Procesos electorales con sangre

Las elecciones del 2024 en México y Estados Unidos pasarán a la historia por los tintes de sangre que costaron la vida de candidatos y mostraron la debilidad del estado para proteger incluso a un aspirante presidencial, situación que sin duda enrarecerá el futuro de la gobernanza en ambos países.

Las dos naciones además de ser vecinos, son socios y ahora comparten la violencia como parte de la historia de sus elecciones presidenciales, ahora tendrán que lidiar en el futuro con el fenómeno con características y circunstancias diferentes, pero con el común denominador de la búsqueda de la muerte como parte del fanatismo y las formas para mantener el poder de la delincuencia organizada.

Estimaciones de la organización civil «Causa Común» indican que de junio de 2023 al pasado 2 de junio del 2024 hay un registro de 67 actores políticos asesinados en 18 entidades, incluyendo 36 aspirantes o candidatos y tres candidatos ganadores, cifra superior a los 30 asesinatos registrados en la elección de 2021 y a los 24 cometidos durante el proceso electoral de 2018.

Aunque las cifras del Gobierno federal mexicano son diferentes, mantienen la constante de que la mayoría de los crímenes se ligan con la intervención del crimen organizado y los intereses económicos y políticos en juego durante un proceso electoral.

Del total de asesinatos, ni siquiera la mitad fueron resueltos o terminaron las investigaciones con detenidos y sentenciados, y sobre todo, con explicaciones sobre la intención de eliminar a candidatos y aspirantes.

Sin resoluciones oficiales y contundentes sobre este aumento de la violencia extrema en una elección, queda fija en la opinión pública la idea de que los homicidios se relacionaron con la delincuencia organizada sobre todo por el modus operandi de los homicidas.

En Estados Unidos la situación es diferente, pues de aquel lado del charco son los propios aspirantes presidenciales y sus partidos quienes polarizan el ambiente, además de un deficiente control de venta y uso de armas que están al alcance incluso para jovencitos.

El ambiente y entorno social es adverso para los políticos y gobernantes norteamericanos por los altos índices de adicciones y muertes por drogas, pero además por un nivel de vida que aumentó y deja en desventaja a numerosos grupos ciudadanos que incluso viven en las calles por el alto poder adquisitivo que hoy se vive.

El atentado que sufrió Donald Trump podría definir las tendencias finales de candidaturas y ganadores con perdedores, pero más allá de eso, no ofrece las mejores garantías de equilibrio para la democracia de los norteamericanos.

Para ambas naciones, sus gobernantes y gobernados, un entorno de violencia e inseguridad no es el mejor y tampoco el más prometedor ambiente para el próximo año donde la relación entre ambos países podría vivir sus momentos más críticos y tensos con decisiones radicales basadas en el poder de la política y la economía y no necesariamente en mejorar la calidad de vida de la población en general.

Autor invitado.

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