México ante su mayor amenaza

No se sabe con claridad cuál es la mayor amenaza que enfrenta el país. Si es el crimen organizado, el arribo de Trump o la complacencia social por el estado de cosas. Lo peor de todo es que los tres problemas se entreveran para hacer del futuro un gran problema porque se han debilitado o eliminado las instituciones; las libertades acusan una merma, especialmente la de expresión por la autocensura; la oposición está en su más bajo nivel, y los factores de poder incapaces para contener el abuso o los excesos de poder. La resultante es que los problemas de siempre persisten como es la impunidad y la desigualdad, a los que se agrega la violencia en todas sus expresiones.

Ha sido un acierto del Gobierno cambiar la estrategia en el combate al crimen organizado y todavía más que quien coordine los esfuerzos institucionales sea un civil. Revertir la situación requerirá tiempo, persistencia y claridad de objetivos. No todo el territorio está sometido al flagelo del crimen, pero son cada vez más los lugares en tales condiciones y hay municipios y entidades en las que la ausencia de autoridad es la realidad y el crimen se sobrepone o se impone a las autoridades.

Se dejó pasar demasiado tiempo. La tragedia por la violencia no remite al inicio del Gobierno de López Obrador, sino mucho antes. El origen del problema no es la pobreza o la desigualdad, es la impunidad y no hay Gobierno que pueda excluirse de tal insuficiencia. El incentivo es claro, se puede intimidar, maltratar o asesinar y no hay sanción consecuente; si acaso hay detención, la liberación ocurre por indebida gestión ante el Ministerio Público y, eventualmente, ante el juez, casi siempre local. El efecto de oprobio es que uno de 100 de los asesinos llega a la sentencia corporal. Tragedia nacional. Coahuila, Querétaro o Yucatán son la excepción y por algo allí la inseguridad tiene una diferenciada expresión, los asesinos son llevados a la justicia y son sentenciados, como ocurre en cualquier país civilizado.

La connivencia con el crimen organizado toma al Gobierno en mal momento al regreso a la presidencia Donald Trump. Él y los suyos ratifican que la complacencia del Gobierno mexicano con los criminales no es casual, sino expresión de connivencia, complicidad de las autoridades con los criminales. ¿Qué tan lejos están dispuestos llegar? Un problema para ellos incursionar abiertamente en el territorio nacional. Ni es la manera de resolver y eso cambia no sólo la relación con un aliado confiable y dócil, sino que la misma sociedad mexicana repudiaría cualquier forma de intervención militar y eso complicaría el futuro de la relación. La realidad es que la estrategia de los abrazos no balazos ha dejada expuesta la soberanía del país y de materializarse la decisión de considerar a los narcotraficantes como terroristas abriría la puerta para la aventura militarista del vecino.

El problema de fondo en México está en la ausencia de ciudadanía, de otra forma no se entiende las votaciones abrumadoras por López Obrador en 2018 y por Claudia Sheinbaum seis años después. Esto ocurre porque el oportunismo de las élites mexicanas y, desde luego, por una oposición sin sentido de su responsabilidad. La elección pasada son condena a las dirigencias del PAN, PRI y PRD, así de sencillo, así de contundente. El PRD dejó de existir, los dirigentes del PAN y del PRI se reprodujeron en el poder. Así, la opción por una nueva fuerza política democrática es indispensable, necesaria para airear el sistema de partidos y dar cauce a las expresiones sociales sobre la contención al régimen autocrático.

La amenaza del narcotráfico, Donald Trump o la complacencia social plantean un reto mayúsculo de inimaginables proporciones. Es de esperar que el régimen minimice los riesgos y magnifique su músculo para contener o enfrentar los problemas por delante. Sin embargo, corresponde y es obligado exponer la prospectiva crítica, la que se potencia por la fragilidad de la economía nacional, escamoteada por el Gobierno e ignorada por el sector empresarial y buena parte de la opinión pública.

México enfrenta las mayores amenazas en un país dividido, un Gobierno en la soberbia y un Congreso inexistente en sus responsabilidades fundamentales. La presidencia de la República tiene un desafío mayor, lo menos que se puede esperar es un sentido de inclusión y de respeto al opositor o al que disiente para facilitar el respaldo de todos en la gestión de las amenazas que se ciernen sobre el destino nacional.

Del error a la incertidumbre

Fallida respuesta de la presidenta Sheinbaum al presidente electo Donald Trump cuando amenazó con imponer aranceles a los productos de Canadá y México. Caer en la provocación es la peor de las posturas, lo ratificó la llamada días después en la que Trump tergiversó la conversación en temas fundamentales como afirmar que la presidenta Sheinbaum estaba de acuerdo con cerrar la frontera. Ahora ha recompuesto el camino, pero la incertidumbre se impone.

Más allá del error de engancharse con las declaraciones del presidente electo, no fue correcto responder a partir de una premisa falsa que consistía en concluir que como en los dos temas fundamentales —la expulsión de migrantes y la imposición de tarifas— afectaban a la economía norteamericana debieran tomarse con reserva. Por cierto, tampoco la reforma judicial iba en beneficio de los mexicanos y el régimen determinó llevarla adelante; significa que los Gobiernos no siempre actúan a partir del interés general, menos cuando hay de por medio una fuerte carga ideológica.

El secretario Marcelo Ebrard y la presidenta Sheinbaum hicieron su caso ante los medios de comunicación, sin mucho impacto en los inversionistas o en la opinión pública norteamericana. Es un error subestimar a Trump y todavía más suponer que no actuaría de acuerdo a su dicho, que lleva implícito que Trump 2 es igual a Trump 1, sin considerar el cambio radical en la situación, como es contar con mayoría en el Congreso y que no ha habido ninguna moderación en sus palabras y en la designación de sus colaboradores, más allá de las cordiales expresiones hacia la presidenta Sheinbaum.

No es fácil lidiar con la incertidumbre. Atemorizar a los mercados no es lo mejor; además, quien gobierna debe concitar confianza y tranquilidad en los mexicanos. En eso no lo hace mal la presidenta. La mejor muestra de las dificultades y riesgos para actuar ante Trump sucedido con Justin Trudeau, quien se precipitó para intentar negociar en una intempestiva y forzada visita a Mar a Lago, Florida. La humillación al país y al funcionario fue el resultado. No entendió que para el presidente era un rival ideológico y próximo a ser derrotado electoralmente. Su renuncia no debe sorprender.

Tema han sido los intereses económicos de las empresas norteamericanas en el acuerdo comercial. Sin duda son aliados, pero muy limitada su capacidad para contener al presidente Trump, quien les ha reconvenido por cerrar plantas en EE. UU. e impactar el empleo con inversiones en México y Canadá. La racional de los elevados costos no es aceptable para Trump, su movimiento ni para la mayoría de los norteamericanos. Por la misma consideración, el beneficio a la competitividad de las empresas norteamericanas por los migrantes ilegales carece de relevancia política, o económica para las empresas, no para los trabajadores.

Es una dificultad mayor entender a Trump 2. Su objetivo es transitar a un nuevo paradigma, como también hiciera López Obrador en México respecto a la política de gasto, el tema de seguridad pública y los fundamentos del régimen democrático, independencia de los órganos electorales y la constitucionalidad garantizada por un poder judicial autónomo e imparcial. Pocos previeron que estuviera decidido a transformar el régimen; igual está ocurriendo con Trump y la deportación masiva de migrantes que, así como reducir el déficit comercial se vuelven relevantes en su visión del futuro de EE. UU.

Para entender a Trump es necesario tomar en serio su determinación de cambiar el sistema económico y la manera como EU se relaciona con el mundo. Un error que todos sus dichos son baladronadas que en nada quedarán. Ahora más que siempre repudia el libre comercio, rechaza la presencia de migrantes ilegales en territorio norteamericano y considera que los grupos criminales son organizaciones terroristas, arrogándose el derecho de atacarlas donde se encuentren y con todos los medios al alcance.

Trivializar las palabras de Trump es un error, también descalificar a la oposición por un posicionamiento inexistente a favor de la intervención militar de EE. UU. Más allá de los temas de migración, seguridad y comercio están los intereses históricos de seguridad regional que obligan a la potencia militar a entender que peor sería perder los términos de un entendimiento que hace de México un buen y confiable vecino.

Autor invitado.

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