Esa forma de contar lo que se dice o se calla

«Este mundo, que lo aprieta a uno por todos lados, que va vaciando puños de nuestro polvo aquí y allá, deshaciéndonos en pedazos como si rociara la tierra con nuestra sangre. ¿Qué hemos hecho? ¿Por qué se nos ha podrido el alma?»

Juan Rulfo en Pedro Páramo

Juan Rulfo se ha convertido para la posteridad en uno de los grandes escritores en lengua hispana. Marcó un hito en la literatura mexicana por lo que es uno de los autores nacionales más leídos en el país y el extranjero. Baste nombrar el libro de cuentos El llano en llamas —diles que no me maten— y la novela Pedro Páramo.

El inagotable escritor Juan Rulfo —a memoria de su fallecimiento este mes— sigue siendo vigente, donde permanece como el mayor exponente del realismo mágico de nuestro país. Contribuyó a un género desde el paisaje del México rural, brindando una imagen tan real y a semejanza que sus obras nos hacen sentir lo que sintieron sus personajes en carne propia.

El realismo mágico es una corriente literaria de mediados del siglo XX que se caracteriza por la narración de hechos insólitos, fantásticos e irracionales en un contexto realista. El término fue acuñado en 1925 por el crítico de arte e historiador alemán Franz Roh. Más adelante, se usó el término para referirse a una nueva tendencia en la literatura hispanoamericana en la que la realidad coexiste con la fantasía. Surgió entre 1930 y 1940; llegó a su auge en las décadas de 1960 y 1970. En las novelas y cuentos mágico-realistas, el narrador presenta hechos improbables, oníricos e ilógicos de manera natural sin asombrarse por ellos ni darle al lector una explicación como si pertenecieran a la realidad.

El autor de El llano en llamas y Pedro Páramo nació un 16 de mayo de 1918 en Apulco, Jalisco, aunque fue registrado en la ciudad de Sayula, ubicada en el mismo Estado. A temprana edad, el niño Juan habitó en acontecimientos que marcaron su vida como el asesinato de su padre cuando solo tenía cinco años. Vivió la Revolución Mexicana en carne propia, lo que lo hizo ver de cerca toda la incertidumbre social por la que atravesaba nuestro país. Por la muerte de su madre —muy poco después de la de su padre— tuvo que ser internado en un recinto en Guadalajara.

El joven Rulfo, con más armas, se traslado a la ciudad de México donde curso como oyente los cursos de historia del arte en la Escuela de Filosofía y Letras de la máxima casa de estudios de nuestro país. Este momento aumentó su interés por la cultura autóctona mexicana. En esos andares, no pudo conseguir ingresar a la carrera de Derecho, por lo que trabajo en la Secretaría de Gobernación del Gobierno federal donde comenzó a escribir en diversos semanarios y revistas. Concursó en la época de los años 50 a varias becas que otorgaba el Centro Mexicano de Escritores de donde derivaron sus más grandes obras: El llano en llamas (1953) y Pedro Páramo (1955). Estas dos obras maestras hicieron su prestigio y más aún, que creciera al grado de hacerle el escritor más reconocido de México; al punto que escritores como Mario Benedetti, Carlos Fuentes o Jorge Luis Borges fueran grandes admiradores suyos.

Por su amor a la tierra mexicana (en sentido literal), su solidaridad y amor al desprotegido y su protesta de manera artística en contra de las injusticias que vive el campo mexicano, las dos últimas décadas de su vida las dedicó a trabajar en el Instituto Nacional Indigenista de nuestro país. Recordar con tristeza, pero al mismo tiempo con alegría por el legado que nos dejó, le merecen estas pequeñas líneas a este grande mexicano.

Aguascalientes, 1982. Cursó sus estudios de Licenciatura en Derecho en la Universidad Autónoma de Coahuila, posteriormente hizo sus estudios de maestría en Gobierno y Gestión Pública en la Universidad Complutense de Madrid. Labora en la administración pública estatal desde el año 2005. Es maestro de Teoría Política en la Facultad de Economía de la UA de C desde el año 2009. Ha sido observador electoral de la Organización de los Estados Americanos en misiones para Sudamérica, en la que participa como miembro de observadores para temas electorales.

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