Saltillo vivió un contraste fascinante: la mística Expo Esotérica y la fervorosa peregrinación de transportistas a la Virgen de Guadalupe. Dos mundos opuestos, ambos marcados por fe, rituales y conexión espiritual
Es el primer día del último mes del año; una fecha significativa donde dos eventos diametralmente opuestos coincidieron en Saltillo: la peregrinación de los transportistas hacia el Santuario de Guadalupe en honor de la Virgen de Guadalupe y la Expo Esotérica. Uno al centro de la ciudad y el otro al norte. Muy distantes y distintos. Asistí a los dos para fotografiarlos.
Primero a la Expo Esotérica, un espacio con olor a inciensos y sahumerios, con venta de collares, pulseras, anillos, velas aromáticas, cartas del tarot y de otras más oscurantistas, muñecas y muñecos —algunos visualmente macabros—, atrapasueños, piedras y minerales, figuras de elefante, de ángeles, corazones, trébol; imanes para quienes practican Reiki, en fin, productos relacionados con las buenas vibras, energías, limpias y la muerte.
Se impartieron conferencias sobre cómo obtener abundancia y dinero, un artista tocaba instrumentos de aire a la entrada, había limpias con hierbas; huevo, limón e inciensos, pero también se comercializaron prendas de vestir, mezcal, tequila, jugos sanadores, salsas y hasta masajes relajantes. Contrario a lo que pueda pensarse, no se sentía una mala vibra o una atmósfera densa; más bien místico. Los asistentes buscaban purificar su energía o bien atraer dinero, salud, amor, equilibrio. Me agradó la Expo. Salí animada por las fotos que tomé, no sin antes llevarme una pulsera energética y un par de inciensos. No pude resistirme.
La peregrinación estaba en su apogeo. Decenas de camiones del transporte público de ruta y de traslado de personal, taxis, tráileres, vagones y hasta un triciclo desfilaron frente al Santuario de Guadalupe. Las bocinas sonando a todo volumen; varias combis fueron decoradas con flores formando la palabra Guadalupe, Lupita o el apellido del chofer, y otros más montaron fotos de sus seres queridos.
Ubicados en diferentes puntos, dos sacerdotes bendecían las unidades con agua bendita vertida en botellines de agua Bonafont. Abordaban los vehículos para bendecir a los conductores y la unidad por dentro. Frente al Santuario, algunos choferes bajaron para tomarse la foto del recuerdo junto a su camión e incluso con su esposa e hijos, a todos ellos también les daba la bendición el sacerdote.
Los arreglos florales que portaban en sus cofres o en la defensa eran colocados en el Altar Mayor de la iglesia frente a la Virgen de Guadalupe por parte de ayudantes de los conductores o por ellos mismos y sus familias. Se persignaban y postraban ante la madre de todos los mexicanos, abrazados y unidos en una devoción conmovedora. Algunas personas usaban playeras con la imagen de la Virgen; espectadores también se tomaron foto del recuerdo con aquellos camiones o taxis llamativos en su decoración. En el exterior del Santuario vendedores ambulantes ofrecían sus artículos conmemorativos como almanaques, posters, medallitas, pulseras; también ramos de flores y frituras.
Sorprende la cantidad de unidades desfilando desde antes de mediodía a un ritmo lento, porque obviamente el tráfico se trastocó en esa zona, todos pacientes, nadie aceleraba el motor, contrario a la inquietud que muchas veces muestran cuando circulan las calles o carreteras prestando el servicio de transporte. Todo sea por el respeto a la Virgen de Guadalupe, de honrarla y venerarla, pero especialmente para pedirle su santa bendición.
Se percibía la fe, humildad y gratitud. Tampoco de ahí salí con las manos vacías: buenas imágenes que levanté con la cámara, con júbilo por lo que vi y el ambiente espiritual que viví. Salí con la cadenita con una cruz que porto en el cuello, bendecida del botellín de Bonafont de uno de los religiosos. Salí en paz, salí feliz.