Otra perspectiva, simplemente

No acepto las versiones oficiales y me permito nuevamente discrepar de la opinión triunfalista y generalizada respecto al éxito de las estrategias de la presidenta de México para salvar los aranceles del desquiciado del otro lado de la frontera. Mi lectura es otra, muy distinta. Tengo la impresión de que el imperio norteamericano ha arrollado nuevamente a la frágil estructura del Estado mexicano. El resto es discurso politiquero, falso.

Las pruebas parecen contundentes. En realidad la presidenta Claudia Sheinbaum ha puesto a disposición del ogro, todo lo que se le ha exigido: Guardia Nacional para cerrar el paso a los migrantes, destrucción de narcolaboratorios donde se produce fentanilo, detención y entrega de narcotraficantes, cierre al comercio con China, ingreso de soldados norteamericanos a territorio mexicano y buques gringos frente a costas nacionales (¿dónde quedó la defensa de la soberanía?), esto en cuanto a lo que sabemos porque es público, ¿y lo que no sabemos que se le ha concedido porque fue acordado en la sombra?

A pesar del esfuerzo discursivo de los funcionarios mexicanos para hacernos creer que las reuniones efectuadas y las llamadas telefónicas son de enorme beneficio para ambas naciones, la realidad me indica que son un golpe certero para imponer la agenda más conveniente para los norteamericanos. En cada declaración de nuestra presidenta, así como del resto de funcionarios de su gabinete, somos testigos de un discurso triunfalista que más parece una relatoría que una declaración de hechos y logros sobre los temas puestos en la mesa de trabajo.

Todo parece indicar que, a cambio de una disminución en los aranceles y una salida «decente», sin pasar por la humillación pública, México, a través de su presidenta, se doblegó nuevamente concediendo al Gobierno de los Estados Unidos las garantías de retener a los migrantes en el territorio, encarcelar a los líderes de los cárteles señalados por las autoridades norteamericanas como los principales responsables de la producción de fentanilo, sacar a China de los mercados en esta geografía, así como la violación de la soberanía nacional permitiendo el ingreso de soldados armados a territorio mexicano (aunque ésta se explique con el poco sostenible argumento de la cooperación).

El problema no es que el imperio imponga su poder, sino que este país no asuma con sinceridad y humildad su pequeñez, así como su incapacidad para hacer frente a los problemas que se derivan de una relación tóxica y sin que asome siquiera la más mínima presencia de la diplomacia. ¿Para qué simular que salimos bien librados de este encuentro y que podemos discutir sobre cualquier tema en igualdad de condiciones?

Hay suficientes razones para equivocarse en un primer juicio sobre la presidenta de México y su forma peculiar para gobernar a esta nación sólo con estadísticas de popularidad, como si fuera una estrella de la farándula.

Si se dicen tantas mentiras durante la mañanera del pueblo, si los incondicionales cantan a coro dulces melodías laudatorias a la figura presidencial sin pasar por el más elemental ejercicio de autocrítica, de algún modo entonces se está pactando con los poderes que intenten imponer sus reglas o con la astrosa grey que acepta, sin cuestionamiento de por medio, la «verdad» proveniente de la élite gobernante de otras latitudes.

Ya sabemos hasta el hartazgo que todo político mexicano, lo mismo que el más encumbrado que el poca monta, anhela ser un día presidente de la república para luego espantarse de esa fortuna, cuando lo consigue, y dejar que gobiernen sus emociones, sus fobias, su ineptitud, en lugar de la razón y la inteligencia. Proceder de esa manera constituye una estupidez, sobre todo, cuando delante de ellos se despliegan los misterios de la vida, contemplados desde una política que practica a ciegas.

Gobernar eficazmente es una tarea solitaria y dolorosa. ¿De dónde saca un político como el nuestro que puede andar con la fama de un héroe deportivo si no lo es? ¿Con la popularidad de la estrella de la farándula si lejos está de esas luces de artificio?

El político mexicano suele pensarse a sí mismo como una entidad de poder capaz de crear historias que pueden mover a miles de seres humanos y formar un pacto de ilusiones con la masa donde, a fin de cuentas, no se hace nada verdaderamente transformador.

Al pensar la peculiar forma de gobernar de nuestras autoridades termina uno por asombrarse de su capacidad de invención; una capacidad que no tiene límites. Por supuesto, la naturaleza no puede darles tanta cantidad de historias sin cobrarle un precio muy severo.

Y el severo precio es la superficialidad de sus historias y de su imaginario frustrado en la dureza de una realidad más contundente que las fantasías fraguadas en mentes tan prolijas. López Obrador fue en el sexenio pasado la imagen de un hombre fuerte y triunfante, apegado rigurosamente a la narrativa con que construyó su figura. A diario mantuvo la reciedumbre del personaje que representó prometiendo las alegrías del bienestar a través de las pensiones vitalicias, reafirmada cada día en el idiotismo provinciano de los que carecen de pensamiento crítico para cuestionar una y otra vez las narrativas de ese bienestar ilusorio.

A diario construyó esa gris seguridad de la autoridad establecida para mandar bajo el alero de la misericordia para el pueblo sabio que lo merece todo. Y todo eso lo hizo sin darse cuenta de que era un universo reducido apenas al hecho de mirar sus horas transcurrir en una lenta, pero segura, marcha hacia el fin de un régimen que nunca pudo nacer en un gobierno transformador. La presidenta Sheinbaum decidió seguir el mandato para continuar los sueños de un expresidente que quiso pasar a la historia como el mejor pero que terminó en la ruina de un olvido donde es apenas un leve borrón en la página de la historia.

Y en esa ebriedad de auto halago y engrandecimiento no alcanza a ver la tiranía de la presidencia gringa para imponer la desmesura de sus políticas sin admisión de puntos de discusión. En esa ebriedad de cuidar la investidura presidencial, se concede todo lo que se le exige desde el otro lado de la frontera y los norteamericanos, claro, se despachan con la cuchara grande frente a un Estado mexicano débil, fragmentado, empobrecido e incierto.

Por eso en el tenor de esos hechos de triunfo vano frente a los delirios del gringo fanfarrón, yo tengo otra perspectiva, pesimista, ciertamente, pero quizá más real.

San Juan del Cohetero, Coahuila, 1955. Músico, escritor, periodista, pintor, escultor, editor y laudero. Fue violinista de la Orquesta Sinfónica de Coahuila, de la Camerata de la Escuela Superior de Música y del grupo Voces y Cuerdas. Es autor de 20 libros de poesía, narrativa y ensayo. Su obra plástica y escultórica ha sido expuesta en varias ciudades del país. Es catedrático de literatura en la Facultad de Ciencia, Educación y Humanidades; de ciencias sociales en la Facultad de Ciencias Físico-Matemáticas; de estética, historia y filosofía del arte en la Escuela de Artes Plásticas “Profesor Rubén Herrera” de la Universidad Autónoma de Coahuila. También es catedrático de teología en la Universidad Internacional Euroamericana, con sede en España. Es editor de las revistas literarias El gancho y Molinos de viento. Recibió en 2010 el Doctorado Honoris Causa en Educación por parte de la Honorable Academia Mundial de la Educación. Es vicepresidente de la Corresponsalía Saltillo del Seminario de Cultura Mexicana y director de Casa del Arte.

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