Si el hombre pudiera decir

Si el hombre pudiera decir lo que ama,

si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo

como una nube en la luz;

si como muros que se derrumban,

para saludar la verdad erguida en medio,

pudiera derrumbar su cuerpo,

dejando sólo la verdad de su amor,

la verdad de sí mismo,

que no se llama gloria, fortuna o ambición,

sino amor o deseo,

yo sería aquel que imaginaba;

aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos

proclama ante los hombres la verdad ignorada,

la verdad de su amor verdadero.

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien

cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;

alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina

por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,

y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu

como leños perdidos que el mar anega o levanta

libremente, con la libertad del amor,

la única libertad que me exalta,

la única libertad por que muero.

Tú justificas mi existencia:

si no te conozco, no he vivido;

si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.

(Sevilla, 1902 – México, 1963). Poeta español de la Generación del 27. En 1925 publica sus primeros poemas en Revista de Occidente. En 1927 publica su primer libro lírico, Perfil del aire, que es rechazado por la crítica. En 1930 comienza a trabajar de librero y en los años sucesivos escribe Un río, un amor (1929), Los placeres prohibidos (1931), La invitación a la poesía (1933), entre otros. Durante la Guerra Civil española vive en Inglaterra, donde termina Las nubes (1940) y Ocnos (1942). Fallece en México el 5 de noviembre de 1963.

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