Bibliot… ¿qué?

¿Hace cuánto que no van a biblioteca? O tal vez tendría que ser la pregunta: ¿Alguna vez han ido a una biblioteca? Ese espacio lleno de libros, tal vez computadoras, mesas de trabajo que en ocasiones vemos en series, películas, pero que quizá no nos sentimos identificados con el pasar del tiempo en estos poco, casi extintos lugares.

Jorge Luis Borges escribió: «Siempre imaginé que el Paraíso será algún tipo de Biblioteca». Hay quienes también lo imaginaban así, la atracción que crean los estantes repletos de libros, la combinación de ejemplares viejos y nuevos, la fascinación por las sorpresas de qué descubrir en ellos, el aroma a cuero de las encuadernaciones o a papel amarillento que guarda en sí mismo el tiempo, el registro del conocimiento de la historia del hombre, la imaginación acumulada entre las páginas, el saber que el placer de la lectura puede durar una eternidad.

Creo que el autor estaría bastante decepcionado por cómo se ha ido reduciendo el número de bibliotecas y de apoyos para las mismas. Desempolvando la historia, se tiene registro de que el primer edificio dedicado a almacenar papiros y tabletas de piedra que fungían como archivos de lectura, fue mandado a construir expresamente para este propósito por el rey asirio Asurbanipal, en el siglo VII a. C., quien ordenó edificarla en la ciudad de Nínive, cerca del río Tigris, a unos kilómetros de la actual ciudad de Mosul, en Irak. Ahora, al acudir a una parece que regresamos a esa época, puro papel viejo que parece papiro y edificio o espacio cayéndose en partes como tabletas.

Cierres de bibliotecas, presupuestos reducidos, desinterés de los usuarios. Es algo que muchos de nosotros hemos experimentado o escuchado con demasiada frecuencia, especialmente a partir de la crisis económica. Pero muchas bibliotecas se están reinventando a sí mismas, reimaginándose, ofreciendo nuevos servicios y transformándose en entidades muy diferentes, mientras que también siguen desempeñando el papel que siempre han tenido: ayudar a las comunidades a conectarse con la información.

Las bibliotecas se están enfrentando a cambios drásticos debido a la revolución digital. ¿Para qué ir a una biblioteca si puedo consultar Wikipedia en mi celular? Mientras que muchas siguen ofreciendo libros como han hecho siempre, también se están convirtiendo en centros culturales. Pero las bibliotecas pueden ser más. Al igual que los libros que hay dentro de ellas, una biblioteca puede contar muchas más historias. Pero claro, este juego es de tres: el usuario, el capital humano de la biblioteca y quien la mantiene.

La forma en que las bibliotecas se presentan, colaboran y comercializan sus productos y servicios está cambiando. Aunque como siempre con el cambio viene la resistencia, incluso desde muchos sectores profesionales.

El cambio y la gestión del cambio son factores centrales en los tiempos que vivimos, las tendencias siempre cambiantes en la educación significan que el desarrollo profesional continuo y el aprendizaje de por vida nunca han sido más importante; y de este modo en la era del monstruo llamado Amazon necesitamos más que nunca espacios públicos donde reunirnos, donde aprender juntos, compartir experiencias y generar nuestra identidad como grupo, no solamente en grupos… de WhatsApp.

Hace poco un amigo me dijo que le enseñó a su hija a utilizar el fichero de una biblioteca, aprovechando que estaba en un museo y vio uno: ¡En un museo! Claro, ya hay formas más eficientes para buscar un libro, pero ¿Eso nos hace más eficientes o más cómodos? En ocasiones extraño lo viejo.

Promotor cultural.

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