Serrat, historiador del alma

Es un viajero al pasado en busca de motivos y en ese país extraño, Joan Manuel Serrat (Barcelona, 1943) ha regresado con una maestría como coleccionista de pérdidas en amores y sentimientos, acompañado de todos esos fantasmas que nos rondan a quienes como él deseamos no vivir un mundo de rutina, lejos de injusticias y cinismos, porque nos enseña en sus andares que el infierno está vacío, porque los demonios viven aquí, en nuestro mundo, donde muchas veces la gente no quiere escuchar la verdad, porque no desea que sus ilusiones se destruyan.

Es un sobreviviente que comenzó con su voz melosa en Radio Barcelona en 1965. Solo era un perito agrícola con una guitarra común y dos mil ideas. No quería seguir la misma línea sino caminar por otros caminos en busca del alma de su pueblo, confiando en los relatos románticos, nostálgicos, mitad ficción, mitad sueños sin alcance y fue mezclándolo todo, hasta conocer a Penélope con Augusto Algueró y sufrir por la censura franquista por el álbum Mi niñez, que llevaba a «Fiesta» y «Muchacha típica», hasta emerger con «Mediterráneo» y «Aquellas pequeñas cosas». Vino el exilio a México, la retirada de su música censurada y oculta, con tácticas para desprestigiar sus ideas, aunque bien sabemos que no todas las verdades son para todos los oídos.

México lo adoptó en 1973. Recorrió el país con su grupo, montados en un pequeño y viejo autobús, con su música del corazón, llevando en el viento el aliento de Antonio Machado (1875-1939) con sus poemas como eco que vuelve todos los días, como ojos que todo lo ven, como aromas que seducen, como egoístas sin ego, tomando experiencia en el manejo de las obsesiones.

Para la vuelta a Europa, su libertad era plena, cuando España era un país de fantasmas huérfanos, les hizo recordar el arte de Miguel Hernández (1910-1942) el poeta non que resucita a diario en la voz de Serrat, donde maneja la elegía como lamento por la pérdida de la ilusión, de la vida, del tiempo, de un ser querido, del amor y cada canción es como pedazo de historias contra los tiranos del espíritu, donde el amor sobrevive siempre, donde la capacidad de olvidar es valiosa, en esa lucha del artista que pretende crear un mundo de mentes y corazones abiertos.

¿Se puede fingir que el tiempo no ha pasado? JMS ya no tiene la melena castaña, ni la patilla larga, ni el flequillo sobre la frente. Supo desde hace casi 60 años que nadie puede escapar de ser lo que es. Supo que sus ojos lo ven todo e integran en su imagen la canción que lleva la imagen perfecta. Se unió a poetas que, como él, fueron valientes comprometidos con la sociedad de su tiempo, como Machado, Miguel, Alberti, Neruda, Benedetti, García Lorca, León Felipe, Vergés, Palau, Cardenal, Sabines, ¡son tantos! Todos con el discreto encanto del amor como una droga.

De Pablo Neruda (1904-1973) rescató el mínimo tiempo de felicidad y el peso de la ausencia «es tan corto el amor y tan largo el olvido» porque la vida no está escrita, sino que es un sendero como le dijo Machado para creer, crecer y crear. Lo verán por América y toda España al irse, pero no terminará por marcharse nunca, pues bien dijo alguna vez: nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio. Serrat vive, tiene 78, pero tal vez quiere ser enterrado en «su» Mediterráneo. E4

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