Morena tiene el mérito, en su condición de partido dominante, de haber llevado a la presidencia de la República a una mujer, hito en un país machista. El PRI solo nominó a varones, y cuando propuso a una mujer, era de otra corriente política. La misoginia del PAN contribuyó a la derrota de Josefina Vázquez Mota, en 2012, pues las cúpulas prefirieron a Enrique Peña Nieto, en busca de impunidad y de negocios. Las candidaturas de Rosario Ibarra, Cecilia Soto, Marcela Lombardo y Patricia Mercado fueron simbólicas por la escasa representación de sus partidos.
El caso de Xóchitl Gálvez es distinto al de las mujeres de izquierda que intentaron romper el techo de cristal. Su breve carrera política y su ausencia de los movimientos sociales, que ayudaron a desmontar el sistema autoritario, la desvincularon de sectores clave. La euforia de ser candidata en una elección perdida de antemano, le impidió ver que era arrojada sin miramientos al foso de los leones. Los líderes del PAN, PRI y PRD la convirtieron en rehén de sus intereses y lastraron su campaña. Marko Cortés, Alejandro Moreno y Jesús Zambrano evadieron su responsabilidad y culparon a Gálvez del fracaso. Si la idea, desde un principio, era competir con una mujer, ¿por qué tardaron tanto en definirse? La nominación de Gálvez correspondió a un arrebato.
El expresidente Andrés Manuel López Obrador tenía el poder, la fuerza y el control para perfilar como sucesor a Marcelo Ebrard o Adán Augusto López. Ellos también habrían ganado, quizá con una votación menos abrumadora. Sin embargo, no se confió. Su conocimiento de la historia, de la naturaleza humana y su olfato político lo hicieron inclinarse por una mujer, debido a la lealtad y los valores propios del género. Claudia Sheinbaum no lo traicionará ni lo negará. AMLO tomó la decisión correcta para dar continuidad a un proyecto social y apuntalar el cambio de régimen. «Me voy tranquilo. Ni caudillo ni jefe máximo», declaró antes de hacer mutis.
Sheinbaum y AMLO trabajaron codo a codo en el proceso que concluyó con la transmisión del poder. El conocimiento mutuo les permitió conversar sobre el presente y el futuro del país, otear el horizonte y asumir, desde el 1 de octubre, el papel correspondiente. La presidenta marcó la ruta: «(López Obrador) se retira de la vida pública como un demócrata». Continuará su lucha «desde otra trinchera», pero lejos. Escribirá «sobre lo que ha sostenido desde sus primeros días, cuando trabajó con los mayas-chontales: que el origen de la grandeza cultural de México reside en las grandes civilizaciones que vivían en esta tierra siglos antes que invadieran los españoles».
AMLO cerró cuatro décadas de activismo político y se despidió del poder como ninguno de sus predecesores, excepto Lázaro Cárdenas. El tabasqueño es un expresidente fuerte y apreciado por la mayoría, de acuerdo con las encuestas, pero su ciclo ha terminado. Sheinbaum ha empezado a desplegar sus propias capacidades y talentos. López Obrador, a diferencia del general Cárdenas, cuyo proyecto fue torcido por Ávila Camacho, no tendrá necesidad de interrumpir su retiro, pues la 4T ha quedado en buenas manos. Sin embargo, es probable que tampoco dude en emplear su autoridad si Morena toma otra deriva o los grupos de interés tratan de revertir el cambio de régimen, fuera de los cauces democráticos. Siempre y cuando la presidenta Sheinbaum lo permita.
Cambio sin ruptura
Solo quienes miran al país con orejeras y recitan consignas y sofismas pueden negar que México es distinto al de hace apenas seis años. En ese lapso las mujeres pasaron de figurantes a protagonistas. Hoy no solo ostentan por primera vez la presidencia con Claudia Sheinbaum, sino también trece gubernaturas (10 de Morena y tres del PAN). Asimismo, encabezan el Poder Judicial, carteras clave en el gabinete, los órganos constitucionales autónomos (Banco de México, INE y CNDH) y ocupan el mismo número de asientos que los hombres en el Congreso general. Igual peso y reconocimiento deben tener en los Gobiernos locales, los negocios, el mercado laboral y la educación, pues de lo contrario prevalecerán la desigualdad y la injusticia.
La nueva realidad se observó durante la transmisión del poder. Las ceremonias eran antes rígidas, tensas, sofocantes. Calificado por Sheinbaum como «el mejor presidente» en su discurso inaugural, Andrés López Obrador ingresó al Congreso entre ovaciones, y no entre reclamos, rechiflas y acusaciones, como ocurría en el pasado. Claudia Sheinbaum permaneció en la tribuna después de su investidura para saludar a los legisladores. Los presidentes eran hasta hace poco intocables. La gente quería acercarse, pero el Estado Mayor impedía cualquier contacto. AMLO y Sheinbaum derribaron el muro y el pueblo se desbordó.
En su primer mensaje a la nación como presidente, López Obrador anunció un nuevo régimen. Sheinbaum, en el suyo, trazó las líneas para continuarlo. Ni ruptura ni cambio de rumbo. Sheinbaum no solo es la primera presidenta, sino también la persona con mayor poder en ocupar la jefatura de Estado y de Gobierno. Salinas de Gortari fue un presidente poderoso, pero carecía de legitimidad. Sheinbaum está acorazada contra los grupos de presión y dispone de los instrumentos políticos para acotarlos. El silencio de las oposiciones en el Congreso resulta atronador. Sin liderazgo, argumentos ni respaldo popular, no pesan ni influyen. Política y moralmente están vencidas.
La presidenta Sheinbaum señala el camino a partidos y colectivos contrarios. ¿Quieren ser competitivos y ganar elecciones? Trabajen, escuchen a las mayorías, atiendan sus problemas, compartan sus anhelos. Durante el Gobierno de AMLO, las oposiciones, las élites, los medios de comunicación y la «comentocracia» repitieron a coro que el país era un desastre, con libertades conculcadas y al borde de la dictadura. Sheinbaum echó por tierra esa cantaleta, desmentida en las urnas previamente. La convocatoria a la reflexión para evaluar con «cabeza fría» y con «datos duros» lo ocurrido en los seis últimos años es para todos, pero en especial para quienes desvirtuaron la realidad.
Sheinbaum tiene la mente clara y el escenario despejado. Ser la primera mujer en ocupar la presidencia, con el mayor respaldo ciudadano, le brinda la oportunidad de afianzar el régimen democrático y de atacar de raíz los flagelos de la venalidad, la desigualdad y la violencia. Sin un sistema de justicia independiente y probo, será imposible recuperar la confianza del país y atacar la impunidad. Sheinbaum ha advertido que no cederá a presiones ni restaurará privilegios. Mientras las oposiciones y los poderes fácticos sigan aferrados al pasado, menos entenderán que si hoy México es otro es porque la mayoría así lo decidió en las urnas.