AMLO libra cumbre trilateral; cuidado con China, advierte a Biden y Trudeau

El presidente de México propone afrontar el conflicto migratorio con un enfoque basado en la integración económica y una política que permita cubrir, de manera ordenada, el déficit de mano de obra en Estados Unidos y Canadá. La reforma eléctrica fue la piedra en el zapato

Rabieta de Maduro frena diálogos en México

Con la IX Cumbre de Líderes de América del Norte, celebrada el 18 de noviembre en Washington, los presidentes de México, Andrés Manuel López Obrador; de Estados Unidos, Joe Biden y el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, coincidieron en la necesidad de hacer a un lado sus diferencias y estrechar las relaciones entre los tres países para fortalecer la región ante la creciente competencia económica que representan Asia y Europa, de la mano con la convulsa situación política en Latinoamérica.

«El tratado comercial es un valioso instrumento para consolidar nuestros procesos productivos, aprovechando el gran potencial que representa el mercado interno, el cual nos permitirá desarrollarnos como ninguna otra región en el mundo en beneficio de nuestros pueblos y naciones».

Andrés Manuel López Obrador, presidente de México

Seguridad sanitaria, cooperación económica y migración fueron los principales temas. En su discurso, el presidente López Obrador hizo énfasis en la importancia de crear una avanzada de desarrollo conjunto para que Norteamérica pueda hacer frente a la expansión productiva y comercial de China.

«No olvidemos que mientras Canadá, Estados Unidos y México representamos el 13% del mercado mundial, China domina el 14.4%, y este desnivel viene de hace apenas 30 años […] De mantenerse la tendencia de la última década, en otros 30 años, para el 2051, China tendría el dominio del 42% del mercado mundial y nosotros, Estados Unidos, México y Canadá, nos quedaríamos con el 12%», alertó.

«Compartimos una visión de una América del Norte que permanezca como la región más competitiva y dinámica del mundo. Estamos determinados en que la democracia produzca un mejor futuro para todas las personas».

Declaración conjunta de México, Estados Unidos y Canadá

Más allá de los acuerdos, la 4T aprovechó la cumbre para revitalizar los lazos con su principal socio comercial, luego de sostener una ríspida relación con la administración anterior, donde los discursos de Donald Trump estuvieron contaminados de racismo y xenofobia hacia sus vecinos del sur.

Contexto delicado

El encuentro tuvo lugar en un momento donde las tres naciones mantienen diferencias que obligaron un profundo ejercicio diplomático, luego de cinco años sin contar con la oportunidad de limar asperezas cara a cara.

La cita anterior fue en Ottawa, el 29 de junio de 2016, y de aquella triada solo Trudeau repitió su asistencia en 2021. Los otros dos mandatarios fueron Barack Obama y Enrique Peña Nieto. Con la llegada de Trump a la Casa Blanca, las reuniones se suspendieron.

En esta nueva edición aún estaban frescos los reclamos del primer ministro canadiense a Estados Unidos por los créditos fiscales que la administración de Biden ha propuesto para vehículos eléctricos como parte de su iniciativa de servicios sociales y cambio climático. Canadá teme que dichos créditos socaven sus esfuerzos para producir este tipo de vehículos en Ontario, donde General Motors, Ford y Stellantis ya ensamblan automóviles y camiones y planean un cambio hacia los eléctricos.

Biden, por su parte, también le reprocha a su vecino del norte que reserve una parte de la leche producida por sus establecimientos a las procesadoras canadienses, que transforman el producto en derivados y disminuyen así la cantidad de leche que pueden venderle a los estadounidenses. Washington considera que esta medida va en contra del acuerdo Estados Unidos-México-Canadá (T-MEC) y ya presentó una queja para defender los intereses de sus connacionales.

En el caso de México el asunto se torna aún más sensible. Los problemas migratorios en la frontera con Estados Unidos, lejos de mitigarse, se agudizan. El discurso conciliatorio de Biden sobre este asunto, apenas asumió la presidencia, provocó que miles de centroamericanos intenten diariamente llegar a la tierra prometida, encandilados por la promesa de una pronta aceptación en territorio estadounidense. En este frenesí, a México le ha tocado asumir el rol de cancerbero poniendo freno a los migrantes que atraviesan el país y, además, la región norte sirve de paradero para quienes aguardan por una respuesta a las solicitudes de asilo.

El programa «Quédate en México» sigue activo, a diferencia de la intención de otorgarle la ciudadanía a 11 millones de indocumentados —otra de los fuegos fatuos soltados por Biden— que los demócratas en la Cámara de Representantes han trocado por una propuesta menos radical: protección a la deportación durante cinco años y una autorización de trabajo renovable por el mismo período.

El presidente López Obrador aprovechó la coyuntura para hacer hincapié en las ventajas que ofrece una mayor flexibilidad en el sistema migratorio y, durante su discurso en la reunión trilateral, aconsejó «dejar de rechazar a migrantes cuando para crecer se necesita de fuerza de trabajo que en realidad no se tiene con suficiencia, ni en Estados Unidos ni en Canadá. ¿Por qué no estudiar la demanda de mano de obra y abrir ordenadamente el flujo migratorio?».

Washington alberga sus propios recelos y sigue con desconfianza la reforma eléctrica propuesta por el presidente mexicano, la cual considera anticompetitiva, violatoria de las normas fijadas en el T-MEC y, en última instancia, desfavorable para los intereses de las empresas estadounidenses. Un grupo de 40 legisladores de ese país envió una carta al Gobierno de Biden para que dé una respuesta «oportuna y clara» a las intenciones de la 4T para limitar el acceso a sus sectores energéticos.

«En las últimas semanas, las acciones de aplicación discriminatorias y arbitrarias (del Gobierno mexicano) se han intensificado. A través de lo que parece ser un uso selectivo de la autoridad, han obstaculizado explícitamente, y en algunos casos bloqueado por completo, la participación del sector privado estadounidense en los mercados de combustibles de México», refiere la misiva (El País, 04.11.21).

Logros positivos

Sin calificarse de excepcionales, los acuerdos obtenidos por los representantes de las tres naciones pueden considerarse positivos y deben ser tomados, en primera instancia, como los cimientos para próximos acercamientos donde se presente una agenda menos comedida y más pragmática.

AMLO, Biden y Trudeau suscribieron la declaración conjunta «Reconstruyendo Mejor Juntos: Una América del Norte segura y próspera», base para implementar los puntos convenidos.

«Compartimos una visión de una América del Norte que permanezca como la región más competitiva y dinámica del mundo. Estamos determinados en que la democracia produzca un mejor futuro para todas las personas, creando las condiciones de prosperidad, sustentabilidad, seguridad, y equidad, así como apoyando a los más marginalizados y vulnerables entre nosotros», establece la declaración conjunta.

Los acuerdos se inscriben en el sector salud, migración, seguridad y economía:

  • Conformar un grupo de trabajo sobre temas de la cadena de suministro regional, incluidos los minerales críticos.
  • Acabar con la pandemia de COVID-19 y avanzar en la salud global.
  • Buscar un enfoque coordinado para resolver el problema del tráfico de armas.
  • Atender causas de origen de la migración e invertir en la región, priorizando la cooperación para el desarrollo.
  • Apoyar a la región por medio de entrega de vacunas al resto del continente, con especial atención al Caribe.
  • Explorar nuevas vías para fabricar más componentes de las vacunas y otros suministros de salud pública.
  • Apoyar la Agenda de Seguridad Sanitaria Mundial para prevenir, detectar y responder a amenazas de enfermedades infecciosas.
  • Prevenir y combatir la epidemia de opioides, para lo que mantendrán el Diálogo sobre Drogas de América del Norte.
  • Invertir en el trabajo del sector salud y combatir la falsificación de medicamentos.

Caos latinoamericano

La IX Cumbre de Líderes de América del Norte coincidió con eventos turbulentos al sur del río Suchiate, donde la izquierda latinoamericana ya no encubre sus métodos despóticos para mantenerse en el poder a toda costa, como sucedió en Nicaragua, y la derecha desperdicia la oportunidad de trazar un rumbo mejor a fuerza de imponer medidas impopulares y hacer desplantes, al estilo de Jair Bolsonaro. La sociedad, harta de dictadores y presidentes sin conciencia política, puja con mayor fuerza por un cambio que la coloque en el camino de la democracia.

Daniel Ortega pudo hacerse de su cuarto mandato consecutivo —quinto a su nombre— pero no con la venia de la comunidad internacional que rechazó los comicios por considerarlos una farsa, luego que el líder del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) despejara el camino de su reelección metiendo en prisión a los principales opositores que buscaban la presidencia.

En respuesta al amañamiento de los comicios, Joe Biden emitió el 16 de noviembre una proclama en la que prohíbe la entrada al país a Ortega y a los principales funcionarios de su Gobierno.

Tres días después, Nicaragua daba por terminado su vínculo con la Organización de Estados Americanos (OEA). El organismo también había declarado que las elecciones del país centroamericano «no fueron libres, justas ni transparentes» y no tenían legitimidad democrática. Para más inri, el 22 de noviembre, Ortega detuvo a su exembajador en la OEA, Edgard Parrales, por atreverse a criticar la ruptura.

En Cuba, la marcha pacífica contra el Gobierno, pactada para el 15 de noviembre —diez días antes de que se celebrara el quinto aniversario luctuoso por la muerte de Fidel Castro— fue desmontada por los mecanismos represivos del régimen comunista, antes incluso de que pudiera celebrarse. Los domicilios de activistas opositores fueron rodeados por policías y agentes de la seguridad del Estado que no les permitieron salir de sus casas. Las arterias más transitadas de La Habana y otras capitales provinciales se vieron inundadas por uniformados que patrullaban en busca de cualquier indicio de actividad contrarrevolucionaria.

Muy diferente a lo que sucedió en Bolivia, donde el pueblo sumó varias jornadas de paros y protestas en contra de la «ley madre» y causó las mayores manifestaciones desde la salida de Evo Morales en 2019.

La polémica ley —cuyo nombre oficial es Ley 1386 de Estrategia Nacional de Lucha contra la Legitimación de Ganancias Ilícitas y Financiamiento al Terrorismo— fue aprobada en agosto y apunta a combatir el blanqueo de capital, pero entre los siete artículos con los que cuenta, uno establece que la estrategia indicada podrá ser modificada por el presidente, lo que varios estamentos sociales de Bolivia calificaron de exceso en el ejercicio del Poder Ejecutivo y un camino al «totalitarismo económico y financiero». A los seis días de disturbios, el 13 de noviembre, al presidente Luis Arce no le quedó más remedio que pedirle al Congreso boliviano la abrogación de la ley.

En Brasil los desplantes de Bolsonaro —el Donald Trump sudamericano— ya rozan el ridículo. El más reciente lo cometió el 19 de noviembre, cuando tildó de «bobada» las noticias que alertan sobre sobre una destrucción irreversible de la Amazonía y declaró que la deforestación «es una noticia patrocinada por brasileños que trabajan contra el país, ahuyentan inversiones y generan muchas dificultades económicas» (Deutsche Welle, 19.11.21).

Si le sumamos a su acostumbrada petulancia la recomendación de una comisión investigadora del Senado de su país para que sea imputado por su deplorable gestión de la pandemia de coronavirus —con el sostén de nueve delitos diversos, incluidos crímenes «contra la humanidad»— no es de extrañar que los brasileños nuevamente tengan como preferido para los comicios presidenciales de 2022 a Luiz Inácio Lula da Silva, aun cuando el fundador del Partido de los Trabajadores no ha confirmado aún si va a postularse para el cargo. E4


Rabieta de Maduro frena diálogos en México

Las reuniones entre el Gobierno de Venezuela y la oposición se mantendrán suspendidas hasta que se resuelva la extradición de Alex Saab a Estados Unidos; Caracas la califica de secuestro

Como gesto de buena voluntad, madurez política y asomo de esperanza para los venezolanos —inmersos en una de las crisis económicas más grandes de su historia— se anunció el 13 de agosto, en Ciudad de México, la firma del «Memorándum de entendimiento» entre el Gobierno de la nación sudamericana y la oposición. Hoy, todo ese esfuerzo pende no de un hilo sino de un nombre: Alex Saab. Empresario aliado al chavismo y extraditado a Estados Unidos por lavado de dinero.

México sirvió de escenario para tres rondas de reuniones. La última de ellas, el 26 de septiembre, donde se tocó el sistema de justicia y el respeto a la institucionalidad establecida en la Constitución, así como la salvaguardia de la economía nacional y el establecimiento de medidas de protección social al pueblo.

Sin embargo, en octubre, la comitiva del presidente Nicolás Maduro se retiró de las conversaciones que se desarrollaban bajo la facilitación de Noruega debido a la extradición del empresario de origen colombiano. Una acción que el Gobierno venezolano califica de secuestro.

El 21 de noviembre el mandatario venezolano usó de escenario las elecciones regionales en su país para confirmar que no seguirá con las negociaciones en México hasta en tanto Washington no resuelva el problema de Saab. «(Fue) el Gobierno de Estados Unidos quien le clavó una puñalada por la espalda al diálogo», declaró (El Economista, 21.11.2021).

El expresidente de España, José Luis Rodríguez Zapatero, quien estuvo como observador de estos sufragios, exhortó a los líderes del oficialismo y la oposición a retomar los encuentros. «Deseo que el diálogo se recupere tras las elecciones, me parece fundamental que Gobierno y oposiciones dialoguen permanentemente. La democracia es una actitud de respeto y reconocimiento», manifestó el exmandatario (20 minutos, 21.11.2021).

Cinco intentos de entendimiento entre ambas partes han fallado en los últimos siete años. Si no se encuentra una solución rápida para el caso de Saab, las citas en Ciudad México pueden convertirse en el sexto fracaso.

Manzana de la discordia

Alex Saab nació en Barranquilla, Colombia, pero tras ser detenido en Cabo Verde, en 2020, se conoció no solo que contaba con la ciudadanía venezolana, sino que había sido nombrado diplomático por el Gobierno de Nicolás Maduro para negociar los envíos de combustible y ayuda humanitaria de Irán.

Fiscales de Miami aseguran que Saab desvió alrededor de 350 millones de dólares de Venezuela —a través de Estados Unidos— como parte de un esquema de sobornos vinculado al tipo de cambio controlado por el oficialismo.

Su nombre aparece tanto en los Papeles de Panamá como en los Papeles de Pandora, investigaciones periodísticas que revelaron activos ocultos en paraísos fiscales, evasión de impuestos y lavado de dinero.

El 16 de octubre, el empresario fue extraditado a Estados Unidos y el Gobierno venezolano de inmediato objetó el traslado debido a su condición de diplomático.

El 15 de noviembre Saab se declaró inocente de conspirar para lavar dinero. De ser declarado culpable podría enfrentar una pena de 20 años de prisión. E4

La Habana, 1975. Escritor, editor y periodista. Es autor de los libros El nieto del lobo, (Pen)últimas palabras, A escondidas de la memoria e Historias de la corte sana. Textos suyos han aparecido en diferentes medios de comunicación nacionales e internacionales. Actualmente es columnista de Espacio 4 y de la revista hispanoamericana de cultura Otrolunes.

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