En la búsqueda del conocimiento, los seres humanos hemos intentado explicar nuestro origen, de dónde venimos y hacia dónde vamos. Aspiramos a saber cómo se formó el universo y desde antes de Copérnico identificamos planetas, estrellas y galaxias ubicadas a años luz de distancia. Mientras tanto, Lavoisier y Bohr descubrían que los átomos, neutrones, protones y electrones forman la materia, y Miescher, Watson, Crick y Wilkins describían la estructura molecular del ADN.
Pero en esta búsqueda, poco nos hemos detenido a investigar el kilo y medio de materia gris y blanca que tenemos entre nuestros oídos y que permite obtener todo ese conocimiento. Me refiero al más complejo y misterioso objeto de todo el Universo: el cerebro humano. El cerebro controla todo aquello que hoy damos por sentado: acciones tan simples como escuchar música y levantar una taza de café, que requieren la cooperación y funcionamiento de varias de sus regiones.
Con tantas neuronas como estrellas hay en la Vía Láctea, del cerebro sabemos que controla nuestro comportamiento, funciones y emociones. Que tenemos 150 mil kilómetros de nervios y otros tantos de vasos sanguíneos y que posee una capacidad de almacenamiento de 2.5 petabytes, unos 300 años continuos de reproducción de video. En términos anatómicos tiene dos hemisferios, el izquierdo y el derecho, y que está formado por la corteza, hipocampo, hipotálamo, médula espinal, cerebelo y lóbulos que tienen funciones específicas. Pero desconocemos mucho más del cerebro de lo poco que sabemos pues los humanos no hemos podido entender (con nuestros cerebros) las funciones totales que involucran todo aquello de lo que es capaz de hacer y ni siquiera estamos seguros de dónde o por qué la conciencia humana existe.
Por ello, en el año 2013 arrancó el proyecto investigación de neurociencias más ambicioso de la historia: «Brain», uno que ha logrado la participación de más de 100 instituciones con 500 investigadores que representan campos tan diversos como la ingeniería y la psicología que trabajan en captar una visión dinámica de los circuitos cerebrales en acción, el desarrollo de electrodos biológicos para registrar la actividad cerebral y la creación de un sistema para cartografiar los circuitos neuronales.
Al finalizar este «Viaje al Centro del Cerebro», podremos conocer porqué somos criaturas conscientes, nuestra capacidad de lenguaje, pensamiento y sentimientos. El proyecto de 3 mil millones de dólares, que han durado 10 años y que deberá concluir en 2023, investigará cómo las células individuales del cerebro humano interactúan.
Para ello, se crearán tecnologías que abrirán nuevas vías para explorar el modo en el que memorizamos, procesamos y recuperamos enormes cantidades de información y podremos saber los vínculos entre las funciones cerebrales y el comportamiento humano.
Algunos científicos han criticado la iniciativa diciendo: «No entendemos el cerebro de la mosca todavía», mientras que otros opinan que podría estar relacionado con el control militar y social a nivel cerebral. Y aunque es difícil estimar el impacto de la iniciativa, la historia nos dice que tiene un enorme potencial y que pronto los científicos podrán hablar de los mapas cerebrales como hoy se hace con el Genoma Humano, algo que se consideraba imposible.
Con «Brain», los neurocientíficos comprenderán los orígenes de la cognición, percepción y otras actividades cerebrales enigmáticas, que pueden conducir a tratamientos efectivos contra el autismo, epilepsia, Alzheimer, el mal de Parkinson o los trastornos del estado de ánimo como la depresión y la bipolaridad.
Es posible que en el futuro, gracias al proyecto «Brain», podamos entender qué produce la felicidad o el por qué de los instintos asesinos en algunas personas. Quizás se encuentre la cura contra el odio, la ambición desmedida, la traición a los amigos, el engaño, el cinismo, la mentira, la falsedad y la hipocresía. Y quién sabe, tal vez con mucha, pero mucha, suerte también se pueda curar la estupidez, esa que hoy arrasa con el mundo a su paso (más por estos territorios) y de la cual Einstein dijo: «Solo hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana. Y no estoy tan seguro de la primera».