Alejandro Armenta Mier es su nombre y ostenta el cargo de presidente del Senado, ni m\u00e1s ni menos. Un cargo que, de entrada, deber\u00eda ser honroso, no s\u00f3lo por el cargo en s\u00ed mismo, sino por el encargo ciudadano que presupone su llegada a esa alta tribuna, componente esencial de una democracia que goza de buena salud.<\/p>\n\n\n\n
No es el caso, sin embargo, pues el personaje aludido es la encarnaci\u00f3n exacta de lo peor y m\u00e1s sucio de la pol\u00edtica mexicana. Protagonista, hace apenas unos d\u00edas, de un espect\u00e1culo que, si no fuera por lo pat\u00e9tico que resulta, mover\u00eda a risa por el grado de ridiculez que alcanz\u00f3.<\/p>\n\n\n\n
Pero el vergonzoso y lamentable espect\u00e1culo de personaje tan \u00ednfimo, me sirve para someter a an\u00e1lisis a esta clase de liderazgos tan de poca estatura intelectual y, por eso, fallidos. Lo que se esconde detr\u00e1s de este malabarismo de la inteligencia es un desconocimiento total del mundo en que se vive, tan ajenos a la contemporaneidad a la que deber\u00edamos \u2014ellos, sobre todo\u2014 afiliarnos a trav\u00e9s de una postura de alta exigencia intelectual y profesional a fin de comprenderlo y, despu\u00e9s, transformarlo.<\/p>\n\n\n\n
La posmodernidad, mi despreciable Senador Armenta, no es la continuidad de la forma de cultura llamada Modernidad en la que el liberalismo es su mejor expresi\u00f3n, sino un estilo de pensamiento que \u2014de entrada y es, adem\u00e1s, su sello distintivo\u2014 desconf\u00eda de todas las nociones que han construido la verdad, la raz\u00f3n, la identidad, la objetividad y el progreso. Es decir, todos esos grandes relatos, esa narrativa, transformada en un sistema definitivo de explicaci\u00f3n del mundo.<\/p>\n\n\n\n
Justamente, se\u00f1or Armenta, contra esos discursos iluministas, definitivos y paralizantes es, precisamente, que se alza la posmodernidad cuyo cambio de perspectiva ve al mundo como algo no acabado y est\u00e1tico, sino contingente, inexplicado, diverso, inestable, indeterminado y, por ello, hay que construirlo en un continuum <\/em>que no acaba nunca.<\/p>\n\n\n\n La posmodernidad es una forma de cultura que refleja bien el cambio de una \u00e9poca llamada modernidad a esta otra, contempor\u00e1nea y nuestra, donde las fronteras se diluyen en una experiencia cotidiana sin profundidad, descentrada, sin fundamentos, pero que, precisamente por eso, requiere de un abordamiento serio y, sobre todo, entender el desaf\u00edo que plantea el mundo contempor\u00e1neo instalado en la posmodernidad.<\/p>\n\n\n\n Lo pat\u00e9tico est\u00e1 en la soberbia con la que el presidente del Senado construye una narrativa que pretende imponer como la \u00fanica verdad sostenible, de una contundencia tal que no admite refutabilidad.<\/p>\n\n\n\n Seg\u00fan el Senador Armenta, hace unos d\u00edas recibi\u00f3 \u00abamenazas\u00bb terribles e intimidantes por parte de la \u00abmonstruosa\u00bb presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Naci\u00f3n, Norma Pi\u00f1a. Para lo cual el personajito denunci\u00f3 en tribuna (en lugar de hacerlo ante la autoridad correspondiente) porque sent\u00eda amenazada su seguridad y \u00abpa\u2019 que se le quite a la monstrua\u00bb.<\/p>\n\n\n\n Ignora el se\u00f1or que, en un mundo posmoderno, toda afirmaci\u00f3n desde el poder no es indicio de verdad. En otras palabras, se\u00f1or senador, ustedes (incluyo a los morenistas y alineados a esa ideolog\u00eda populista de la destrucci\u00f3n, donde tambi\u00e9n est\u00e1, por supuesto, el presidente de la rep\u00fablica) han creado una narrativa iluminada por la gracia de una creencia que carece de fundamento intelectual: sue\u00f1o chafa de quien est\u00e1 fuera de la posmodernidad, sistema que fragmenta el mundo, pero que prepara y sensibiliza para relacionarse con lo m\u00faltiple y lo diverso porque las reglas del juego son otras. No hay verdades definitivas. Por eso el desaf\u00edo para enfrentarlas no tiene referencia hist\u00f3rica.<\/p>\n\n\n\n C\u00f3mo me gustar\u00eda que un d\u00eda el se\u00f1or Armenta recibiera una aut\u00e9ntica amenaza del crimen organizado que el Gobierno del que es part\u00edcipe no combate, para que de verdad supiera de la verdadera angustia y terror que los criminales provocan en miles de familias mexicanas a quienes intimidan a diario y, a diario tambi\u00e9n, consuman su amenaza suprimiendo la vida de los miles que hoy s\u00f3lo son una estad\u00edstica.<\/p>\n\n\n\n Bueno, no. Naturalmente que no se lo deseo. Pero lo que s\u00ed deseo decir es que no es esa clase de liderazgos los que necesita este pa\u00eds. Habr\u00e1 que hurgar en el pasado mexicano a ver si podemos encontrar alg\u00fan modelo a seguir y recuperarlo para este presente y, si no, pues habr\u00e1 que construir uno que sea capaz de abanderar el servicio y la entrega desinteresada por las causas que parecen perdidas.<\/p>\n\n\n\n Estos liderazgos que gobiernan hoy a M\u00e9xico no sirven. Son charlatanes de barriada, cerebros chiquitos que apenas dan para respirar y mantener la existencia. En realidad, se requieren liderazgos de compromiso, asentados sobre una inteligencia superior para entender, comprender y transformar el mundo que, en su versi\u00f3n posmoderna, plantea los mayores desaf\u00edos sin afiliaciones a un relato que recurre como \u00fanica estrategia al melanc\u00f3lico resguardo del pasado, ese que ya se fue y, por lo tanto, es sue\u00f1o vacuo.<\/p>\n\n\n\n Necesitamos los liderazgos de la democracia, esos que est\u00e1n dispuestos a respetar las leyes porque creen que el Estado de Derecho es el fundamento para garantizar los derechos ciudadanos y fincar las responsabilidades necesarias para hacer de una sociedad una entidad de responsabilidades comunes.<\/p>\n\n\n\n La actitud del senador es la mejor versi\u00f3n de la cara del cinismo con que \u00e9l y los que gobiernan (incluido el presidente) toman las tribunas, que en rigor les pertenecen a la ciudadan\u00eda, para mentir descaradamente sobre sus verdaderas intenciones, sin que el menor rastro de rubor logre ensombrecer su cara.<\/p>\n\n\n\n No necesitamos liderazgos populares que f\u00e1cilmente cubren su rostro con la mejor m\u00e1scara de la bondad, sino liderazgos de la inteligencia, de compromiso con la otredad, capaces de entender el mundo de hoy y que, por eso, gobiernan con la raz\u00f3n y no permiten que las entra\u00f1as impulsen sus acciones.<\/p>\n\n\n\n Si no logramos esos liderazgos se corre el riesgo de encumbrar una ideolog\u00eda que no tenga necesidad de asegurarse la colectiva complicidad espiritual mientras todos hagan lo que se les pide porque han recibido una d\u00e1diva enga\u00f1osa de dinero sin pasar por la conciencia ciudadana; s\u00f3lo se requiere mantenerla permanentemente distra\u00edda y confiada para su reproducci\u00f3n en sus propios mecanismos automatizados.<\/p>\n\n\n\n Por esa raz\u00f3n hay que poner en duda el gran relato que el senador Armenta. Su contenido, en todo caso, nos ayuda a desmitificar el discurso de una ideolog\u00eda que no logra entender el mundo de hoy.<\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"Alejandro Armenta Mier es su nombre y ostenta el cargo de presidente del Senado, ni m\u00e1s ni menos. 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