En el intento de expresar mis sentimientos, me ahogo en mis palabras. La vida parece de pronto una enorme pila de basura y la gente a mi alrededor se impregna con el olor de los desechos, aunque nadie carga sus desperdicios.
Voy inconforme de puntitas, en extremo silencio para no despertar a las bestias y lograr salir de una vez por todas de las llamas de un infierno que no es mío, de una realidad subyacente que corta y me hace sangrar a chorros.
Los escritos vuelven a ser mis únicos compañeros y me recuerdan el deseo de ser todopoderoso, pero no reflejan más que la vulnerabilidad de un alma rota, la incapacidad característica de un ser diminuto que vaga en soledad.
En el intento de expresar lo que siento me vuelvo muda, nadie más que el eco en mi organismo lo escucha y rebota mil veces dentro hasta mostrar mi fracaso una vez más.