Mario Vargas Llosa: escribir para resistir

Desde su irrupción con La ciudad y los perros hasta sus controversias con el lenguaje inclusivo, el nobel peruano defendió la palabra como trinchera de libertad

Las nuevas claves de la narrativa

«La literatura es una de las formas más eficaces de rebelión». Esta afirmación de Mario Vargas Llosa, uno de los escritores más influyentes de su generación, captura su visión de la escritura como un acto de resistencia. Desde sus primeros relatos hasta sus intervenciones políticas, la obra del peruano estuvo marcada por la pasión, la polémica y el compromiso con la libertad. El reciente fallecimiento del Nobel no solo deja un vacío en las letras hispanoamericanas, sino también en el debate público que supo animar con lucidez, aunque no sin controversia.

La noticia de su fallecimiento, ocurrida el 13 de abril, en Madrid, a los 89 años, generó una ola de reacciones en el mundo cultural y político. El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, destacó «su compromiso con la democracia y la libertad» mientras que en Perú, la presidenta Dina Boluarte decretó duelo nacional y calificó al autor como «el más grande embajador cultural de nuestra historia».

«¿Qué ocurrirá con la literatura en el futuro? Lo que nosotros queramos, por supuesto. ¿Podría ella desaparecer? Sería posible, sin duda alguna. Pero un mundo sin soñadores sería pobre y tristísimo, un mundo sin aventuras, aburrido y siniestro, un mundo orquestado por los poderosos y sometido a su constante vigilancia. No es lo que quisiéramos».

Mario Vargas Llosa, premio nobel de literatura

El escritor que quiso gobernar

Nacido en Arequipa en 1936, Mario Vargas Llosa personificó, desde joven, un hombre marcado por el inconformismo. Su incursión en la política no fue una digresión de su carrera literaria, sino una extensión natural de su creencia en la palabra como herramienta de transformación social. En 1990, tras años de denuncia del populismo y la dictadura, decidió postularse como candidato presidencial en Perú bajo la bandera del liberalismo, liderando el movimiento FREDEMO. Su propuesta, centrada en el libre mercado y la modernización del Estado, terminó siendo rechazada en las urnas por un electorado que prefirió al outsider Alberto Fujimori.

«Fui escritor antes que político, y siempre lo seré. Pero sentí que era mi deber intentarlo, porque Perú se desmoronaba», dijo en una entrevista tras su derrota. Aquella experiencia, que relató más tarde en su libro El pez en el agua, no lo alejó del escenario público. Al contrario, consolidó su figura como referente del pensamiento liberal en América Latina, y se convirtió en un crítico incansable de los regímenes autoritarios y del populismo, tanto de derecha como de izquierda.

Del boom al desencuentro

Durante las décadas de los 60 y 70, Vargas Llosa fue parte del llamado «Boom latinoamericano», un fenómeno literario que proyectó a nivel mundial a un grupo de autores que renovaron la narrativa en lengua española. Compartía portadas y debates con Julio Cortázar, Carlos Fuentes y, muy especialmente, Gabriel García Márquez. La amistad entre ambos fue célebre, alimentada por la admiración mutua y por afinidades literarias.

Todo cambió en 1976. En un episodio rodeado de misterio, Vargas Llosa propinó un puñetazo a García Márquez en un cine de Ciudad de México. La ruptura fue definitiva. Aunque nunca se revelaron los motivos, las versiones apuntan a desavenencias personales y políticas. «Nos separamos no solo por un golpe, sino por maneras distintas de entender América Latina», diría años después. Mientras García Márquez abrazó la Revolución Cubana y mantuvo amistad con Fidel Castro, Vargas Llosa se convirtió en uno de los intelectuales más críticos del castrismo.

«Con Vargas Llosa muere una era del escritor como conciencia de su tiempo».

Rafael Gumucio, escritor y ensayista chileno

La dictadura perfecta

En 1990, Mario Vargas Llosa provocó una fuerte reacción en México al calificar al régimen priista de Carlos Salinas de Gortari como una «dictadura perfecta». La frase, que se ha mantenido entrre las más memorables de su carrera política, fue lanzada durante una conferencia en la Universidad Iberoamericana, cuando el escritor peruano se refería a la estructura del poder en México, que, a pesar de aparentar democracia, se mantenía bajo un control autoritario y un sistema electoral que favorecía al Partido Revolucionario Institucional (PRI).

La afirmación de Vargas Llosa reflejaba su mirada crítica sobre el autoritarismo y la simulación democrática en América Latina y fue interpretada como una dura denuncia a la política mexicana. En su discurso, el Nobel de Literatura señalaba que, aunque el régimen de Salinas se presentaba como un ejemplo de modernización y apertura, en realidad mantenía intactas las estructuras de control del PRI, controlando el sistema electoral, los medios de comunicación y los recursos del Estado. La «dictadura perfecta» se refería precisamente a esa capacidad del PRI de disimular su autoritarismo bajo el manto de una democracia formal.

La reacción no se hizo esperar. La prensa mexicana, en su mayoría alineada con el régimen, atacó duramente a Vargas Llosa, acusándolo de intervencionismo y de desconocer la realidad del país. Los medios de comunicación controlados por el Gobierno pusieron en duda su credibilidad y su conocimiento de la situación interna de México. Algunos llegaron incluso a acusarlo de tener intereses personales, dados sus fuertes vínculos con ciertos sectores de la política latinoamericana.

A pesar de la censura que le siguió en México, Vargas Llosa mantuvo su postura, reafirmando su visión del PRI como un ejemplo de lo que él consideraba una dictadura democrática. Esta anécdota no solo subraya la valentía de Vargas Llosa para enfrentar las realidades incómodas, sino también su capacidad para provocar el debate en cada uno de sus pronunciamientos. La «dictadura perfecta» pasó a ser uno de sus legados más polémicos, una crítica que, aunque no bien recibida por el régimen mexicano, destacó su arrojo al enfrentar el autoritarismo con la palabra.

«No es necesario estar de acuerdo con Vargas Llosa para admirarlo a fondo».

Juan Villoro, escritor y periodista mexicano

Trinchera cultural

En los últimos años, Vargas Llosa estuvo involucrado en numerosas polémicas culturales. Su crítica al lenguaje inclusivo fue una de las más resonantes. «El lenguaje está para comunicar, no para adoctrinar», sostuvo en una conferencia en Madrid. Rechazaba el uso de términos como «todes» o el desdoblamiento forzado («niños y niñas») por considerar que respondían más a imposiciones ideológicas que a una evolución natural del idioma.

Esta postura lo enfrentó a amplios sectores progresistas, que veían en él a un autor anacrónico. Sin embargo, otros lo defendieron como un guardián de la claridad y la precisión del lenguaje. «Vargas Llosa entiende que la lengua es una construcción cultural, no un campo de batalla», escribió el columnista español Juan Claudio de Ramón.

Consagración de una carrera

En 2010, el sueño de todo escritor se cumplió para Vargas Llosa: la Academia Sueca le otorgó el Premio Nobel de Literatura «por su cartografía de las estructuras de poder y sus imágenes mordaces de la resistencia, la rebelión y la derrota del individuo». Fue el primer peruano en recibirlo y el primer autor del Boom galardonado desde Gabriel García Márquez en 1982.

«Este premio no es solo para mí, sino para la literatura en español», afirmó en Estocolmo, donde pronunció un emotivo discurso titulado «Elogio de la lectura y la ficción». En él, reafirmó su fe en la novela como forma de libertad y herramienta crítica contra la realidad y el dogma.

Entre la ficción y la libertad

La obra de Vargas Llosa es vasta y plural. Desde el realismo feroz de La ciudad y los perros hasta el erotismo de Los cuadernos de don Rigoberto, pasando por novelas históricas como La guerra del fin del mundo o políticas como Conversación en La Catedral, su estilo combinó rigor estructural y pasión narrativa.

Fue un defensor de la democracia liberal, incluso cuando esta se volvía impopular. Y su presencia en los medios de comunicación, con columnas semanales y debates televisivos, lo mantuvo muy activo hasta sus últimos días. «La libertad no hace felices a los hombres, los hace simplemente hombres», dijo una vez. Esa frase resume la búsqueda que guio toda su obra: comprender, retratar y defender la libertad, aunque escueza.

Mario Vargas Llosa vivió como escribió: con intensidad. Y aunque ya no esté para encender más fuegos, las llamas que dejó encendidas seguirán ardiendo en las bibliotecas y las plazas del debate. E4


Las nuevas claves de la narrativa

La obra del novelista estuvo marcada por la crítica al poder, la pasión por la libertad y un dominio técnico excepcional

La narrativa de Mario Vargas Llosa es una maquinaria compleja donde se cruzan política, psicología y arte. Desde sus primeros libros, el autor peruano construyó una literatura comprometida con el mundo, que no teme a las estructuras de poder y que se pregunta constantemente por el papel del individuo dentro de ellas. A lo largo de su carrera, su estilo evolucionó, pero mantuvo una constante: el deseo de comprender la realidad desde la ficción.

Una de las principales características de su obra es la experimentación formal. Vargas Llosa domina el arte del contrapunto, el uso de múltiples voces narrativas y los saltos temporales. En sus novelas conviven diferentes planos de realidad, y es habitual que el lector deba armar el rompecabezas narrativo a medida que avanza. Esta complejidad no es un capricho estético, sino un intento de capturar la densidad del mundo real.

El otro gran pilar de su literatura es la libertad. Vargas Llosa ha dicho que escribir es un acto de rebelión contra el mundo tal como es. Sus personajes suelen enfrentarse a sistemas opresivos —el autoritarismo militar, la corrupción, la manipulación religiosa— y buscan, a veces con violencia y a veces con ternura, una salida hacia la autonomía.

En el seno de su extensísima bibliografía vale destacar cinco de sus novelas más influyentes:

  • La ciudad y los perros (1963)

Su primera gran novela y una denuncia feroz de la brutalidad militar en el Colegio Leoncio Prado. Supuso un hito en el realismo latinoamericano y lo lanzó al reconocimiento internacional.

  • Conversación en La Catedral (1969)

Considerada por muchos su obra maestra. Explora el desencanto político y existencial durante la dictadura de Odría en Perú. Destaca por su estructura fragmentada y su tono sombrío.

  • La guerra del fin del mundo (1981)

Una novela histórica monumental sobre la rebelión de Canudos en Brasil. Aquí Vargas Llosa despliega su capacidad para abordar conflictos ideológicos y religiosos con profundidad y tensión dramática.

  • La fiesta del Chivo (2000)

Una potente recreación de los últimos días de la dictadura de Rafael Trujillo en República Dominicana. Con una prosa afilada, examina la mecánica del terror y la humillación.

  • El pez en el agua (1993)

Aunque es una autobiografía, funciona como una novela de formación. Narra su campaña presidencial y revela sus tensiones entre literatura y política, entre idealismo y realidad.

Mario Vargas Llosa deja un legado literario que trasciende estilos y fronteras.

Su obra desafía al lector, lo incomoda, pero también lo invita a pensar. En un mundo de consignas fáciles, sus novelas siguen apostando por la complejidad. Porque para él, como dijo alguna vez, «la literatura no tiene la verdad, pero tiene la libertad de buscarla». E4

La Habana, 1975. Escritor, editor y periodista. Es autor de los libros El nieto del lobo, (Pen)últimas palabras, A escondidas de la memoria e Historias de la corte sana. Textos suyos han aparecido en diferentes medios de comunicación nacionales e internacionales. Actualmente es columnista de Espacio 4 y de la revista hispanoamericana de cultura Otrolunes.

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