Frida, la resonancia intemporal

La mexicana trascendió su época para encarnar luchas sociales, mientras su imagen se convierte en mito, mercancía y símbolo global de resistencia que interpela tanto al arte como a la cultura popular

Décadas han pasado desde que Frida Kahlo dejó este mundo, pero su espíritu, su arte, su aliento, siguen atravesando el tiempo. A propósito de Madame Rivera. Una fugaz parisina, libro recientemente presentado en la Feria del Libro de Coahuila —donde se abordan las vivencias de la artista durante su estancia en París en 1939, invitada por André Breton—, su figura vuelve a encender la conversación cultural. En París, esta ciudad que un día la acogió en la soledad y la incomprensión, hoy la expone a la luz de los museos más importantes. El Palais Galliera, un lugar mítico del arte y la moda, ha acogido recientemente una exposición dedicada a su vida y obra. Los visitantes se agolpan, fascinados por esta mujer que, con un solo trazo de pincel, supo capturar el dolor, la pasión y lo invisible. Su arte nunca envejece; parece incluso reinventarse con cada nueva generación que lo descubre.

Frida no fue simplemente una artista del pasado. Personificó un ícono de las luchas sociales, un modelo de valentía, una voz para los oprimidos. Hoy, más que nunca, resuena en los movimientos feministas, en las luchas de la comunidad LGBTQ+ y en la defensa de los derechos de las personas con discapacidad. Se ha transformado en una figura polifacética, símbolo de emancipación y rebeldía. Su imagen se reproduce, su rostro aparece en murales, sus frases se imprimen en camisetas. Está en todas partes.

Las generaciones más jóvenes —que no vivieron la guerra, el dolor físico ni la injusticia social que marcaron a Frida, pero que enfrentan contextos igualmente exigentes— la ven como un faro. Ya no es solo la artista mexicana excéntrica, ni la mujer frágil que sufría. Es la voz de quienes hoy se rebelan contra el silencio y el olvido, que se afirman ante la adversidad.

Ícono pop

Frida Kahlo, sus obras, su vida, sus escritos, sus cartas, su manera de vivir y relacionarse, su vínculo con Diego y con sus contemporáneos, así como con todos los que cruzaron su camino, se han convertido en objeto de estudio, publicaciones, fascinación y admiración. Para algunos, esta fascinación roza la idolatría. A lo largo de las décadas hemos sido testigos de la construcción progresiva del mito de Frida Kahlo, forjado tanto por sus elecciones artísticas radicales como por su vida tumultuosa, sus sufrimientos físicos y emocionales, y también por el aura que cultivó en torno a su imagen: sus retratos impactantes, su vestimenta colorida, su estilo de vida único. Este mito fue alimentado por su voluntad de jugar con su figura y transformar el dolor en símbolo.

Hoy, Frida Kahlo es mucho más que una artista: es un ícono cuya influencia trasciende el mundo del arte e impacta la cultura popular, la moda, la política, las luchas sociales y mucho más. Resulta fascinante seguir las capas de esta construcción histórica, la elaboración del mito «Frida Kahlo», y entender cómo esta figura ha atravesado las épocas hasta convertirse en símbolo vivo. Sin embargo, también es crucial volver a la realidad de su tiempo, revisar el proceso de creación de este mito y comprender lo que realmente vivió, lejos de las leyendas tejidas en torno a su nombre.

El descubrimiento inesperado

El imaginario colectivo registra que una de sus obras más conocidas, The frameEl marco o Retrato de la artista— fue comprada por el museo del Louvre. Para mi sorpresa, no encontré constancia alguna de esta adquisición en los archivos del Louvre. Gracias a mis contactos y a una investigación más exhaustiva, descubrí la verdad. Este cuadro no fue obtenido por el Louvre, sino por el Ministerio de Bellas Artes. En efecto, tras una propuesta de la Galería Renou & Colle, Retrato de la artista (nombre verdadero de la obra) fue comprado en 1939 por la Oficina de Obras de Arte del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, por mil francos de la época (aproximadamente 500 euros actuales). La obra se asignó al Museo del Jeu de Paume, entonces encargado de las colecciones de arte contemporáneo de escuelas extranjeras. Esta pequeña obra (28 x 20 cm), hoy expuesto en el Centro Georges Pompidou, es la única obra de Frida Kahlo en una colección pública europea.

Reconocimiento institucional

Otro aspecto fascinante de la trayectoria de Frida Kahlo es su lugar en la historia del arte latinoamericano. Es importante señalar que no fue la única artista de la región en recibir reconocimiento institucional durante su vida. De hecho, Violeta Parra, la reconocida artista chilena, es la única latinoamericana cuya obra fue adquirida por el Louvre en vida. Este hecho destaca la relevancia de Parra en el arte latinoamericano, al tiempo que evidencia que Frida, aunque profundamente influyente, no obtuvo el mismo reconocimiento inmediato por parte de las instituciones europeas. E4

Gestor Cultural franco mexicano, con estudios de Concepción de Actividades Culturales en la Universidad de Perpignan, Francia y una Maestría de Estudios Teatrales en la Sorbona de París. Desde hace 24 años realiza proyectos de Gestión Cultural y curaduría de exposiciones entre México y distintos países del mundo.

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