Trump: el mitómano que regresó al poder con las mismas orejeras

El escenario lo ensombrece aún más Elon Musk, cuya influencia en el Gobierno es motivo de preocupación e incluso podría representar un conflicto de interés. El director de Tesla, SpaceX y Neurlaink duplicó su fortuna después de las elecciones de noviembre y de donar 120 millones de dólares a la campaña del republicano

Franklin D. Roosevelt, el mejor líder: Siena College

La palabra del año para Trump: «El gobierno de los peores»

La segunda presidencia de Donald Trump oscurece el horizonte, plagado de por sí de incertidumbre. El país más poderoso del mundo reincidió en nombrar al peor para sí mismo y para el mundo. Nada bueno puede esperarse de un narciso vociferante que chantajea y levanta tempestades a hombros de un gigante tambaleante; insulta a los de casa que no abrazan sus dogmas y denigra a los extraños por su tez; escoge a colaboradores según lo abultado de sus billeteras, no por su compromiso con las mayorías; y llama a políticos inconsecuentes con su historia, como Robert Kennedy, cuyo padre murió asesinado en la campaña presidencial de 1968 por un supuesto tirador solitario, mentalizado por la CIA.

Los historiadores de Estados Unidos se han devanado los sesos para encontrarle cualidades políticas al «Hombre del año» de la revista Time. En el segundo año de su primer mandato (2019) hicieron esfuerzos «por detectar el tipo de virtudes que compensan los vicios de sus predecesores: el optimismo contagioso de Reagan; la retórica inspiradora de JFK; la inteligencia legislativa de LBJ; o el pragmatismo gobernante de Nixon. Entonces, en lugar de ser visto como la reencarnación de Ronald Reagan o Franklin Delano Roosevelt, Trump es elegidos como un James Buchanan, Franklin Pierce o Williams Harrison de hoy en día» (“¿Cómo juzgará la historia al presidente Trump?”, BBC, 17.01.19).

Una encuesta de alrededor de 200 académicos de ciencias políticas, que regularmente coloca a los republicanos por encima de los demócratas, situó a Trump en el último sitio de las 44 personas que han ejercido la presidencia, dice la nota. Entre los encuestados de su partido (el Republicano) no le fue mejor, pues apenas escaló cuatro posiciones. En los segmentos sin preferencias partidistas y de otro tipo obtuvo el lugar 43, y con los historiadores demócratas bajó al escalón 44 (con datos de Wikipedia). Trump es el presidente con la peor calificación promedio en los 30 últimos años, (41%). Le siguen Joe Biden (47%), Barack Obama (48%), George Bush (49%) y Bill Clinton (55%) [CNN, 19.07.22].

George T. Conaway III despidió así a Trump: «Una presidencia puesta en marcha con mentiras y alimentada con ellas desde entonces, estaba destinada a terminar como la peor de todas» (The Washington Post, 05.11.20). La presidencia de Trump —apunta el analista— empezó con un infundio. «Aseguró que había sido “la audiencia más grande” que haya presenciado alguna vez una toma de posesión, punto, una afirmación cuya absurdidad fue evidente para cualquier persona con ojos. Desde su primera semana en el cargo, el presidente mintió sobre unas elecciones en las que todos coincidieron que había “ganado”. Afirmó que un “fraude electoral” de “millones” de no-ciudadanos, cadáveres y “personas registradas en dos estados”, lo habían privado de obtener la mayoría del voto popular en 2016».

En los momentos críticos de la elección presidencial 2020, y con el cómputo de votos pendiente todavía sobre la democracia de Estados Unidos cual espada de Damocles, Colbert I. King, Premio Pulitzer 2003 al mejor columnista, sentenció: «(…) incluso si el presidente Donald Trump no es reelegido, todavía tengo algo que decir sobre la trágica remodelación de nuestro país por parte de un hombre malévolo y narcisista que ocupó la Casa Blanca durante casi cuatro años. Tengo que hablar al respecto porque algunos de mis colegas en la tierra de los expertos están forzando frases que sugieren que esta contienda presidencial fue simplemente una sana diversión, que “los hombres son así”, y que los que quizá seguimos frunciendo el ceño es porque estamos exagerando el asunto» (The Washington Post, 04.11.20).

Los locos y los cobardes

Los políticos mienten siempre, pero el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, lo hace de manera flagrante y compulsiva. La mitomanía del magnate la documentó la «Dama Gris»: 15 mil 414 declaraciones falsas o engañosas en mil 55 días; el promedio diario de embustes supera los 14. Richard Nixon renunció a la presidencia por el escándalo Watergate. Trump ganó la reelección tres años después de haber intentado —como Hugo Chávez en Venezuela— un golpe de Estado. El propósito del asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021, en el cual murieron cinco personas, era mantenerse en el poder tras perder con Joe Biden por más de 7 millones de votos populares. De esa salud goza ahora la democracia otrora modelo.

En un artículo titulado «El golpe de Trump, los locos y los cobardes», Paul Krugman, advierte: «ninguna persona razonable puede negar que lo que ocurrió después de las elecciones de 2020 fue un intento de golpe de Estado, una traición a todo lo que Estados Unidos representa». Con mismo rigor evidencia a quienes ven un paralelismo entre los juicios a Trump y a Nixon: «Es como comparar una agresión con una infracción de tránsito. Por mucho, las acciones de Trump fueron lo peor que ha hecho un presidente estadounidense. Pero esta es la cuestión: decenas de personas en el Gobierno de Trump o cercanas a este debían saber lo que ocurría. Sin duda, muchas de ellas tienen conocimiento de primera mano de al menos algunos aspectos del intento de golpe. Sin embargo, solo un puñado ha revelado lo que sabe» (The New York Times, 04.07.22).

Krumang dirige también sus baterías hacia el partido de Trump. «¿Y qué me dicen de los republicanos en el Congreso? Casi sin duda, muchos, sino es que la mayoría, se dan cuenta de la magnitud de lo que ocurrió —después de todo, el allanamiento al Capitolio puso sus propias vidas en peligro. A pesar de ello, 175 republicanos de la Cámara de Representantes votaron en contra de crear una comisión nacional sobre la insurrección del 6 de enero y solo 35 de ellos estuvieron a favor. ¿Cómo podemos explicar esta abdicación del deber? Incluso ahora, es probable que los fanáticos del MAGA sean una minoría entre los políticos del Partido Republicano».

El premio Nobel de Economía 2008 y periodista menciona a las congresistas Lauren Boebert, activista proderechos de las armas de fuego, y Marjorie Taylor Greene —ambas empresarias—, señaladas por sus posiciones extremas, promover teorías conspiradoras y haber apoyado la ejecución de políticos demócratas. Por cada una de ellas —dice Krugman— «lo más probable es que haya varios Kevin McCarthy (presidente de la Cámara de Representantes destituido en octubre de 2023 por una moción del Freedom Caucus, facción del Partido Republicano): arribistas, no locos, burócratas del partido más que fanáticos. Sin embargo, el ala del Partido Republicano que no está loca, con solo un puñado de excepciones, ha hecho todo lo posible para evitar cualquier rendición de cuentas sobre el intento de golpe».

Trump celebró la victoria del 5 de noviembre pasado con otro sofisma. El mandato recibido de Estados Unidos, resultado de una «victoria aplastante», no tiene precedente. Peter Baker, autor de El divisor: Trump en la Casa Blanca, 2017-2021 (2022), lo desmiente: «(…) según las medidas numéricas tradicionales, la victoria de Trump no fue ni sin precedentes ni aplastante. De hecho, se impuso con uno de los márgenes de victoria más pequeños en el voto popular desde el siglo XIX y no generó nada que se pareciera a una victoria aplastante» (The New York Times, 23.11.24). El corresponsal jefe de la «Dama Gris» en la Casa Blanca ha cubierto tres presidencias demócratas: las de Bill Clinton, Barack Obama y Joe Biden; y las republicanas de George W. Bush y Donald Trump.

La realidad y la ficción

Óscar Wilde esbozaría una sonrisa al ver cumplida de nuevo la sentencia, a él atribuida, según la cual «la realidad supera a la ficción». Lo que sucede en Estados Unidos —anticipado ya en algunas películas— es para poner los pelos de punta a cualquiera. Un billonario omnipresente —en el cielo, en la Tierra y en el cerebro— hipnotiza al presidente del país más poderoso y ejerce control sobre el Gobierno sin necesidad de haber pasado por las urnas. Los millones aportados a la campaña del ogro no le hicieron mella, al contrario: cada dólar lo multiplicó por siete dígitos. Cuando en la fantasía todo parece perdido, las fuerzas del bien salvan a la humanidad. Esta vez tampoco será la excepción.

Los activos del pretoriano-canadiense-estadounidense Elon Musk [X (antes Twitter), Tesla, SpaceX y Neuralink], superpoderoso aliado del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, dieron un modesto salto de 210 mil millones después de las elecciones. La riqueza de Musk, con ese impulso, se disparó a 477 mmdd [Índice Bloomberg Billionaires] y rebasó por la extrema derecha a Jeff Bezos [Amazon y Blue Origin, 244 mmdd] y Mark Zuckerberg [Meta (antes Facebook) 209 mmdd]. El mexicano Carlos Slim, quien lideró la lista por algunos años, ostenta el lugar 18 con 81 mmdd.

Musk ha sumado a su astronómica influencia algo más potente todavía: poder político, el cual, en un primer momento, le permitió acumular tanto dinero como Bill Gates [Microsoft], Sergey Brin [Google, Alphabet) y Warren Buffett [Berkshire Hathaway] juntos. El magnate, de 53 años, no inventó nada que Da Vinci y otros genios no hayan adelantado; tampoco lo hizo en cuestiones políticas. Como los comicios se ganan con plata, Musk creó un sistema para atraerle apoyos a Trump. Las autoridades voltearon hacia otro lado y no hicieron nada para impedir la entrada de 120 millones de dólares al bolsillo de los electores. [Lo mismo sucedió en la campaña de Enrique Peña Nieto con las tarjetas Monex y Soriana].

Sin embargo, igual que en el caso de Peña, cuya campaña costó 4 mil 500 millones de pesos —13 veces por encima del tope legal—, el dinero no bastó para darle al republicano la victoria clamorosa que fanfarroneó. Trump superó por 2.2 millones de votos populares a la candidata demócrata Kamala Harris. En las elecciones de 2020, Joe Biden venció a Trump por una diferencia de casi 4 millones de sufragios. El triunfalismo del tándem Trump-Musk lo apagaron los medios de comunicación. Los más serios han puesto de relieve una verdad incontestable: el magnate neoyokino es un auténtico peligro para Estados Unidos y sus valores.

Musk ocupará, por voluntad de Trump, la codirección del nuevo Departamento de Eficiencia Gubernamental de la Casa Blanca. Cual si no existiera conflicto de interés y el Gobierno fuera de su propiedad, anunció una reducción en el gasto por 2 billones de dólares. El protagonismo de Musk empieza a generar enfado y tensiones sociales y políticas. Pues el recorte implica desempleo y sacrificio, sobre todo para los pobres. El 60% del gasto de este año (6.75 billones de dólares) se ejerció en Seguridad Social (1,460 bdd), Salud (912 bdd), pago de intereses (882 bdd), Medicare (874) y Defensa [874 bdd] (Departamento del Tesoro/BBC, 13.11.24). Trump y su alter ego utilizarán la misma política de motosierra de su aliado argentino Javier Milei: despidos masivos y cancelación de subsidios para el grueso de la población. E4


Franklin D. Roosevelt, el mejor líder: Siena College

Su popularidad y su devoción por la justicia económica lo ubican por encima de Lincoln y Washington; Trump, entre los peores junto con A. Johnson

Ronald Reagan pensó para su gabinete en quienes, a su juicio, representaban lo mejor de Estados Unidos y eran los más exitosos en sus respectivos campos. Una vez seleccionados, tomaba el teléfono, hablaba con ellos y le decía que era la oportunidad de devolver a su país lo mucho que de él habían recibido, cuenta en su autobiografía Una vida americana. Eso sí, les advertía, ganarán menos y las vacaciones serán cortas. Reagan es uno de los presidentes mejor calificados (lugar 18 en una lista de 45) de acuerdo con una dilatada encuesta del Instituto de Investigación del Siena College  aplicada a historiadores, politólogos y expertos en presidencias, publicada por BBC News el 13 de septiembre de 2022.

Reagan ejerció el mandato por dos periodos consecutivos y es recordado por su trabajo en el Congreso para fortalecer el crecimiento económico y la defensa nacional, así como por impulsar su visión de «paz a través de la fuerza» en los años previos al fin de la Guerra Fría, dice Elisha Fieldstadt en su nota. El exactor militó brevemente en el Partido Demócrata y después se afilió al Republicano por el cual ganó también dos veces la gubernatura de California.

Joe Biden figura por primera vez en este tipo de pesquisas. Verlo en el puesto 19 sorprende, pues la crítica ha sido constante. Es difícil calificar a un presidente en funciones —observa Fieldstadt—, «pero a los historiadores les gusta Biden por su integridad, su capacidad de compromiso y sus nombramientos en el ejecutivo y en la Corte». Los puntos débiles residen en su relación con el Congreso y en su capacidad de comunicar.

Los presidentes más apreciados no son George Washington —«valorado por su autoridad moral y su desempeño general dentro del contexto de su tiempo»— ni Abraham Lincoln —reconocido «por su capacidad de liderazgo en situaciones de crisis, su declaración de mantener unido a Estados Unidos y su búsqueda por la justicia igualitaria para todos»—, sino Franklin D. Roosevelt único en ocupar la Casa Blanca en cuatro ocasiones consecutivas. Los cronistas «elogian su extraordinaria popularidad y su devoción por la justicia económica. (…) asumió la presidencia durante lo peor de la Gran Depresión, pero aseguró a los estadounidenses: “Lo único que debemos temer es al miedo mismo”. También dirigió a Estados Unidos durante los peligrosos años de la Segunda Guerra Mundial».

El tercer presidente con los índices de aprobación más bajos es Donald Trump, lo cual no extraña. Lo superan James Buchanan por su «pobre liderazgo en tiempos de crisis» y por no comprender «la enormidad de las divisiones de Estados Unidos sobre la esclavitud». Ignorar el conflicto agravó el problema en los años previos a la Guerra Civil. En la cima de los impopulares está Andrew Johnson, quien asumió el cargo tras el asesinato de Lincoln. Fue el primero en enfrentar un juicio político, pero un voto lo salvó de ser depuesto.

Trump tiene «el dudoso honor de ser el único presidente estadounidense que ha enfrentado un juicio político dos veces». Las mayores puntuaciones se las debe a la suerte, la persuasión pública y la voluntad de asumir riesgos. El pobre que ocupa es por haber debilitado la oficina presidencial. Si a Biden se le admira por su gabinete, en el caso de Trump los nombramientos de Pete Hegseth (Defensa), Marco Rubio (Departamento de Estado), Robert F. Kennedy hijo (Salud) y Tulsi Gabbard (Inteligencia), en vez de entusiasmar, preocupan. Las menciones a favor y en contra de Rubio marcan un empate de acuerdo con una encuesta de la agencia AP. E4


La palabra del año para Trump: «El gobierno de los peores»

The Economist denuncia la corrupción de Peña Nieto, alerta sobre el populismo de López Obrador y baja de su pedestal al presidente electo de Estados Unidos

El semanario británico The Economist publicó, en vísperas de los comicios de 2021 en nuestro país, un editorial de aliento para los adversarios del régimen y los decepcionados, titulado El falso Mesías: «Los votantes deberían frenar al presidente hambriento de poder» por representar «un peligro para la democracia mexicana» [Infobae, 27.05.21]. Las oposiciones y los poderes fácticos se entusiasmaron, pero las mayorías permanecieron fieles a Andrés Manuel López Obrador. Morena y sus aliados obtuvieron resultados mixtos: perdieron algunas decenas de asientos en el Congreso, pero se hicieron con otras 11 gubernaturas. Las derrotas distritales surtieron el efecto de una poda, pues este año ganaron la presidencia, con la votación más alta, la mayoría calificada en el Senado y en la Cámara de Diputados, y el número de estados en la órbita de Morena se elevó a 24.

Proclive al liberalismo económico —contrario al Estado de bienestar—, la revista, fundada en 1843 por James Wilson, equiparó a AMLO con el mismo Cantinflas, uno de los personajes más queridos de los mexicanos. La crítica fue por la redacción de la pregunta para el referendo acerca de si se debería enjuiciar o no a los expresidentes, cuyo texto definitivo definió la Suprema Corte de Justicia de la Nación. El Gobierno refutó en ambos casos los señalamientos, y su pronóstico sobre las elecciones resultó más certero que el del semanario y sus seguidores, pues Morena conservó la mayoría absoluta en el Congreso.

En el contexto de las elecciones intermedias de 2015, The Economist publicó el artículo «El pantano mexicano», donde cita una frase lapidaria, atribuida a un alto exfuncionario: «Un presidente (Enrique Peña Nieto) que no se da cuenta que no se ha dado cuenta» de la corrupción en el Gobierno. Sin embargo, advierte, «los mexicanos ya se dieron cuenta. El índice de aprobación de Peña Nieto cayó hasta el 40%, cerca del nivel más bajo en la historia para un presidente mexicano». Era apenas el principio, pues el presidente cerró el sexenio con una popularidad de 20 puntos. En esa ocasión sí se cumplió el augurio de The Economist: «el mayor beneficiado del escepticismo» resultó ser López Obrador, «un populista mesiánico, quien ha estado a punto de ganar la presidencia en dos ocasiones. México se merece algo mejor».

Estados Unidos también merece mejor suerte, pero con Donald Trump al mando, ¿cómo? «La palabra de 2024» de The Economist tiene relación con la «Persona del año» de la revista Time, pues el triunfo del republicano provocó «una revolución en el universo de las palabras». Esa y las nominaciones del presidente electo para su gabinete al parecer fueron la causa de que la publicación inglesa concediera al término «kakistocracia» el título de palabra del año. «Su significado —explica La Página del Idioma Español— es antónimo de la denotación original de aristocracia “el Gobierno de los mejores”. Kakistocracia sería, pues, su opuesto: “el gobierno de los peores”».

El predicador Paul Gosnold acuñó la palabra durante un sermón en Oxford en 1644. Kakistos significaba «el peor» y kratos «gobierno», «poder» para los griegos de la antigüedad. «No obstante, la Academia Española, que pretende legislar hasta sobre los emojis, ya se adelantó a dictaminar en Twitter que la grafía debe ser caquistocracia, para “ajustar mejor la palabra al sistema gráfico del español”, dice La Página del Idioma. Sobre el tema, menciona el libro La kakistocracia depredadora e inhabilitaciones políticas: El falso Estado de Derecho en Venezuela, de Allan R. Brewr-Carias. E4

Torreón, 1955. Se inició en los talleres de La Opinión y después recorrió el escalafón en la redacción del mismo diario. Corresponsal de Televisa y del periódico Uno más Uno (1974-81). Dirigió el programa “Última hora” en el Canal 2 de Torreón. Director del diario Noticias (1983-1988). De 1988 a 1993 fue director de Comunicación Social del gobierno del estado. Cofundador del catorcenario Espacio 4, en 1995. Ha publicado en Vanguardia y El Sol del Norte de Saltillo, La Opinión Milenio y Zócalo; y participa en el Canal 9 y en el Grupo Radio Estéreo Mayrán de Torreón. Es director de Espacio 4 desde 1998.

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