Con el título de El imperio de los otros datos (Grijalbo, 230 págs.), el politólogo Luis Estrada acaba de publicar un interesante libro de su autoría. En él analiza las conferencias de prensa del presidente López Obrador. Tiene la obra como materia prima el «seguimiento cuantitativo a lo que (el Ejecutivo) comunica cada mañana desde Palacio Nacional», con el objeto de «poner a disposición de quienes estén interesados en la comunicación gubernamental, las características y el contenido de la herramienta favorita del Gobierno», que son las llamadas mañaneras.
Luis Estrada inicia su libro así: «La noche de las elecciones presidenciales de 2006 el entonces candidato derrotado, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), afirmó, sin pruebas, que había ocurrido un fraude en el conteo de votos, y que el sistema electrónico de resultados preliminares contenía un “algoritmo” que modificaba las cifras capturadas por las y los ciudadanos que sirvieron como voluntarios para contar los votos».
Escribe a continuación lo siguiente: «En los meses posteriores académicos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y simpatizantes de López Obrador intentaron demostrar, sin éxito, las afirmaciones de la existencia de fraude, exigiendo que se violara la ley y se hiciera un recuento total a mano. Al no encontrarse evidencia del fraude, las autoridades electorales corroboraron el triunfo de Felipe Calderón» (p. 9).
Asimismo, en otro pasaje hace notar Estrada que «en el sitio oficial de la (actual) Presidencia de la República, se destaca, sin evidencia, que en la elección de 2006 se cometió fraude» (p. 10).
Según la contabilidad que el autor de El imperio de los otros datos lleva diariamente de las conferencias mañaneras del presidente, desde que inició su Gobierno y hasta el 30 de noviembre de 2021 López Obrador había tenido «un total de 740 conferencias de prensa de lunes a viernes» (p. 60), con una duración promedio de 108 minutos por conferencia (p. 136), en las cuales hizo 55,042 «afirmaciones no comprobables», «un promedio de 74 por cada una» (p. 132) y realizó «66,868 afirmaciones falsas, engañosas o no verdaderas», «un promedio de 90 por conferencia» (p. 136).
Pues bien, en esas 740 conferencias de prensa matutinas realizadas por López Obrador en los primeros 36 meses de su Gobierno, «el presidente ha mencionado 170 veces el fraude de 2006, sin que haya mostrado aún alguna evidencia» (p. 10).
Lo anterior significa que en el 23% de sus conferencias de prensa, es decir, en más de una de cada cinco, López Obrador ha afirmado que en 2006 le hicieron fraude en la elección presidencial de ese año. Al menos, pues, en promedio una vez por semana y siempre sin probarlo, como bien lo subraya Luis Estrada en cada ocasión que lo menciona, AMLO desahoga la que claramente es una obsesión personal compulsiva.
En el último capítulo de su libro, Estrada hace una revelación aún más sorprendente: Escribe que el presidente López Orador ha mencionado en «783 veces que ha habido fraude (electoral), en especial el que supuestamente sufrió en 2006 y por el que, afirma, “le robaron la presidencia”. Sin evidencia, y con los mismos argumentos que se expusieron en el conflicto poselectoral hace más de 15 años, Obrador utiliza el resultado de la elección presidencial que perdió por 0.53 % de la votación frente a Felipe Calderón para diversos propósitos» (p. 181). Léase bien: para diversos propósitos.
Por otro lado, muchos ahora se preguntan cuál es la razón de que López Obrador haya enviado a la Cámara de Diputados, el pasado 28 de abril, una iniciativa de reformas a la Constitución en materia electoral que por su contenido se puede adelantar que no será aprobada ni por sus propios aliados (pues significaría la aniquilación de partidos como el PT y el Verde), mucho menos por la oposición. Esto explica tal vez el sentido y propósito de tal iniciativa.
Así como en 2006 López Obrador creó a posteriori la narrativa de que, mediante un fraude electoral jamás probado, le robaron la presidencia, ahora, al ver que las cosas cada vez se le complican más, ya empezó a crear, esta vez a priori, la narrativa de que el INE está listo para robarle al candidato que él designe la Presidencia en 2024. Esta parece ser la clave que explica la mencionada iniciativa presidencial, que seguramente —y AMLO lo sabe— será desechada.