La locura hoy: los locos se nos adelantan en el Reino de los Cielos

El diccionario de la RAE define la locura como una privación del juicio o del uso de la razón o como un despropósito o gran desacierto. También se debe tildar de loco a aquel que no guarda las normas sociales. Además, la locura es pérdida de control en la que los sentimientos se expresan sin candados.

Foucault, en un curso de 1975, propone como precursores de los anormales del siglo XIX al monstruo humano, al incorregible o indisciplinado y al onanista, con la finalidad de combatir los clichés en torno a los alienados. Así lo expresa con su peculiar estilo:

«Creo que, para situar esta especie de arqueología de la anomalía, puede decirse que el anormal del siglo XIX es el descendiente de estos tres individuos, que son el monstruo, el incorregible y el masturbador» (Foucault, M., Los anormales, FCE, Buenos Aires, 2000).

Más allá de la clasificación, podemos avizorar en el planteamiento del pensador francés, una reivindicación de los locos en general, no sólo los del siglo XIX. Ya en su Historia de la locura en la época clásica había denunciado el confinamiento inhumano al que fueron sometidos los locos a partir del siglo XVII. En el siglo XVIII el loco será catalogado como animal, no meramente como enfermo.

Antaño, en el Renacimiento, se solía desterrar, por razones de seguridad, y con ayuda de la llamada «nave de los locos», a los orates. Se les consideraba fuente de todos los males y más valía mantenerlos alejados.

En esta coyuntura aparece el magnífico ensayo de Erasmo de Rotterdam, «Elogio de la locura». Podemos decir, con Erasmo, que «los locos se nos adelantan en el Reino de los Cielos». De hecho, se ha insinuado que Erasmo dedica su «Elogio» a Santo Tomás Moro, amicísimo suyo. Un juego de palabras así lo demuestra: «Locura» en griego es «moria» y esto último emparienta con Moro. El opúsculo se pudo haber llamado «Elogio de (Tomás) Moro». ¿Y qué decir de este santo? Simplemente impecable. Su obra Utopía ha sido a lo largo de los siglos un faro orientador. Su vida fue truncada por un tirano que no soportó la crítica del santo.

La locura erasmiana es hija de la embriaguez y de la impericia. Sus fieles compañeros son el amor propio, la adulación, el olvido, la pereza, la voluptuosidad, la demencia, la irreflexión, la intemperancia y el sueño profundo. El amor propio, que en algunos casos de locura deviene narcisismo exagerado, es lo más estulto que existe. Primero el amor propio, lisonjearse a uno mismo, y luego el aprecio a los demás.

Entre las especies de locura, Erasmo distingue la que conduce a la guerra, a la ambición, al infame amor, al parricidio, etcétera, de la que libera al ánimo de sus cuidados angustiosos y devuelve el perfume de múltiples deleites. Erasmo, obvio, está por la segunda especie, la estulticia y no por la vesania que destruye. La locura funcional es la preferida por el neerlandés.

La sabiduría es el gobierno de la razón, la estulticia es dejarse llevar por las pasiones. El autor de los Coloquios prefiere la estulticia a la sabiduría. Contra todos los pronósticos, él piensa que la estulticia nos conduce antes que la sabiduría a la prudencia.

La función rehabilitadora del «Elogio de la locura» de Erasmo de Rotterdam durará hasta el siglo XVIII, siglo en el que se empieza a encerrar a los locos en los manicomios. Empero, hoy en día, por fortuna, el movimiento antipsiquiátrico ha pugnado por acabar con los métodos inhumanos en el trato a los enfermos mentales. Poco a poco se han ido desterrando métodos como el electroshock, los comas insulínicos o la lobotomía. La psiquiatría actual ha ido aceptando que las personas con trastornos mentales, en la medida de sus posibilidades, se reincorporen a la sociedad. Aunque en realidad sigue habiendo cierta estigmatización hacia quienes padecen alguna enfermedad mental. Desempolvar el «Elogio de la locura» de Erasmo nos llevará a exclamar con Luis Eduardo Aute: «Ante esa coyuntura de claridad o lucidez, con sensatez, elijo la locura, ¡aleluya!» Veremos el lado positivo de esta realidad y entenderemos por fin el sentido de la frase «entre la cordura y la locura se desata la creatividad».

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