La democracia como dogma

Históricamente la «democracia» ha sido utilizada por diferentes grupos que dicen defenderla, pero en realidad se valen del término para buscar dominar los Gobiernos de las naciones capitalistas, incluso, niegan la existencia de esta en regímenes que son mixtos o marcadamente socialistas (que jamás «comunistas» eso nunca ha existido ni existirá, sigue siendo el mismo «fantasma» que Marx y Engels anunciaban en su manifiesto en 1848, ese que solamente asusta gente con parvas luces intelectuales y/o quiere atemorizar a otros igualmente ignaros).

«Dogma democrático» que intenta presentarse como doctrina filosófica basada en una verdad absoluta de indudable bondad y quienes enfrentan sus contradicciones son enemigos del «pueblo»: vocablo también sospecho y mosqueado por quienes dicen interpretar y transmitir el magisterio de los filósofos políticos (Voltaire, Locke, Rousseau, Montesquieu) y sus principios que dan libertades absolutas hasta para morirse de hambre o matar en nombre de ese evangelio liberal, fundado en principios inviolables e inmutables, obligatoriamente aplicable sin alteración alguna por gobernantes, intelectuales, partidos y hasta los medios de comunicación tradicionales, todos ellos maiceados quienes bajo ese credo se llenan sus bolsillos al saquear el erario.

En la cúspide de la humana sapiencia, aparecen Maestros humanistas, los filósofos sociales, Cristo, Dios mismo; Chomsky; Boff; san Romero; el Papa Francisco, entre otros, quienes priorizan al ser humano sobre las instituciones civiles que deben ser simplemente instrumentos conductores a la dignidad humana que por ser esta de origen divino es inviolable.

Es aquí donde liberalmente debemos parafrasear el mandato evangélico: Cuando ayudes al más pobre, al más necesitado lo harás conmigo y cuando lo desprecies, lo insultes, le niegues ayuda porque piensa diferente a ti, lo estás haciendo conmigo, no importa que seas obispo, sacerdote, comunicador, intelectualoide o miembro de una imaginaria sociedad civil, eres fariseo, te persignas tres veces, adoras de rodillas la consagración del pan y del vino; arrojas las monedas que te sobran al cepo del templo de piedra, pero luego niegas pan al santuario corporal de un mendigo que es hijo de Dios.

No basta que el pueblo crea en la democracia; es indispensable enseñarle que está legislada constitucionalmente en artículo tercero y que tiene como garantía la soberanía popular (artículo 39) y que cuando él decide una forma de gobierno y designa a un gobernante, este jamás será dictador, aunque los conservadores perdedores así lo designen; ya que el sufragio universal otorga legitimidad y legalidad al triunfador de los comicios y estas nacen de la voluntad popular. Uno solo pasará a la historia; sus detractores, en el polvo se pudrirán.

Los derrotados en las urnas deberían aceptar la voluntad popular y no intentar seguir golpeándola con mentiras, falacias o amenazas de crisis económica que terminan siendo petates de muerto. Realmente debemos reconocer que en 2024 la competencia democrática jamás existió; nunca se presentó una candidatura seria y capaz de triunfar, su brillo fue menor al destello de una luciérnaga; investidura que solamente sabe calumniar y falsificar hechos y que, a pesar de la contundencia en los comicios, jamás ha dicho ni dirá la verdad, está encaprichada con la deshonestidad eternamente.

Es importante destacar que existe unicidad en la concepción de la democracia y esta es celosa de cualquier otra forma (monarquía/tiranía o aristocracia/oligarquía). Tal vez, dadas las últimas experiencias con dos expresidentes ultraconservadores, quienes emitieron deleznables refutaciones etílicas y alucinadas enverdecidas, debería establecerse en México aquel famoso «ostracismo» griego que consistía en enviar al destierro a quienes los ciudadanos condenaban por considerarlos malos para la soberanía popular y que podían dañar a la población.

¿Toda acción popular libre y mayoritaria es democracia? Debemos aceptar que, de acuerdo con la doctrina, SÍ; hoy Europa y algunos países sudamericanos enfrentan gobiernos ultraconservadores y posiblemente Estados Unidos regrese a ello, pero es la voluntad de sus pueblos expresada en las urnas, entonces sí es democracia, aunque signifique retroceder a épocas inquisitorias, deberán aceptarlo los progresistas y más allá de eso, respetarlo y tolerarlo.

Definitivamente la «Democracia Mexicana» es sui generis, acepta uniones de contrarios históricos e ideológicos por intereses espurios; mantuvo subsidiados a todos los medios tradicionales de comunicación quienes ya perecen día a día, prácticamente nadie les cree y pronto conoceremos de sus funerales, muchos silenciosos sin que nadie lo note porque ya existen en el vacío comunicativo.

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