El 6 de diciembre de 1914, en pleno Palacio Nacional, Emiliano Zapata aseguró con firmeza y hasta fiereza que la silla presidencial estaba embrujada, quien la ocupaba enloquecía; que había que quemarla. En tiempos de lluvias intensas que mucho benefician, pero también dañan propiedades en Torreón, recordando la frase supersticiosa del Líder Suriano, concluí: «…bueno yo creo que aquí también existen lugares endiablados, el bulevar Revolución; o por lo menos está maldito; a las pruebas me remito».
Hacia 1990, Eliseo Mendoza Berrueto, entonces gobernador de Coahuila, gastó del erario 10 mil millones de pesos en el drenaje pluvial de Torreón, y según él presumió que ya jamás esta ciudad se inundaría… recuérdalo torreonense: consistió en unas zanjas con rejillas en la orilla norte de esta amplia vía desde la Saltillo 400 hasta la Alianza; su profundidad era de unos 20 centímetros y el ancho más o menos igual, aunque como el chorrito de la fuente de la patita, se hacía grandota y se hacía chiquita; su inclinación sí era simbolismo de las dunas de nuestro desierto: unas pa’rriba y otras pa’bajo. Luego primero desaparecieron las rejillas metálicas, las cuales se fueron al fierro viejo y más tarde se fueron rellenando los surcos y hoy nada queda. «Pa’qué si en Torreón no llueve».
Está bien entendido que a las proletarias calles de las colonias humildes el agua las recorre con singular alegría arrastrando muebles, vehículos y hasta personas; pero en las colonias emergentes, los constructores tienen obligación de entregarlas al municipio con drenaje pluvial y otros servicios, ¿$erá que se conquistaron dichos acuerdo$ con la$ autoridade$ municipale$?
Lo más terrible es la negligencia o más bien desconsideración de las autoridades de vialidad que permitieron filas interminables de automovilistas varados en semáforos que fallaban y nadie se “acomidió” a colocar agentes en cruceros inundados e intransitables para orientar conductores, apoyar vehículos varados y dirigir el tráfico ya que en ocasiones era necesario dar paso incluso a peatones que estaban bloqueados en camellones.
Los «servidores públicos», dentro de sus patrullas observaban imperturbables el caos sin que este tuviera nada que ver con ellos y sus jefes o el alcalde, en sus oficinas tranquilos mientras miles de laguneros sufrían las inclemencias de la tormenta, total, por lo pronto no vienen elecciones y para cuando lleguen ya se olvidaron las peripecias.
Ridículo que ahora sí, las autoridades Prianistas coahuilenses estén llorando al Gobierno federal, al que tanto han criticado, ayuda para el drenaje pluvial. Me temo que, como en todo lo anterior, dicha ayuda se invertiría en bares propiedad de funcionarios moreiristas por la Colón y la Morelos como ya ha sucedido.
Pero en Coahuila la alternancia no ha llegado porque muchas personas aún creen en las diarias mentiras y patrañas que los medios de comunicación tradicionales, lo mismo impresos que audiovisuales, todos absolutamente idénticos en transmitir falacias gracias a los miles de millones de pesos que los gobiernos estatales y municipales les comparten; («chayote», creo se llama), por ello el ciudadano tiene que sufrir terriblemente sin contar con apoyo mediático alguno; pero ya está vengándose al no leer, escuchar ni ver esos infames medios oportunistas y vendidos. Sí está cambiando el lagunero.
Pero no nos asombremos demasiado, exactamente, lo mismo está pasando con el llamado «Metrobus» hoy «Bus Laguna» cuyas estaciones, abandonadas, físicamente destruidas y grafitadas, al igual que su horrible camellón, apadrinados desde el gigantesco pozo a la entrada por Gómez Palacio que iba a ser una estación de primer mundo y hoy es un charco enlamado y harto de basura. Lo más terrible es que este bulevar estaba elevado porque eran las vías del ferrocarril y ayudaba al desfogue de aguas en casos como el presente, ahora con esos adefesios se ha convertido en contenedor de corrientes hídricas e inunda calles aledañas. ¿Estaré exagerando cuando digo que el bulevar Revolución está endemoniado?
Así pues, torreonenses, no hay dinero para drenaje pluvial ni para tapar súper baches, menos para pavimentar, salvo calles de colonias residenciales donde viven los funcionarios públicos; lo más podrá bachearse y sí, seguir poniendo costosísimos bolardos con el emblema de la actual administración. Sí, ya sé, para nada sirven, pero justifican gastos del erario municipal.