Para Carmen Ortiz, siempre agradecido por todas sus muestras de cariño y hospitalidad.
Mauricio Serratos ha dedicado su obra a la literatura juvenil. Zoe es el cuarto libro de una narrativa volcada a la orientación de la juventud. Han ido apareciendo, en este orden, Trampas y trampolines (cuentos), El imperio de Ninfus (novela), Buenas noches (cuentos) y, ahora, Zoe (novela). En esta última publicación se narra la conmovedora historia de la tortuga Chelóna.
En la presentación del libro en Zéntrika, CDMX, el 22 de agosto de 2024, evoqué la figura de Sócrates, acusado de corromper a la juventud y de blasfemar contra los dioses y, por ello, condenado a muerte injustamente por la democracia ateniense. Todos sabemos que el mayéutico Sócrates, en lugar de corromper a la juventud, se convirtió en el principal formador de la misma en aquella Atenas del siglo V a.C. Él mismo dio en llamarse «tábano», en referencia a ese molesto mosco que hace sufrir al ganado, pues su labor consistía en sacudir la conciencia de los poderes establecidos. Mauricio es profesor del CETIS número 29 de la CDMX. Ahí desempeña la labor socrática de cultivar el espíritu de los adolescentes.
Chelóna, nombre inspirado en el griego khelone —las tortugas son un tipo de quelonios—, busca denodadamente el amor, pretende integrar su afectividad. Se trata de una pesquisa del amor materno. Tarea a la que estamos llamados todos los seres humanos. Pasar del aislamiento a la intimidad, a la comunión, que así lo recomienda el Erikson de la psicología evolutiva. Muchos son los tropiezos de Chelóna en esa fragorosa indagación, porque, a final de cuentas, no se trata de amar, sino de saber amar. Rememoro la historia de aquella campesina que no quiso perdonar a su marido y que cuando le rogamos que lo hiciera, se cerró en banda y nos dijo con dureza: «es verdad, él me ama, pero no me supo amar».
Suelo recomendar encarecidamente a mis alumnas y alumnos el recurso a las etimologías grecolatinas para una mejor comprensión de la materia de estudio. Mauricio hace gala del uso del griego en Zoe. Sus personajes, como atinadamente apunta la compositora Lucía Álvarez en la contraportada, son bautizados en griego: Chelóna es la tortuga protagonista y Skylos, el perro protector, por ilustrar con un par de ejemplos.
En la mitología griega, Quelona era una doncella que fue convertida en tortuga por Hermes como castigo por burlarse de la boda de Zeus y Hera. Y en verdad Chelóna, en la novela, aparece como castigada por los dioses, pero logra al fin su liberación. Detengámonos un momento en el colofón de la novela: «La luz que proyectaba Ílos sobre la superficie se fue difuminando poco a poco. No sentí angustia, no sentí temor alguno. El aire se extinguió de mis pulmones y finalmente en los brazos de Skótadi, la residente del océano, mi deteriorado cuerpo liberó a mi recién nacida alma libre, sin dolor, sin pesadez y sin dificultad. El premio por haber logrado todas mis metas en la vida» (p. 95).
Perdón por «spoilear» la novela, pero me interesa destacar la satisfacción del deber cumplido que experimenta Chelóna. Ese maravilloso sentimiento que algunos asimilan a la «beatitud», del latín beo, que quiere decir «colmar». Esta tortuga se siente, al final de sus días, colmada en todos sus deseos y sueños.
Me remito ahora a las memorias del extraordinario filósofo empirista David Hume. Ya cerca de su muerte comparte lo siguiente: «…nunca he sufrido —a pesar del gran deterioro de mi persona— un solo abatimiento de ánimo; al grado de que si tuviera que escoger el periodo de mi vida que elegiría vivir de nuevo, estaría tentado a escoger este último… Es difícil estar más desprendido de la vida de lo que estoy en la actualidad. Fui un hombre de disposición apacible, de temperamento controlado, de humor abierto, social y alegre, capaz de sentirme vinculado afectivamente, pero poco susceptible a la enemistad y de gran moderación en todas mis pasiones. Inclusive mi amor por la fama literaria, mi pasión dominante, nunca amargó mi carácter a pesar de las frecuentes decepciones» (pp. 38-40). Disculpen la larga cita. La similitud entre lo que experimenta Chelóna y lo que revela el pensador escocés es sorprendente. Una sensación de paz y de serenidad los invade. La misión ha sido cumplida cabalmente. Las tortugas son, en algunas culturas, un símbolo de serenidad. Leamos Zoe e identifiquémonos con la protagonista.
Carmen Ortiz y su familia fueron nuestra «Betania» en los años 80 en Lomas de Polanco, Guadalajara. Jesús de Nazaret tomaba un respiro en Betania, cerca de Jerusalén, en la casa de sus amigos del alma María, Marta y Lázaro. La hospitalidad proverbial de Carmen hizo que nos sintiéramos a nuestras anchas en aquel territorio liberado. Vaya hasta al cielo mi gratitud sin orillas.
Referencia:
Hume, David, De mi propia vida, Trad. de Nydia Lara Zavala, UNAM, Col. Pequeños Grandes Ensayos, México, 2004.
Serratos, Mauricio, Zoe. Celebrar la vida y la amistad es trascender, Arteletra/Colofón, México, 2024.
Excelente!