En plata pura…

En política sucede como en las matemáticas: todo lo que no es totalmente correcto, está mal.

Edward Moore Kennedy

La política, al margen de simpatías y antipatías que despierte, juega un papel sustantivo en cualquier sociedad, y los políticos, un rol significativo en la vida de los ciudadanos, para bien o para mal. La historia les ha otorgado a los pueblos griegos la paternidad de la democracia, aunque no se viviera del todo en la península del Peloponeso. Recordemos un poquito. El sistema parlamentario que privaba en Atenas, chocaba con la férrea dictadura militar de la otra polis, Esparta. Siglos más tarde impera el gobierno feudal representado en el rey, a quien el poder le era delegado por la divinidad misma, según los cánones de la época. Hasta que se les opuso la burguesía con la defensa de la libertad y la democracia ilustrada. Y podía extenderme más pero el espacio no es grande, de modo que cierro expresando que ha llegado hasta nuestro tiempo como un sistema que abreva en esos ideales, y es en el seno de la comunidad en la que tiene que darse.

La política, pues, está en todas partes, y es causa y consecuencia de los cambios sociales y económicos que se experimentan en todo el orbe. Es un juego retorcido, afirman unos, y tienen razón, hay que volver la vista a quienes manejan sus hilos, o puede ser instrumento de paz y de concordia, y de ambos conceptos da cuenta la historia de la humanidad. La política es una disciplina, es un arte, es un medio para hacer cosas excelsas a favor de la sociedad o también porquería y media para desgraciarle la existencia a sus destinatarios. Y entro de lleno a las reflexiones que deseo compartir con usted y que agradezco sobremanera las lea. No sé si a usted le suceda lo mismo, pero a mí me enerva ver lo que está sucediendo en nuestro país. Al margen de los sinvergüenzas que abundan en todos los partidos políticos, lo de hoy no tiene parangón. La corrupción y la impunidad se pasean como Pedro por su casa a lo largo y ancho de la república y al grueso de los compatriotas les vale una pura y dos con sal.

Hoy día tenemos el peor gobierno federal de cuantos han pasado por encima de México. Su incompetencia y su cinismo, para empezar, son bofetadas en pleno rostro a un pueblo al que el descabezado que hoy cobra como presidente, juró que iba a transformar, y le compraron la promesa 30 millones de electores. ¿Cómo pudieron confiarle la casa a un tipo que no tiene ni una pizca de conocimiento de lo que es gobernar y administrar un país tan contrastante como el nuestro? Un estadista tiene los tamaños para rodearse de un equipo de los mejores entre los mejores. Para este acomplejado eso es anatema.

Pero ahora viene lo importante ¿Cómo nos deshacemos de semejante lastre? ¿Cómo le damos un viraje al timón y llevamos a nuestro país por otro derrotero? ¿Cómo convencemos a quienes no suelen ir a votar para que lo hagan? ¿Cómo transitamos por una ruta de la que ni siquiera tenemos mapas propios porque nos ha valido una pura y dos con sal el tipo de gente que llegue a un cargo público? Y si no nos ocupamos de eso en la próxima elección, discúlpeme el francés, pues estamos bien jodidos.

De entrada, tenemos que acabar con un sistema que posibilita que desde el poder se hagan una serie de sinvergüenzadas y que por ellas no haya sanción alguna, ni política, ni administrativa, ni penal. Así se han hecho fortunas inimaginables. Y son intocables los «afortunados». Es esencial que quien llegue a un cargo público del 2024 en adelante, le quede bien claro que el dinero público no es suyo y que si lo toma la consecuencia es la cárcel y el decomiso de cuanto se robó. Los partidos políticos no debieran festinar la podredumbre del de enfrente, mejor afanarse en asear la propia. La porquería huele igual, sea de derecha, de centro o de izquierda, aunque tristemente haya mexicanos que soportan mejor el hedor según sus «simpatías partidistas». Y los gobernados, bien haríamos en dejar de considerar «normal» que los políticos roben, esa «naturalización», en el caso de la corrupción, como afirma el maestro español Francesc Núñez, «es una falta moral y una forma de degradación de la acción social y política».

Ya estuvo suave de hacer como que «la virgen nos habla» y volver la cabeza hacia otro lado cuando de elecciones se trata. Por eso nos va como nos va, por desidiosos, por valemadristas, por indiferentes, por lo que usted guste y mande, que nos impide hacernos cargo de una responsabilidad ineludible que tenemos como habitantes de este país. No debemos permitir que gente manchada de corrupción se presente a un cargo público de elección popular, el 2024 hasta donde se ve habrá candidatos del Frente Amplio por México y de Morena y aliados, y quizá MC. Por favor, revisemos con lupa la trayectoria de los suspirantes: ni ineptos, ni sinvergüenzas, ni holgazanes. La penitencia es nuestra, no de los partidos, ni de los cínicos y rateros que avalan como candidatos. No volvamos a dormirnos en nuestros laureles, es una vergüenza el nivel de muchos de los que hoy pagamos como senadores y como diputados federales, no sirven más que para pavonearse con el cargo y cobrar por no hacer nada. Ah… y muchos frescos y frescas de esa Legislatura van a buscar la reelección. No les bastaron los tres o los seis años que vivieron como queridas de viejo rico, quieren más. ¿Y usted qué quiere? Transcribo al maestro Núñez: «lo que es inmoral, injusto, o todo lo percibido socialmente como deplorable, no tendría que pasar desapercibido, tolerarse o producir menor indignación por más reiterado que sea. Tiene que ser tarea de los medios, y de quien tiene esta capacidad, no dejarlo pasar por normal, desapercibido, perdonado o infravalorado a causa de la repetición». Ya basta. Hagámonos cargo de la parte que nos corresponde.

¿No desea usted que en el mundo de la política los puestos sean ocupados por servidores públicos honestos e inteligentes? Hoy estamos hasta el tope de sinvergüenzas, liderados por personajazos sin solidez ética ni democrática, colmados de camorristas —como el de casa—, pagados de sí mismos, hambreados de dinero y de poder, que no generan ni una pizca de confianza y que han hecho de la política una montaña de estercolero. Pareciera que es el tiempo de los sinvergüenzas, se diseminan por el mundo entero. Pactan con la mafia misma, arruinan la economía con políticas estúpidas, se botan con la mano en la cintura las reservas que le dan sustento crediticio a su país, mandan a sus mozos en los congresos a aprobar leyes aberrantes nomás porque así les da su gana. Son maníacos que han accedido al cargo mintiendo y vendiéndose como probos, y no se trata más que de enfermos de soberbia, mediocres hasta el tuétano, huérfanos de valores. Y al que se cargan es al país.

Estos tipejos venidos a más, son como un virus, pero de esos con capacidad de infectar cuanto tocan. El de casa es un «alfa», jefe de jefes de una banda de los de su especie, campeando a todo lo que da la ausencia de vacuna capaz de disolverlos. Se trata de una «cepa» a la que le importa un carajo el bien común, los que privan son sus intereses y sus caprichos, engañando al sistema inmunológico, léase defensas de la democracia. Cuando se infiltran son desastrosos, entre sus pérfidos efectos están la división y el odio entre connacionales, el fanatismo y la pérdida de valores. Al que los escucha lo apergatan con sus frases labiosas, promesas falsas, argumentos truncos. Queda infectado y a su servicio. Su común denominador es el embozo de demócrata y el hambre insaciable de poder. Se autoproclaman puros y santos, pero son unos grandísimos hijos de la… Tiranos de cuerpo entero.

Esa es la razón por la que cuando se presenta como aspirante a un cargo público una persona que dice lo que quiere decir, sin empacho alguno, con toda claridad, sin alterarse por lo que pensarán o dirán quienes la escuchen, el individuo en el poder tiembla, se enrabia, difama, insulta, manda a sus esbirros a borrarla del mapa como sea y al precio que sea. Y entonces esta persona se hace más fuerte, más estoica, crece por dentro, quintuplica su potencial y ya es imparable.

Pero esa persona, con esas prendas personales, con esa determinación y esa conciencia vinculada con la ciudadanía, con el sueño de hacer las cosas de manera diferente, no gana una elección sola. Las elecciones se ganan con votos, con un movimiento capaz de despertar conciencias y almas, que requiere del acompañamiento y el trabajo de cada uno de nosotros, de cada mexicano que quiere un país diferente al que hoy tenemos. Necesitamos una patria que lo sea para todos, sin distingo alguno. Una en la que sus gobiernos de desvivan por administrar los recursos públicos para que cada habitante de este país viva acorde a su dignidad de ser humano. Uno en el que la corrupción y la impunidad queden proscritas, como la plaga indecente que son. Y en el que la ley se observe y se aplique pareja, sin privilegios ni discrecionalidad. Usted decida que quiere y luche por ello. No más titubeos.

Licenciada en Derecho, egresada de la UNAM. Posee varios diplomados, entre los que destacan Análisis Político, en la UIA; El debate nacional, en UANL; Formación de educadores para la democracia, en el IFE; Psicología de género y procuración de justicia. Colabora en Espacio 4, Vanguardia y en otros medios de comunicación.

4 comentarios en “En plata pura…

  1. Me gustó mucho su columna. Pienso que cada ciudadano puede hablar de política y de lo que pasa en el país con los que tenemos cerca.

  2. Es una verdad a gritos y que no hay respuesta,ojalá llegue ese día en que se tome muy en enserio al elegir gobernates no solo sea un voto por complacer sino por decidir el bienestar del pueblo que al final es el que sufre sus propias elecciones,México un País lleno de valores y riquesas que solo están en manos de gente sin escrúpulos.Muchas gracias Licenciada Esther por compartir y hacer pensar al que lee su mensaje.

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