Fiscalía Anticorrupción de Coahuila, corrupta por omisión

A pocos días de que concluya la gestión del fiscal anticorrupción de Coahuila, Jesús Homero Flores Mier, lo que más se percibe de su desempeño es la hueca sensación de haber perdido el tiempo, de haber malgastado cientos de millones en una burocracia inútil. Desde su creación, en el año 2017, esa fiscalía ha servido para maldita la cosa porque así la diseñaron sus corruptos creadores, como un mamotreto inocuo, inofensivo, parasitario, palero, donde las carpetas de investigación se acumulan y brincan los años buscando la impunidad, claro, en complicidad con jueces de pacotilla que hoy están al borde de la destitución.

Poco se podía esperar del amigo de Humberto y Rubén Moreira, el omiso Jesús Homero Flores Mier que nada hizo en casos como la megadeuda y los ladrones universitarios como los Ochoa, que desviaron cientos de millones, o el reciente Salvador Hernández Vélez; desfalcos que tienen en crisis a la UAdeC.

Y es que el exrector Ochoa debería estar preso por enriquecimiento ilícito. Cárcel también para el abyecto Lito Ramos y no por el fraude de 475 millones de pesos, sino por su ignominia ante Rubén Moreira, quien lo trataba con la punta del pie. Par de cuñados caradura que la gente decente del Campestre rehúye y que son relegados por su reconocida reputación.

Pero el fiscal Homero Flores no persigue a nadie por miedo a quien lo impuso en ese inútil Sistema Estatal Anticorrupción (SEA), una vieja y pesada carreta jalada por burros y mulas muy ajenos al transporte de alta velocidad de lo urgente, oportuno y expedito en asuntos de corrupción, como sucede en otras entidades, por ejemplo, la Fiscalía de Chihuahua que detuvo en su momento a los que fungieron como gobernador, secretario de finanzas, educación, obras públicas, auditor superior y, entre otros, a «la Coneja».

Pero aquí la anticorrupción no existe. En el extranjero encarcelaron a Humberto Moreira, Javier Villarreal, Jorge Torres, Alejandro Gutiérrez y al «Mono» Muñoz, y algunos como Rubén, ni de chiste cruzan el Río Bravo porque los atrapan.

Y es que nuestro sistema anticorrupción es una entelequia que supuestamente debe ser impulsado por un Comité Coordinador integrado por las burocracias del Poder Judicial, la Auditoría Superior, la Fiscalía, el Tribunal administrativo, la Sefirc y el mortadelo ICAI. Asimismo, por el Consejo de Participación Ciudadana, cuyos consejeros no son ciudadanos sino burócratas maiceados. Y los municipios con sus contralorías también son parte de este mamotreto. Toda esa burocracia pertenece a la misma ganadería. Puros ganones de altos sueldos, promotores de la impunidad.

Por eso nos resulta candoroso el señor Marcos Zamarripa, director del Consejo Cívico de las Instituciones que le pide al futuro fiscal más transparencia y combate a la corrupción. Pero en este país, desgraciadamente, las ONG, la sociedad civil, los empresarios, los intelectuales y demás poderes fácticos como los narcos, también son parte de la corrupción porque prostituyen a las instituciones públicas. Basta escuchar el diálogo entre dos grandes empresarios: «Yo hago ministros de la Suprema Corte», y contesta el otro: «Yo los compro ya hechos».

Ripio

El líder de la CTM, Tereso Medina, perdió su curul en el Congreso. El líder nacional, Carlos Aceves del Olmo, también perdió su escaño en el Senado. Alito, Rubén y Carolina los relegaron al séptimo lugar de las listas de pluris correspondientes. Malo el asunto. No así el pragmático profe del SNTE, Alfonso Cepeda Salas, ahora flamante senador de Morena.

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