Quien no toca el suelo no puede llegar al cielo.
Elisabeth Wendel, esposa de Jürgen Moltmann
Ha pasado a mejor vida el teólogo protestante alemán Jürgen Moltmann. Como modesto tributo recojo en este artículo algunas de sus ideas en torno a la realidad humana. Moltmann falleció a los 98 años. De su obra destaco Teología de la esperanza (1966), El hombre. Antropología cristiana en los conflictos del presente (1971), El Dios crucificado (1972), El futuro de la creación (1977) y Ética de la esperanza (2011). Como se puede apreciar por el solo título de sus obras, la esperanza será el tema que lo obsesionará a lo largo de su vida. José Ignacio González Faus, el teólogo jesuita español, señala en una carta dirigida a Moltmann, con motivo de su partida:
«…es también llamativo (pero no extraño) el que la esperanza vuelva a aparecer en varios títulos tuyos: como «experimento», como necesitada de «ética» y como «esperanza para un mundo inacabado»… No eres el teólogo de la esperanza, sino el teólogo «de la esperanza recuperada»».
Y su antropología cristiana está teñida de esta coloración utópica. Su visión es marcadamente antropocéntrica. Al compararnos con los animales, concluye que biológicamente somos deficitarios, pero, a la vez, superiores por ser creadores de cultura. No somos autómatas sociales como los animales. El hombre aparece falto de especialización. Somos seres carenciales, como afirmó en su momento Arnold Gehlen. Pero él concluye citando a Herder: «El animal es un esclavo doblegado, el hombre, en cambio, es el primer liberto de la creación» (p. 22). Esto fue escrito a la altura de 1971. Los tiempos han cambiado. Hoy se combate el «especismo» por doquier.
Como ya se puede intuir, la noción de hombre de Moltmann coincide con la de Michael Landmann: el hombre es creador y creatura de la cultura. Pero si el comparativo se hace con la divinidad, resulta que el hombre se convierte en pregunta, en interrogante: «¿Quién soy yo, Dios mío, ante ti?» (p. 31). «Me he convertido en una pregunta para mí mismo», («Mihi quaestio factus sum»), escribe el San Agustín de Las confesiones.
El diagnóstico de Moltmann coincide, a la altura de los setenta, con el del Hans Jonas de El principio de responsabilidad: «La humanidad cuenta por vez primera con los medios para liberarse de la tiranía de la naturaleza» (p. 51). Pero «quien cabalgue sobre el tigre, no podrá ya desmontar», reza un antiguo proverbio chino. No hay que poner nuestra esperanza en las fábricas que deforman la belleza de la naturaleza. Nace el homo ecologicus. Hay que combatir los efectos desastrosos de la tríada del sistema industrial: «trabajo, producción y consumo».
Moltmann opone la antropología cristiana del «hombre nuevo» a la marxista del «hombre total», que surge del diagnóstico del ser humano como un ser alienado en el proceso de producción. La trascendencia hace la diferencia. Todo esto para valorar, era de esperarse, como la antropología más plausible hoy en día, la del «animal dialógico» de Buber. El vínculo entre el «yo» y el «tú» se resuelve en el «encuentro».
El libro al que estamos haciendo referencia, El hombre, de Moltmann, culmina, como ya se adivina, con un llamado a vivir en esperanza. Y es que «la esperanza transforma al hombre porque le muestra sus nuevas posibilidades… Lo singular de la posibilidad cristiana de la esperanza radica en que nace del recuerdo de la resurrección del Hijo del hombre crucificado» (p. 157). Seguirá llevando razón Benjamin, en coincidencia con el teólogo alemán: «Nur um der Hoffnungslosen willen ist uns die Hoffnunggegeben» («Sólo gracias a aquellos sin esperanza nos es dada la esperanza»). A vivir con ese preciado don en un mundo amenazado por doquier, donde los desesperados parecen no tener cabida. He aquí el legado de Jürgen Moltmann.
Referencia:
Moltmann, Jürgen, El hombre. Antropología cristiana en los conflictos del presente, Trad. de José M. Mauleón, Sígueme, Pedal, 184, 4ª. edición, Salamanca, 1986.