El atropellamiento fatal de Martha García expone cómo en Saltillo se prioriza a los automovilistas y a las empresas constructoras, dejando de lado la seguridad de los peatones en colonias residenciales y sus alrededores
El fallecimiento de Martha García, de 89 años, atropellada por un camión de carga en la colonia Jardín Oriente, de Saltillo, evidencia una realidad alarmante: en los proyectos urbanos, la seguridad de los peatones queda relegada frente a la prioridad otorgada a los automovilistas y al desarrollo inmobiliario. Este caso no es un accidente aislado, sino el desenlace de años de desatención hacia quienes transitan las calles a pie.
La presencia constante de transporte pesado en calles residenciales, como el tráiler que acabó con la vida de García, refleja una jerarquía urbana desequilibrada. La falta de banquetas adecuadas, señalización y regulaciones que limiten el paso de vehículos de carga en áreas habitadas son síntomas de una planificación que privilegia el flujo vehicular y las ganancias de los desarrolladores sobre la seguridad de las comunidades.
El accidente ocurrió en un contexto ya tenso. Los vecinos de Jardín Oriente, junto con otras colonias afectadas, llevan casi una década denunciando el deterioro de su entorno por el tránsito incesante de camiones vinculados al desarrollo Parque Centro. Sus calles, estrechas y desgastadas, han sido convertidas en rutas improvisadas para vehículos de carga, mientras las autoridades municipales parecen ceder ante los intereses de empresas como Davisa, dejando a los residentes desprotegidos.
Vecinos protestan
La reacción vecinal tras el atropellamiento de García no se limitó al luto; la indignación se transformó en protesta activa. El bloqueo al acceso de vehículos de carga y la entrega de un pliego petitorio son intentos desesperados por ser escuchados. Sin embargo, el problema trasciende las demandas locales. Este caso expone un patrón recurrente en muchas ciudades mexicanas: el desarrollo urbano se construye sobre la exclusión de los más vulnerables.
En Saltillo, como en otras urbes, los peatones no son considerados en los diseños de las calles. El urbanismo está centrado en el automóvil, lo que margina a quienes caminan, cruzan avenidas o esperan en paradas de transporte público. Las muertes por atropellamiento no son inevitables; son el resultado de decisiones deliberadas que ponen en riesgo la vida humana a favor de un supuesto progreso económico. El contraste entre los lujosos desarrollos del norte de la ciudad y el abandono de colonias como Jardín Oriente exacerba la sensación de desigualdad. Mientras unos presumen calles amplias y seguras, otros enfrentan la amenaza diaria de un camión que cruza frente a sus hogares. La muerte de García, trágica y evitable, simboliza este desequilibrio.
La lucha vecinal, que incluye iniciativas como foros sobre gentrificación y la preservación de espacios emblemáticos, es un llamado urgente a las autoridades para replantear las prioridades urbanas. No basta con limitar el paso de camiones o reparar banquetas destruidas; es imprescindible construir ciudades donde los peatones sean el eje de la planificación y no un obstáculo que se esquive. La modernización no puede ser una excusa para el sacrificio de vidas humanas. Si el desarrollo urbano no respeta las necesidades de las comunidades que lo rodean, pierde legitimidad y se convierte en una herramienta de exclusión. El reclamo de justicia para García no solo implica indemnizaciones o prohibiciones de tránsito pesado, sino un cambio profundo en cómo concebimos y construimos nuestras ciudades. E4