«La violencia, sea cual sea la forma en que se manifieste, es un fracaso».
Jean Paul Sartre
La inseguridad es sin duda uno de los mayores problemas que hoy vivimos en nuestro país. Por un lado, tenemos la que padece la población por el alza de los delitos, y por el otro, el auge del narcotráfico y la gama de consecuencias que éste conlleva, como son los enfrentamientos entre las bandas criminales, y de éstas con las fuerzas de seguridad, el narcomenudeo, etc., y para acabarla de rematar, con estructuras de seguridad, inteligencia y justicia, sobrepasadas y corrompidas hasta el tuétano.
La inseguridad varía según el estado y el grupo social en el que se vive. Los graves problemas socioeconómicos que lastra el país se reflejan en la seguridad y la gobernabilidad, verbi gratia, la emigración clandestina de personas hacia Estados Unidos, incluyendo la trata, una actividad de crimen organizado que, a su vez, detona en las violaciones a los derechos humanos de los migrantes. De manera simultánea, crece la transnacionalización del crimen. Por ejemplo, el tráfico de armas desde EE.UU. o la presencia de las maras, provenientes de América Central, principalmente de El Salvador.
En los últimos años un parásito deleznable ha penetrado en las estructuras de la sociedad mexicana. Este bicho ha dado pie a infinidad de males que producen llanto, dolor, lamentos, traiciones, rabia, impotencia y corrupción. Su voracidad no tiene límite, se transmite y se perpetúa. Su nombre: Violencia. Es reflejo fiel de una sociedad en descomposición. Se muestra en delitos de alto impacto, y lo que se pretende con ella es hacerse del poder económico, político o social. Sus progenitores son muchas veces la venganza, arreglos territoriales, cobro de plazas o lealtad. Su presentación más ruin son los homicidios dolosos, como la muerte de los sacerdotes jesuitas en Chihuahua.
La violencia que hoy se sufre en México ni por asomo es la que se vivió en las primicias del siglo XX. Esta de hoy abreva en una perversidad gestada en la degradación del Estado y sus instituciones. Algunos estudiosos del tema señalan que esta violencia es producto del hartazgo social de las autoridades que están para administrar e impartir justicia, y no lo hacen. También apuntan a la desigualdad económica y la pobreza, entre otros factores que explican el ascenso de la violencia en la sociedad. El momento que se vive hoy en México está permeando en la colectividad, y produciendo un daño crónico e irreparable. Esta violencia puede contagiar epidemiológicamente a cada uno de quienes la conforman, y alimentar la realización de actos involuntarios violentos en contra de quien menos pueda protegerse, desembocando en una epidemia de violencia y atrocidad. En México, la desigual distribución del ingreso se presenta como uno de los más importantes factores de riesgo para la presentación de la violencia. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos la «pobreza moderada» se encuentra en un universo de 61,4 millones de mexicanos. Esto es descorazonador para una sociedad que busca de «entre los escombros del olvido, un aliciente que calme el dolor al que está siendo sometida de manera crónica y que, al parecer, continuará».
La inseguridad no da tregua en México. En el mes de mayo se contabilizaron un total de 2 mil 472 homicidios dolosos, en promedio por día se registraron 79.7 muertes violentas. De acuerdo con cifras del reporte diario del Gabinete de Seguridad Federal, en el último mes hubo un repunte de 16% en los homicidios dolosos, pues en abril se reportaron 2 mil 131 muertes violentas. Entre esas atrocidades destacan las de un niño de tres años asesinado al interior de una iglesia en Zacatecas; el multihomicidio de 11 personas en un hotel en Celaya, Guanajuato; el ataque a las periodistas Yessenia Mollinedo y Johana García, en Veracruz; el homicidio de cuatro menores en Oaxaca, en el poblado de Chicapa de Castro, en Juchitán y el enfrentamiento en Coyomeapan, Puebla, que dejó tres personas muertas.
El 24 de mayo, cuando se registraron 118 homicidios dolosos. Además, se dieron tres días con más de 100 homicidios: 1 de mayo, con 112; 15 de mayo, con 105, y 22 de mayo con 107. Y a pesar de semejantes cifras, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha asegurado que no cambiará la estrategia: «No vamos a cambiar la estrategia, al contrario, quienes deben reconocer que se equivocaron y que los errores en política son como crímenes en el mejor de los casos, son nuestros adversarios». Hágame el «refabrón cabor», como dice don Armando Fuentes Aguirre.
Más cifras horripilantes. En lo que va del año han asesinado, al menos, a 187 policías en el país. Los estados con más policías asesinados son: Zacatecas (26), Guanajuato (24), Veracruz (16), Jalisco (16) y Michoacán (15). Del 1 de diciembre de 2018 al 23 de junio de 2022 se han registrado, al menos, mil 602 policías asesinados en México. Y hay más. En lo que va de 2022, nueve periodistas han sido asesinados en México, más que en todo 2021, y en segunda posición después de Ucrania, donde al menos 12 periodistas han sido asesinados, la mayoría mientras cubría la guerra, según el Comité para la Protección de los Periodistas.
Y hay más, los feminicidios. Los colectivos feministas han denunciado que en promedio 10 mujeres son asesinadas al día. De acuerdo con las estadísticas oficiales, durante 2021 se registraron 969 feminicidios en México, es decir, 2.6 diarios en promedio. En 2021 se contabilizaron mil 006 víctimas de feminicidio, lo que representa que tres mujeres murieron a diario por violencia de género. Y llega junio con 2 mil 289 asesinatos, se ubica como el segundo mes más violento del año, según el reporte diario de víctimas de homicidio doloso elaborado por el Gabinete de Seguridad Federal. En promedio se registraron 76.3 muertes intencionales. En la primera mitad del año suman un total de 13 mil 127 víctimas de homicidio doloso en el país, la mayoría se concentran en Guanajuato, Baja California, Michoacán y Estado de México, en números absolutos.
La violencia también tiene impacto en la economía del país. El gasto ascendió a 4.92 billones de pesos (243 mil millones de dólares), lo que equivale al 20.8 % del Producto Interno Bruto (PIB), así lo reveló el Índice de Paz México 2022 del Instituto para la Economía y la Paz (IEP). El costo de la inseguridad fue mayor en números absolutos al del año anterior, cuando el IEP reportó un impacto de 4.71 billones de pesos (unos 235 mil millones de dólares, USD), aunque en ese entonces representó el 22.5% de su PIB.
«Esto implica una afectación grave a la economía y un impacto per cápita de aproximadamente 38 mil pesos (unos 1,875 dólares) por cada mexicana y mexicano», señaló en una entrevista Carlos Juárez, director en México del IEP, cuya sede principal está en Sidney, Australia. Entre las «preocupaciones» del instituto está el creciente gasto en el sector militar, que se incrementó un 31% en los últimos siete años (de 2015 a 2021). En contraste, Juárez apuntó que «el gasto en seguridad pública disminuyó un 37%, y el gasto en el sistema judicial bajó un 3% en este mismo periodo».
El gasto militar de México en 2021 superó los 160 mil millones de pesos (unos 7 mil 900 millones de dólares), mientras que el gasto en seguridad pública estuvo en su nivel más bajo en 13 años, al caer hasta 40 mil millones de pesos (cerca de 1 mil 975 millones de dólares). Hay una creciente militarización de la seguridad pública en México. México invierte apenas el 0.6 % del PIB en seguridad y justicia, mientras que el resto de los países latinoamericanos y de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) invierten hasta el 1.5% o el 1.7% ¿Por qué?
México registró 33 mil 308 homicidios en 2021, después de los dos años más violentos de su historia, bajo el mandato del presidente Andrés Manuel López Obrador, con 34 mil 690 asesinados en 2019 y 34 mil 554 en 2020. El director del IEP señala que hubo mejoras en homicidios y delitos cometidos con armas de fuego y cárcel sin sentencia, pero deterioro en delitos con violencia y crímenes de la delincuencia organizada.
Dos tercios de los homicidios se atribuyen al crimen organizado, que también está vinculado con el incremento de delitos como extorsión, secuestro y trata de personas. Pese al decremento en homicidios, el IEP detectó un aumento generalizado de las tasas de agresión sexual de 98.4 %, y de violencia familiar 93.4 % en los últimos siete años. «Vemos con preocupación cómo se habla muchísimo de delincuencia organizada, quizá por su alto impacto, pero también están estas violencias de género que tienen que ver más con las relaciones interpersonales, la forma en la que nos relacionamos en el hogar, en el trabajo y en la vía pública».
La violencia de hoy en México se vincula a cambios en la arena de los crímenes de la delincuencia organizada, que se caracterizan por la expansión territorial rápida y violenta de ciertos cárteles predominantes, como el de Jalisco Nueva Generación (CJNG), más la proliferación de grupos delictivos más pequeños y la diversificación de la actividad delictiva. También ha habido cambios en el tipo de drogas que las organizaciones delictivas mexicanas movilizan a nivel internacional, toda vez que el tráfico de marihuana ya no es negocio, pero sí el de fentanilo.
Infortunadamente tenemos un Gobierno que no entiende nada, ni quiere entender, «dirigido» por un individuo soberbio y cerrado que se niega a escuchar a los que sí conocen el tema. México le importa un rábano. Pero es lo que hay… Abrazos y no balazos.