El pasado 15 de noviembre, la titular del ejecutivo federal Claudia Sheinbaum hizo llegar a la Cámara de Diputados por conducto del secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, el llamado Paquete Económico para el año 2015. Entre otros documentos, este paquete incluye uno de título kilométrico denominado «Criterios Generales de Política Económica para la iniciativa de ley de ingresos y proyecto de presupuesto de egresos de la Federación correspondientes al ejercicio fiscal 2025», documento que consta de 91 cuartillas de nutrido texto a renglón cerrado, con numerosas gráficas y cuadros estadísticos.
Con el conocido lenguaje chato, plano, a veces esotérico y tan tecnocrático (o más) como el que acostumbraba la alta burocracia de Hacienda de los anteriores Gobiernos neoliberales, burocracia que se suponía extinta desde finales del año 2018, los redactores de dicho documento explican —o tratan de explicar— con qué ingresos, incluida la captación de deuda pública, se habrá de financiar el presupuesto y cómo será la composición de éste, así como el impacto recíproco de ingresos y el gasto público en la economía y demás ámbitos de la vida nacional.
En el documento de Criterios se dice que el proyecto «se fundamenta en cuatro pilares esenciales», equivalentes a lo que los neoliberales llamaban «ejes». Ahora son «pilares». Bueno, no se hará referencia aquí a los cuatro pilares sino sólo al tercero, que se enuncia así: Disciplina fiscal con austeridad republicana.
El Gobierno plantea para 2025 un crecimiento de la economía nacional de 2.3%, con una reducción del déficit de 5.9% del PIB en 2024 a 3.9% en 2025 y «una deuda pública sostenible, proyectada en 51.4% del PIB al cierre de ambos años». Es decir, un incremento relativamente alto del producto (claro, comparado con el paupérrimo que se espera en 2024), con una notoria reducción del déficit anual y sin aumento de deuda pública en términos del PIB (p. 6).
En términos generales, pues, una meta ambiciosa sin repercusiones negativas. ¿Cómo lograrlo? Básicamente con «disciplina fiscal y austeridad republicana».
Para ello, dice el documento: se «seguirá orientando el ejercicio del gasto público, eliminando gastos suntuarios, elevando la calidad de los servicios y favoreciendo una administración eficiente que consolide la confianza de la población en la gestión presupuestaria». Por lo tanto, se lee también en los Criterios que «no regresarán los lujos ni los privilegios a la administración pública» (p. 5). ¿Qué, en serio, alguna vez se fueron, más allá de la mera simulación?
Establecido lo anterior, asimismo se afirma: «El Gobierno de México continuará gestionando las finanzas públicas con prudencia fiscal priorizando el gasto social y de inversión y aumentando los ingresos presupuestarios SIN IMPONER UNA MAYOR CARGA TRIBUTARIA A LA SOCIEDAD» (p.6) y en otro pasaje se lee: «Cabe recordar que el Gobierno de México continuará reforzando la recaudación SIN CREAR O AUMENTAR IMPUESTOS en términos reales» (p.6). Se reitera pues por partida doble que el aumento de impuestos no habrá.
No se acababa aún de recibir el paquete fiscal 2025, cuando el coordinador de los diputados de Morena en la Cámara Baja, Ricardo Monreal, declaró: «Muchos de nosotros creemos, en Morena, en el PT, en el Verde, que México necesitará una reforma fiscal profunda muy pronto. Porque la distribución de la riqueza, y porque la sociedad igualitaria a la que aspiramos requiere —dijo— un mayor esfuerzo de los que más tienen. Esa es nuestra filosofía: la progresividad fiscal». Es decir, un agresivo aumento de impuestos.
¿Qué tan pronto —muy pronto, dijo— se aprobará la reforma fiscal profunda que según Monreal necesita México, aunque Claudia Sheinbaum opine lo contrario? ¿Será el próximo mes de diciembre, cuando la Cámara de Diputados discuta la ley de ingresos del próximo año? Se percibe ya en el ambiente una gran curiosidad, junto con gran temor, por ver cómo Monreal le enmendará la plana a su ama y natural señora, la presidente de la República. Por lo pronto ya la desafió, al probarle que eso de la austeridad es un mito. Y para demostrárselo ahí está el helicóptero y su propuesta —en franco desafío a Sheinbaum— de aumentar impuestos «muy pronto».