La democracia está siempre bajo acecho. No es casual que frente casi al 40% de la población mundial gobernada por regímenes autoritarios, solo el 8% tenga democracias plenas. Así lo establece el Índice de Democracia 2024 de The Economist. La evaluación, realizada el año pasado en 167 países, sitúa de nuevo en Europa a la mayoría de los países donde las libertades civiles se respetan; la separación de poderes es real; los Gobiernos cumplen sus funciones; los medios de comunicación ejercen su tarea con independencia; y la cultura política es robusta. La lista la encabezan Noruega, Nueva Zelanda e Islandia; en Asia los líderes son Taiwán, Japón y Corea del Sur; en América, Canadá, Uruguay y Costa Rica; en Oceanía, Nueva Zelanda y Australia; y en África, la isla de Mauricio.
Estados Unidos aparece en el bloque de democracias deficientes, y México entre los países con régimen híbrido, el cual combina elementos democráticos y autoritarios. No son democracias plenas, pero tampoco dictaduras. En este rango figuran Cuba, Nicaragua y Venezuela. Mientras la alternancia de 2000 en México se toma como el punto de partida hacia la democracia, Estados Unidos retrocedió en las tres últimas elecciones presidenciales con la irrupción de Donald Trump en la escena política. La sombra del Elon Musk en la Casa Blanca oscurece aún más la situación.
El Informe Latinobarómetro 2024: La democracia resiliente registra un alza «sorprendente» de cuatro puntos porcentuales de apoyo a la democracia, para llegar al 52%. «Un récord de expectativas económicas personales positivas, un aumento en el apoyo a la economía de mercado a la vez que con mucho ahínco en señalar la falencias de lo que la región no ha alcanzado a hacer en estas cuatro décadas desde el inicio de la transición». El estudio de opinión pública, realizado en 18 países de América Latina, donde se aplicaron 20 mil entrevistas, subraya que el deterioro democrático de los 14 últimos años no solo se ha frenado, sino que se ha revertido.
«Las elecciones de 2024 terminan con la ola de alternancias, reeligiendo al oficialismo en tres países», entre los cuales destaca México, advierte Latinobarómetro. El informe da por concluido el pesimismo económico pospandemia «y se produce un récord de presión de expectativas sobre los Gobiernos, la gente cree que estará mejor en el futuro que lo que estarán sus países, lo que es una contradicción». La ONG pone de relieve dos ámbitos centrales en el proceso de consolidación democrática.
Uno es «el desmantelamiento de las desigualdades»; y el otro «el desmantelamiento de los autoritarismos». El primero resulta más sencillo. Los partidos, apunta, «están agotados, el parlamento extenuado como institución, el sistema judicial deslegitimado, las élites desacreditadas, se requiere que estos respondan a las demandas». Con respecto a las elecciones en México, República Dominicana y Argentina, dice que «la política puede dar la vuelta los públicos a actitudes positivas. El liderazgo político hace la diferencia en la conducción de los pueblos hacia la democracia. Los pueblos quieren cambios que den solución a los problemas».
La corporación, con sede en Santiago de Chile, admite que «el desmantelamiento de las desigualdades requiere crecimiento económico y la instalación de garantías sociales (…). 2024 muestra que se pueden revertir los negativos de una década. La democracia se puede volver resiliente». El informe muestra a la democracia mexicana en su nueva realidad y, de alguna manera, explica el ascenso de Morena al poder y la consolidación de su proyecto político y social basado en la atención a los más necesitados.
Democracia y corrupción
La participación política es uno de los antídotos más efectivos contra la corrupción. En el Índice de Democracia de Economist Intelligence Unit, asociada al semanario británico The Economist, Noruega obtuvo una calificación perfecta este año. La clasificación se basa en cinco categorías: proceso electoral y pluralismo, funcionamiento del Gobierno, participación política, cultura política y libertades civiles. El país nórdico «destaca por su cultura igualitaria, la baja corrupción, la alta participación ciudadana y su compromiso internacional como mediador de la paz. En las elecciones parlamentarias de 2021, que ganó el Partido Laborista, participó más del 77% de la población», dice El Orden Mundial (EOM), medio español de análisis internacional.
La lista de países menos venales del mundo corresponde también, con leves variantes, a los más democráticos si se contrasta con el Índice de Percepción de Corrupción (IPC) de Transparencia Internacional. Mientras Dinamarca ocupa el primer lugar de la clasificación de 2023, con 90 puntos, Estados Unidos aparece en el lejano puesto 69 (de un total de 180) con 66 unidades menos. Uruguay, el único país de América cuya democracia es plena, junto con la de Canadá, ratifica la regla: ostenta el sitio 73 y tiene 16 puntos, si bien retrocedió un escalón y bajó dos unidades en relación con el IPC de 2022.
México se mantuvo en la posición 126 con 31 puntos. Subió 12 lugares y apenas tres unidades con respecto a 2018, último año de Gobierno de Peña Nieto. Un avance demasiado pobre frente a la promesa del expresidente Andrés Manuel López Obrador de colocar al país entre los más honestos, lo cual no se logrará mientras México permanezca en el grupo de naciones con sistemas políticos híbridos. En este sentido, Transparencia Internacional llama a los Gobiernos «para que otorguen a los sistemas de justicia la independencia, los recursos y la transparencia necesarios para castigar eficazmente todos los delitos de corrupción y poner controles institucionales al poder. Cuando resulte necesario, los Gobiernos también deben adoptar leyes y procedimientos más eficientes para que las instituciones de justicia puedan protegerse frente a actos corruptos y contrarrestarlos».
El director de Transparencia Internacional, Daniel Eriksson, quien inició su carrera como pacificador militar en el conflicto de la ex Yugoslavia, advierte: «La corrupción agrava la injusticia social y afecta en forma desproporcionada a los más vulnerables». Previene, también, que «En muchos países, persisten obstáculos para que las víctimas de corrupción puedan obtener justicia. Ha llegado el momento de eliminar las barreras y asegurar que las personas puedan tener acceso efectivo a la justicia. Todas las personas merecen que haya sistemas legales justos e inclusivos donde las voces de las víctimas se escuchen en cada instancia. Cualquier otra posibilidad es una afrenta a la justicia».
Las palabras de Eriksson resuenan en unos lugares más que en otros y deben ser escuchadas. En México, uno de los casos más escandalosos es el de la megadeuda de Coahuila. El control transexenal del aparato de justicia y de los organismos encargados de combatir y castigar la corrupción, cuya función real consiste en mantenerla impune, ha sido posible justamente por la escasa participación social y la falta de compromiso de la mayoría de los medios de comunicación, sin los cuales la democracia se estanca y retrocede.