El filósofo y sociólogo francés Gilles Lipovetsky, dice que: «La felicidad es el estado libre del peso de las cosas, de ambiciones, de todos los miedos que inspiran el futuro y el más allá…». Me gusta el concepto, privilegia el que se trata de un estado emocional. La felicidad, sin duda que varía de una persona a otra y depende, en mucho, de nosotros, construirla. Se trata de un sentimiento que te invade de bienestar y satisfacción por la vida. Yo amo la vida, lo confieso sin ambages. La felicidad se compone de un sinnúmero de emociones positivas, como son el amor, la alegría, la gratitud, y con una sensación de propósito y realización personal que te invade el ser entero, y eso no tiene precio. Obviamente a eso contribuyen una serie de factores internos y externos que interactúan en nuestra cotidianeidad.
Es relevante subrayar que la felicidad no es un estado constante, hay toda una serie de altibajos que tiene uno que aprender a capotear, como se dice coloquialmente, y es ahí donde se pone a prueba de qué estamos hechos. Verbi gratia, las enfermedades, las pérdidas, los fracasos, etc., todo esto afecta nuestro estado de ánimo. Cuando eso ocurre se deben sacar fuerzas de flaqueza y contra viento y marea equilibrarnos emocionalmente, y estar claros de que es una situación que pasará, y como reza la sabiduría popular, «al mal tiempo, buena cara” y “no hay mal que dure cien años, ni enfermo que lo resista». Si queremos ser felices tenemos que aprender a vivir con esto, porque simple y llanamente así es la vida.
Por otro lado, hay que estar ciertos de que la felicidad puede variar de acuerdo al tiempo y a las experiencias personales. Lo que ayer, nos hacía felices, hoy quizá ya no nos haga. Y eso es normal. Cuando se es joven, por ejemplo, la realización personal constituye para muchos una fuente de felicidad, cuando eres mayor, cambia, y entonces la salud y las relaciones con la familia, son lo número uno en tu vida. Entonces es importante comprender que la felicidad es dinámica. Y que lo ayer te hacía feliz, mañana puede transformarse.
Martin Seligman, uno de los estudiosos más prestigiados de la psicología positiva, expresa que alrededor del 40% de nuestra felicidad radica en las actividades y elecciones que hacemos día a día. Esto quiere decir que aunque hay factores que están fuera de nuestro control, como son la genética y las circunstancias externas, tenemos un margen de maniobra –permítaseme la expresión– vía nuestras acciones, para influir en la determinación de ser felices o todo lo contrario. Tenía y tiene razón el poeta Amado Nervo cuando declara en sus versos que, uno es el arquitecto de su propio destino. Eso es asumirnos con responsabilidad como personas, y no repartir culpas a diestra y siniestra de nuestra infelicidad. Tenemos que aprender a fomentar nuestro bienestar con hábitos que coadyuven a ello.
Modificar costumbres y actitudes para ser felices, como dicen en mi rancho «no es enchílame otra», es todo un proceso que demanda constancia y compromiso, disciplina, pero los frutos son dulces, son ricos, y nos benefician a nivel físico y emocional. Caminar, por ejemplo, no solo nos ayuda a estar en forma físicamente, también se liberan endorfinas, más conocidas como las “hormonas de la felicidad”, y estas nos levantan el ánimo y reducen nuestros niveles de estrés.
También juegan un papel relevante el entorno social y cultural. Cuando vivimos en una comunidad en la que se procuran seguridad pública, educación y servicios de salud de calidad, sin duda que vivimos más tranquilos y por ende más felices. La salud mental está vinculada a la felicidad ¿por qué? porque la tendencia a experimentar síntomas de ansiedad y depresión, es muy baja. Además sentirse feliz fortalece nuestro sistema inmunológico y hay menos propensión a enfermedades cardiovasculares y por ende, mayor esperanza de vida. Las personas felices son más longevas.
Las personas felices tienen relaciones más saludables y satisfactorias, y es que la felicidad fomenta la empatía, el interés y la conexión con los demás. Las relaciones positivas generan un círculo virtuoso en el que el apoyo y la comprensión mutua florecen como la primavera. En un ambiente de esta naturaleza la armonía se traduce en espléndidas relaciones familiares y en bienestar colectivo.
Si nos vamos al ámbito laboral, está probado que la felicidad se refleja en una mayor productividad, creatividad y satisfacción por lo que se hace. Y es que cuando se es feliz el entusiasmo y el compromiso se manifiestan en un mejor rendimiento y éxito profesional. Una empresa que alienta esto tiene un índice bajísimo de ausentismo y de rotación. Una empresa que valora y promueve la felicidad de sus empleados destaca por su innovación y competitividad.
¿Qué se necesita para ser feliz? Los expertos en el tema señalan que hay cinco cosas esenciales para ser felices. Se las comparto textuales, con mucho gusto. La primera es cultivar la gratitud. Practicar la gratitud consiste en enfocarse en las cosas positivas de la vida y apreciarlas. Puedes comenzar un diario de gratitud, donde cada día anotes tres cosas por las que te sientas agradecido o agradecida. Esta práctica sencilla puede cambiar tu perspectiva y ayudarte a concentrarte en lo bueno, lo cual es fundamental para sentirse feliz. Además, expresar gratitud a las personas que te rodean fortalece las relaciones y crea un ambiente positivo.
Va la segunda: fortalecer las relaciones interpersonales. «Las relaciones sociales son un componente crucial de la felicidad. Dedica tiempo a tus seres queridos, ya sea tu familia, amigos o pareja. Escucha activamente, comparte experiencias y muestra aprecio por las personas que te rodean. Estas conexiones significativas son una fuente importante de apoyo emocional y alegría. La calidad de nuestras relaciones puede tener un impacto directo en nuestra felicidad y bienestar».
La tercera es practicar el autocuidado. «El autocuidado implica atender tanto tu bienestar físico como emocional. Esto incluye mantener una alimentación equilibrada, hacer ejercicio regularmente, dormir lo suficiente y dedicar tiempo a actividades que disfrutes y te relajen. Cuidarte a ti mismo o a ti misma es esencial para mantener un estado de ánimo positivo y una buena salud general. El autocuidado no es un lujo, sino una necesidad fundamental para el bienestar».
Aquí está la cuarta, encontrar un propósito. «Tener un sentido de propósito en la vida puede aumentar significativamente tu felicidad. Esto no necesariamente implica grandes gestos; puede ser algo tan simple como encontrar satisfacción en tu trabajo, dedicarte a un hobby que te apasione o contribuir de alguna manera a tu comunidad. Sentirse útil y tener objetivos claros proporciona un sentido de dirección y logro. El propósito le da sentido a nuestras acciones y nos motiva a seguir adelante».
Y viene la quinta. Practicar la meditación y la atención plena. «La meditación y la atención plena son prácticas que ayudan a reducir el estrés y a aumentar la conciencia del momento presente. Al incorporar estas prácticas en tu rutina diaria, puedes mejorar tu capacidad para manejar las emociones negativas y disfrutar más plenamente de las experiencias positivas. Dedicar unos minutos al día a la meditación puede tener un impacto significativo en tu bienestar general».
Aprendamos a ser felices, empeñarnos en ello obra en beneficio propio. La vida es muy corta para desperdiciarla en naderías. Aprendamos a disfrutar los momentos que convivimos con nuestros seres queridos, agradezcamos cada instante que nos motiva a sonreír o a reír a carcajadas. La risa es un bálsamo insustituible que nos cierra los impases y nos mueve a ser felices.
Ser feliz es una bendición. Cuando nos entre el «spleen» pues lloremos para desahogarnos, se vale llorar, nomás faltaba, pero no le rindamos pleitesía a la congoja. La felicidad es un estado de ánimo que debemos aprender a cuidar y a mejorar, todos los días. Depende de nosotros en mucho, ser felices. Y cuando uno es feliz, se le nota. La sonrisa es hermosa cuando es genuina. He aprendido a lo largo de mi vida a distinguir cuando solo es una fachada.
Convivir con personas felices es una delicia. Ser feliz no tiene nada que ver con condición social, ni con preparación académica, ni estatus económico. La felicidad viene del alma, de nuestra actitud ante la vida, de nuestra armonía interior. Devolvamos bien con bien, celebremos la gloria de estar vivos.