultraderechista francés Agrupación Nacional (RN) fracasó el domingo 9 de junio en su intento de conseguir una mayoría en las elecciones legislativas anticipadas. Giro de la derecha hacia la izquierda. No obstante el líder del partido y sus decepcionados activistas presentan la derrota como una victoria que les prepara para las elecciones presidenciales de 2027.
Emmanuel Macron concluye su periodo ese año. «La Agrupación Nacional ha logrado hoy el avance más importante de toda su historia», expresó el líder de RN, Jordan Bardella, en su discurso de cinco minutos pronunciado media hora después de que se diera a conocer el sondeo a pie de urna que daba a su partido el tercer puesto, por detrás del izquierdista Nuevo Frente Popular (NFP) y el partido centrista de Macron. «Son los cimientos de la victoria de mañana». Macron quería una clara mayoría parlamentaria, por eso se atrevió a adelantar las elecciones.
No sucedió, ahora, como escribe el analista y economista Marcel Alexandrovich, «se encuentra en la misma situación que antes, en la que su partido no tiene respaldo para sacar adelante propuestas legislativas ambiciosas». Y esta situación se mantendrá por mandato de ley hasta el verano de 2025, toda vez que la Constitución gala prohíbe al presidente disolver nuevamente el Parlamento antes de que transcurra un año.
¿Quiénes son los ganadores de la elección? El Nuevo Frente Popular, una alianza de socialistas, ecologistas, comunistas y La Francia Insumisa que se formó después de que el presidente Macron convocara elecciones parlamentarias anticipadas el 9 de junio. Estos partidos se han criticado previamente entre sí y tienen algunas diferencias clave en su ideología y enfoque, pero decidieron formar un bloque tal de debilitar al gobierno de derecha. Nomás para dimensionar el tamaño de la decisión, el expresidente socialista francés Françoise Hollande se presentó como candidato para uno de los escaños en el parlamento, y ganó.
¿A qué se han comprometido los ganadores? A derogar las reformas de pensiones e inmigración aprobadas por el gobierno actual, crear una agencia de rescate para inmigrantes indocumentados y facilitar las solicitudes de visa. A poner límites al precio de productos básicos para combatir la crisis del costo de vida y aumentar el salario mínimo, e impulsar la energía verde. Cabe destacar que ninguna alianza tiene la mayoría absoluta en el Parlamento. Los ganadores tienen el mayor número de escaños, pero no la mayoría absoluta.
¿Por qué le dieron la espalda los franceses a Macron? Lo explica el analista Alain Duhamel Por un lado, las políticas llevadas a cabo y al desgaste del poder inherente a un segundo mandato, a más de una situación «personal». Es la persona en sí, su carácter, lo que enerva a los franceses. La disolución del parlamento lo ven como «una reacción de orgullo herido, una lección dada al pueblo porque ha votado mal», dice el analista. Una lección que repitió cuando pidió a los franceses que fueran «responsables», instándolos a votar contra los extremos, tanto a la derecha como a la izquierda, en las elecciones legislativas.
Los franceses perciben a su presidente como un individuo arrogante, incluso arrebatado y autoritario, que impulsó reformas impopulares como el retraso de la edad de jubilación. Un hombre que, bajo el pretexto de «grandes debates» para aliviar crisis como la de los gilets jaunes (chalecos amarillos) a finales de 2018, desdeña la concertación y la negociación. Un hombre «desvinculado» de las causas de sus gobernados. A ver si lo entienden y les sirve a los políticos mexicanos que se sienten el monte Everest y lo que le sigue. Aunque está bien difícil, la soberbia los ciega y los apergata, para decirlo de manera educada. Hay muchos idiotas que creen que la posición es para siempre.
Y ahora vamos a Italia. Allá, el año pasado, los ciudadanos mandaron a paseo a la izquierda y votaron por la coalición derechista encabezada por los Hermanos de Italia, a Matteo Salvini de la Liga y a Berlusconi —ya fallecido— con su partido Forza Italia. Ganó la presidencia Giorgia Meloni, tiene 45 años y es la líder indiscutible del partido Hermanos de Italia, antifeminista jurada. Venida de una familia a la que sacó adelante su madre, toda vez que su padre las abandonó cuando eran niñas.
Es la primera vez que una mujer gobierna en aquel país. Su discurso es fuerte en el ámbito de la migración, toda vez que la península padece un gran problema con la ola de inmigrantes que llegan a sus costas, vía barcazas. Una de las causas más definitivas de su ascenso, señalan los editorialistas, es el «descreimiento hacia los partidos políticos tradicionales» y, este «corrimiento hacia la derecha» en términos de los últimos candidatos en el país europeo, obedece a «la capacidad de los movimientos de derecha de presentarse como una suerte de renovación en el ámbito político».
Le comparto un fragmento del discurso pronunciado el día de su toma de posesión. Ah…es líder un partido pro fascista, pro Mussolini: «Libertad y democracia son los elementos distintivos de la civilización europea contemporánea en los cuales desde siempre me reconozco», expresó.
«Y por lo tanto, más allá de lo que instrumentalmente se dijo, nunca les tuve simpatía a regímenes antidemocráticos, incluso el fascismo. Exactamente como siempre consideré las leyes raciales de 1938, el punto más bajo de la historia italiana, una vergüenza que marcará nuestro pueblo para siempre», agregó, aludiendo a la persecución legal de los judíos perpetrada por el régimen de Benito Mussolini.
A nivel económico, aseguró que solo se podrá reducir la deuda con crecimiento y no con una «ciega austeridad». «El lema de nuestro gobierno será “no molestar a quien quiere hacer”».
Hay mucho más que agregar, aquí lo dejo y los invito a la reflexión, muy respetuosamente. ¿Qué México queremos? Respondámonos con toda sinceridad este cuestionamiento. Que no nos ciegue la propaganda gubernamental, atendamos a los hechos con cabeza fría y sin pasiones. El país va a cambiar si nosotros participamos, los gobernantes son temporales y ninguno es Dios, aunque así se ostenten algunos estúpidos.