La verdadera transformación

Las políticas públicas de cualquier gobierno debieran ser fruto de ponderada reflexión y no de caprichos pasajeros porque si no es así, nada se puede conseguir en cuanto a la construcción de una aspiración real por beneficiar a la asamblea ciudadana a la que se gobierna.

En el caso de la educación, las políticas públicas de nuestro Gobierno  parecen un capricho donde podría surgir una pregunta perturbadora: ¿al servicio de quien está la educación en México?

Mi reflexión en este artículo hay que situarla dentro de la realidad mexicana y en este momento histórico en particular, nada más. Mi experiencia en el ramo me indican que todo proceso educativo conlleva el compromiso implícito con la transformación de la sociedad. Al referirme a nuestra sociedad mexicana, hago referencia concretamente al subdesarrollo.

Por subdesarrollo en términos educativos entiendo, no situación de atraso, sino de dependencia, resultado de las manipulaciones ideológicas que mantienen al pueblo mexicano en condición de sumisión y pacífico aletargamiento.

Por eso creo que el camino del desarrollo equivale al cambio social estructural. Y para alcanzarlo no basta la institución educativa escolarizada, justamente porque aparece como dependiente del poder que rige la sociedad y, por tanto, responde a los intereses de la clase dominante, es decir, gobierno y dinero.

Pero a su vez me veo obligado a afirmar que no se puede dar ningún cambio social estructural sin la educación de la conciencia de los individuos, donde está el verdadero cambio transformador. Si esto no se diera así se caería en una nueva situación de dependencia.

El problema de la situación educativa en México es de carácter histórico. Hoy en día se ha reducido prácticamente a lo escolarizado. El problema con este sistema es que reviste un carácter de obligatoriedad y universalidad que la convierte en un canal educativo del cual nadie puede, literalmente, excluirse.

Oficialmente se presenta como una bondad institucional. La retórica oficial la describe como una institución social en la cual participan estudiantes de determinadas edades, en forma regular, asistiendo a una enseñanza transmitida en clases centradas en un docente para darle cauce a un currículum graduado, para después ascender de las etapas inferiores a las superiores del conocimiento.

Pero una escuela así es discriminatoria pues desacredita otras formas de educación y fortalece la creencia de que todo lo que se aprende en el aula debe ser enseñado por alguien; lleva implícita la negación de otras formas de aprendizajes. Una escuela así limita la vitalidad del estudiante y atrofia la imaginación creadora.

Con esa visión institucional, lo que en realidad la escuela enseña es el sometimiento y suprime el potencial transformador que debiera tener la educación en una sociedad históricamente alienada. Por si algo faltara se ha hecho creer que enseñar es una tarea difícil y, por eso, ha sido reservada a los iniciados.

De esa manera, la educación que debió haber nacido como una tarea social, hoy en día se ha convertido en un ritual meramente burocrático, llevado a cabo sin pasión ni visión y proyección de futuro y en la práctica se constata en cada uno de sus actos que es selectiva, puesto que monopoliza la asignación de roles y tareas específicas dentro la sociedad.

México es dependiente en su pasado y en su presente. Ningún régimen político ha sido capaz de instalar al país en la ruta de un desarrollo que le permita situarse en una mejor condición de bienestar. Hoy esa situación mantiene y agrava la realidad del subdesarrollo, marginalidad y opresión.

A partir de esa situación es fácil intuir que la educación en México debe ser creadora, es decir, ir en búsqueda de soluciones alternativas dentro de los esquemas socioeconómicos; no puede seguir siendo una reedición de esquemas de pasadas generaciones ni una adaptación de modelos ajenos a nuestra realidad.

A ese proceso creador debe sumarse un espíritu revolucionario cuyo soporte principal sea un proceso de toma de conciencia de las limitaciones de nuestra sociedad y proponer críticamente valores que hagan del estudiante un individuo más libre y más independiente, con mayores alcances en su proyecto de vida.

Habría que buscar también que nuestra educación debiera ser más democrática, más participativa para crear espacios de relación solidaria propiciando de esa manera que deje de ser ese agente eficaz de los grupos dominantes y arrebatarles esos falsos valores que justifican su manipulación ideológica.

El claro conocimiento de las reales necesidades de nuestra educación podría contribuir al establecimiento de cuál sería la mejor fuente de datos y recursos destinados a la satisfacción de cada uno de sus casos específicos descubriendo también nuevos modelos educacionales adecuados a la realidad concreta mexicana.

Muchos sectores de la población mexicana en edad escolar son marginados del proceso educativo, frustrando sus expectativas de obtener una formación calificada. Ese corpus de población excluida de la escuela señala las grandes urgencias educativas que no han sido satisfechas en nuestra sociedad.

Por eso, como parte de políticas públicas, el autodenomidado segundo piso de la 4T, debiera pensar una reforma educativa que brinde la oportunidad de un verdadero cambio educacional a fin de romper la contracción de oportunidades económicas y sociales en grupos minoritarios e irlas pasando a las grandes mayorías, mediante una labor de concientización del hecho social que significa el concepto educación.

Pero parece que no se dará en esta administración, como tampoco cupo esta posibilidad en la anterior, de la misma filiación ideológica. Aunque pregonen ser distintos al antiguo régimen neoliberal (dicen ellos), en realidad se afilian perfectamente a la ideología capitalista que pretende, a través de la escuela, formar individuos de orden, dóciles a las normas, respetuosos de la autoridad.

Signos hay muchos: el nombramiento como titular de la Secretaría de Educación Pública de un político que representa los valores de sumisión al poder, pero de escasa habilidad para crear en ámbitos tan importantes como la educación. A eso se suma la vendetta del líder nacional del SNTE quien pretende afiliar masivamente al partido hegemónico al total de los maestros agremiados a esa organización sindical.

Ambos acontecimientos constituyen las malas señales de un gobierno que deja muy en claro que la educación no entra en su agenda de prioridades y que, además, la llamada Nueva escuela mexicana, sólo forma parte de una retórica que le viene bien a su discurso vacuo.

San Juan del Cohetero, Coahuila, 1955. Músico, escritor, periodista, pintor, escultor, editor y laudero. Fue violinista de la Orquesta Sinfónica de Coahuila, de la Camerata de la Escuela Superior de Música y del grupo Voces y Cuerdas. Es autor de 20 libros de poesía, narrativa y ensayo. Su obra plástica y escultórica ha sido expuesta en varias ciudades del país. Es catedrático de literatura en la Facultad de Ciencia, Educación y Humanidades; de ciencias sociales en la Facultad de Ciencias Físico-Matemáticas; de estética, historia y filosofía del arte en la Escuela de Artes Plásticas “Profesor Rubén Herrera” de la Universidad Autónoma de Coahuila. También es catedrático de teología en la Universidad Internacional Euroamericana, con sede en España. Es editor de las revistas literarias El gancho y Molinos de viento. Recibió en 2010 el Doctorado Honoris Causa en Educación por parte de la Honorable Academia Mundial de la Educación. Es vicepresidente de la Corresponsalía Saltillo del Seminario de Cultura Mexicana y director de Casa del Arte.

Deja un comentario