Ante la avalancha migratoria que se registra en México, los obispos del país hacen eco de la solicitud del papa Francisco y piden realizar una labor conjunta para apoyar y brindar un trato digno
La esperanza de una flexibilización en la política migratoria de Estados Unidos —encabezada por la posible eliminación del Título 42, que permite a las autoridades estadounidenses deportar inmediatamente a cualquier indocumentado por razones sanitarias— ha provocado una crisis sin precedentes no sólo en la frontera con México, donde muchos esperan por una respuesta a su solicitud de asilo bajo el programa «Quédate en México», sino en todo el territorio nacional.
Miles de migrantes provenientes de países centroamericanos y del Caribe como Honduras, Guatemala, Cuba, El Salvador, Ecuador, Venezuela y Nicaragua, ingresan desde la frontera sur e intentan desesperadamente atravesar los más de 3 mil 200 kilómetros que los separan de la frontera norte.
«Una persona y un pueblo sólo son fecundos si saben integrar creativamente en su interior la apertura a los otros».
Papa Francisco
Hay quienes viajan con salvoconductos temporales otorgados por el Instituto Nacional de Migración, que les permiten moverse solamente por estados no fronterizos, mientras hay quienes lo hacen sin documento alguno. Unos y otros intentan llegar a salvo a Estados Unidos, lo que significa que deberán cuidarse tanto de las bandas del crimen organizado, que se ensañan con ellos y los cazan para sumarlos a la fuerza a sus filas, como de las propias autoridades que, en lugar de cuidarlos, muchas veces los manipulan y extorsionan.
Los medios de comunicación insisten en afirmar que los migrantes van tras el sueño americano. Es un error. En realidad huyen de la pesadilla tercermundista que les tocó vivir. Y aquí, en México, durante su trayecto no todos les dan la mano.
Por eso resulta una excelente noticia que la Iglesia se preocupe por ellos y pida a la sociedad compromiso, paciencia y comprensión. El arzobispo de Monterrey, Rogelio Cabrera López, junto al obispo de Saltillo, Hilario González García, el obispo emérito de Saltillo, Raúl Vera López, y otros 13 homólogos eclesiásticos, en representación de sus Diócesis, firmaron un documento donde exhortan a personas e instituciones a hacer lo que esté al alcance para sobrellevar la situación y ayudar a los más necesitados. En este caso los migrantes.
«Ante la fuerte crisis migratoria que estamos viviendo, los obispos de la Provincia Eclesiástica de Monterrey nos unimos a este mensaje del papa Francisco: “Ante las personas migrantes, algunos tienen dudas y sienten temores. Lo entiendo como parte del instinto natural de autodefensa. Pero también es verdad que una persona y un pueblo sólo son fecundos si saben integrar creativamente en su interior la apertura a los otros. Invito a ir más allá de esas reacciones primarias, porque el problema es cuando esas dudas y esos miedos condicionan nuestra forma de pensar y de actuar hasta el punto de convertirnos en seres intolerantes, cerrados y quizás, sin darnos cuenta, incluso racistas. El miedo nos priva así del deseo y de la capacidad de encuentro con el otro” (Cfr. FT n. 41), dicta el comunicado.
Asimismo, solicita:
Al Instituto Nacional de Migración, a buscar mecanismos que ayuden a garantizar el trato digno y humanitario a las personas migrantes, con documentación válida que respalde su tránsito por todo el territorio mexicano.
A las autoridades federales, estatales y municipales, a atender los derechos humanos de las personas migrantes, salvaguardando siempre su integridad, defendiéndoles de cualquier abuso o discriminación, y a proponer iniciativas de atención humanitaria.
A las autoridades estadounidenses, a flexibilizar sus normas con nuestros hermanos migrantes.
A los medios de comunicación, a realizar con veracidad y profesionalismo su labor periodística, tomando en cuenta las verdaderas causas del fenómeno migratorio y sus implicaciones: La persona y su familia, los sistemas colapsados de los distintos Gobiernos que están atrapados en la pobreza, la marginación, la corrupción y todas sus consecuencias de violencia.
A todos los fieles de nuestra Iglesia y a la sociedad en general, a defender y dar un trato justo, solidario y fraterno, a quienes transitan por nuestros territorios, brindándoles la ayuda oportuna en sus necesidades.
Y concluye el documento:
«Sabemos que la atención a este fenómeno migratorio está por encima de las posibilidades de una sola institución, por lo que sugerimos que las diferentes instancias de la sociedad realicemos una labor conjunta para así lograr una atención digna y responsable hacia las familias migrantes. Como pastores de la Iglesia Católica en los Estados de Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, estamos en la mejor disposición de colaborar para hacerlo realidad.
«Que Nuestro Padre Providente nos ayude a brindar un auténtico servicio solidario a las personas más necesitadas que transitan por nuestra tierra, que el Señor Jesús nos fortalezca en la caridad a los más vulnerables, y el Espíritu Santo nos ilumine para saber el camino de la justicia y la misericordia». E4