En presencia de lo eterno

El año 2020 fue «el año que vivimos en peligro». En alusión a aquella magnífica cinta de 1982 sobre la caída del dictador Sukarno en Indonesia. Todavía guardo en mi memoria la escena donde el fotógrafo Billy Kwan despliega aquella manta de denuncia. Nosotros tuvimos que soportar, a partir de marzo de aquel año, una pandemia asesina, brutal, que nos recluyó en nuestras casas y nos alejó de nuestros seres queridos. La pandemia se prolongó hasta el 2021. Las incontables pérdidas nos abatieron. La tristeza sentó sus reales, y también la soledad. Todavía a la fecha vemos fallecer personas a consecuencia de las malhadadas secuelas.

Todos buscamos la forma de adaptarnos a la nueva situación. La adaptación fue difícil. Jean Piaget define la inteligencia como «la capacidad de adaptarse al entorno». Tuvimos que hacer uso de esa facultad para «acomodarnos a» y «asimilar» —términos caros al mismísimo Piaget— lo que estaba pasando. Gilberto Prado Galán, mi hermano, buscó la manera de adaptarse compartiendo su alegre sabiduría, su «gaya ciencia» —por cierto, con ese nombre bautizó a su hija mayor, Sofía Leticia— cada quince días en unas conferencias que fueron motejadas como Juevinas en coincidencia con las que montó en La Habana, hace ya muchos años, la poeta Dulce María Loynaz.

Ahora, con viva emoción, me dispongo a hablarles un poco del nuevo libro de Gilberto Prado Galán. El libro recoge ocho de esas Juevinas. Seis del 2020 y dos del 2021. Ya en 2023 tuvimos la oportunidad de leer otra de ellas titulada «El oído mágico de José Alfredo Jiménez», en el libro El rey, diez asedios multidisciplinarios a José Alfredo Jiménez.

Hemos elegido como título de este libro el siguiente: En presencia de lo eterno. Nos inspira la poesía de Rainer Maria Rilke. En uno de sus poemas tempranos escribe: «guarde silencio en presencia de lo eterno». Este libro nos acerca a la eternidad, tema favorito de Gilberto, en la hermenéutica que él hace de la obra de algunos literatos, pero, sobre todo, de su obra misma. Y en presencia de ella no nos queda más que acatar la orden del poeta: guardemos silencio, que el silencio se guarda ante lo inefable.

El cuidado de la edición ha estado a cargo del poeta Pablo Arredondo y de quien esto escribe. Hemos procurado ser fieles en la redacción del texto al estilo coloquial y cálido de Gilberto en sus conferencias. Su hija Verónica prologa el libro.

En este volumen seleccionamos la mitad de las conferencias que Gil compartió durante los días de la peste «covídica». Estamos ante la primera parte de este empeño. Las ordenamos en cuatro secciones. La primera la intitulamos «Tres poetas señeros». Contiene la Juevina dedicada a Amado Nervo; otra que exalta la memoria de Antonio Machado y la que se enfoca en los diez poemas de Octavio Paz preferidos por Gilberto. La segunda sección, más personal, la bautizamos «En la intimidad del autor». El lector tendrá la oportunidad de conmoverse sobremanera con la glosa que Gilberto hace de su «El canto de la ceniza» y con el comentario en torno al «Epistolario de Eduardo Galeano». La tercera sección se titula «Escritoras y escritores». Ahí nos toparemos con la selección que Gilberto efectúa en relación con las escritoras revolucionarias o libertarias que han influido en su obra. Y también nos solazaremos con la Juevina en torno a las mascotas de los escritores. La última sección concentra su atención en otro de los flancos de la literatura, la narrativa, y nos ofrece una exégesis sobre la extensa e inmensa novela de Herman Melville, Moby Dick.

Hace algunos años Gil me dedicó su ensayo sobre el cuento «Funes el memorioso» de Jorge Luis Borges, inserto en su libro El año de Borges. En él, indirectamente, elogiaba mi memoria. Debo decir, con sincera humildad, que realmente el memorioso, el Funes lagunero, es Gil. Mientras transcribíamos sus Juevinas, pudimos apreciar cómo recitaba de memoria los poemas de Nervo, de Machado y de Paz. Cuando Pablo y yo quisimos comprobar la fidelidad a los textos en las obras de estos escritores, quedamos asombrados al verificar la precisión con la que Gil rememoraba esas piezas literarias.

En mi entrega anterior aludía al mito de Theuth y Thamus que cita Platón en el Fedro. El «fármaco» de la memoria será la escritura. Contribuirá al olvido, pero también a la conservación del pensamiento. Las conferencias de Gil pierden en el libro algo de su cercanía y espontaneidad. Pero ganan en que hoy podamos tocar este tesoro con nuestras manos. Con tino acertó Valéry: «lo más profundo es la piel». El libro impreso obliga al sentido del tacto a participar en su lectura. Hace años, cuando yo leí Siete noches de Borges, sentí nostalgia de no haber estado in situ cuando el «ciego clarividente de Buenos Aires» dictó sus ponencias, pero, a la vez, quedé agradecido por poder tener acceso a esa sabiduría porteña. Quienes no estuvimos presentes en esas Juevinas, podremos penetrar en el fecundo «pensamiento sentiente» de Gil. Enhorabuena, y que venga pronto la segunda parte.

Referencia:

Prado Galán, Gilberto, En presencia de lo eterno. Juevinas. Primera parte, Arteletra/Colofón, CDMX, 2024.

Deja un comentario