La última carta: encrucijada presidencial

Una leyenda urbano-política que incluso se convirtió en chiste desde hace muchos años, señalaba que el presidente saliente decía a su sucesor, sobre todo si eran del mismo partido o grupo de poder, que cuando no pudiera solucionar un problema de gobernanza, sacara de un cajón del escritorio presidencial una carta cerrada.

El interior de la carta, tenía una sola hoja con la siguiente oración: «Si no sabes que hacer, échame la culpa a mí», postura que por lo menos sacaría en forma momentánea del conflicto a quien dirigiera los destinos del país.

Hay una máxima popular que dice: que «entre broma y broma, la verdad se asoma» y en la historia antigua y reciente de la política, la sentencia aplica para cualquier gobernante, no solo el presidente.

En el sexenio que terminó, la técnica se aplicó hasta el cansancio y fue la máxima para explicar por qué problemas como la inseguridad y la corrupción fueron endilgados no al anterior presidente, si no por los menos a los últimos tres, sin que a la mitad siquiera de la administración se asomara una posibilidad de posibles soluciones.

Para muchos mexicanos aún subsiste la idea de que la actual presidenta de México, tarde o temprano y de manera paulatina, podría romper con el estilo de Gobierno de su antecesor para evitar la imagen de una administración absolutista y totalitaria.

La posibilidad, sin embargo, para otros muchos, es remota y poco probable, pues aún hay muchos candados como herencia y sobre todo el principio de que al gobernar como el anterior hay suficientes garantías de mantenimiento de la popularidad ciudadana que es el principal activo del grupo de poder en turno.

Con una oposición debilitada y en la lona, con mayoría en las cámaras, un poder judicial herido de muerte y sin órganos reguladores, la nueva titular del Poder Ejecutivo federal, no tiene obstáculos para gobernar a su antojo y libre arbitrio, sin temor a la ley ni a Dios ni al Diablo.

El populismo como forma de gobierno permite a los políticos justificar cualquier acción que pueda violar los derechos individuales y generales de la población para maquillar sus acciones culpando a terceros por la falta de solución a problemas sociales como la inseguridad o la falta de servicios de salud pública suficientes.

Las decisiones unilaterales y absolutistas sólo podrían ser frenadas por los vecinos del norte, que ya generaron reacciones, al menos en el discurso, sobre el futuro comercial y social entre ambos socios de un tratado, pero aún más de un vecino.

Será después de las elecciones del 5 de noviembre en Estados Unidos y se defina al nuevo o nueva presidenta, que se conocerán los alcances de las reacciones de los vecinos a la reforma judicial y la desaparición de órganos reguladores, que podrían alcanzar severas sanciones comerciales con el incremento de aranceles que complicarán aún más la ficticia economía de los mexicanos.

No es difícil vaticinar a quién culparán de las situaciones negativas y de las fallas en la gobernanza; tampoco anticipar a quién no van a culpar; pero cuánto aguantará el modelo de sumisión y la delgada tentación de formar un legado propio para mantener el control y evitar colapsos de poder, primero al interior del movimiento y después con los vecinos y socios del norte.

Autor invitado.

Deja un comentario