AMLO vs. la Estatua de la Libertad

Millones de inmigrantes europeos llegaron a Estados Unidos cruzando el Océano Atlántico desde finales del siglo antepasado, y lo primero que veían antes de llegar al Puerto de Nueva York era la Estatua de la Libertad, que ahora es uno de los monumentos más famosos de ese país y del mundo. Fue un regalo de Francia para conmemorar el Centenario de la Independencia norteamericana, en 1886. Es un símbolo de la libertad, y el poema en la base de su pedestal es la bienvenida a los inmigrantes oprimidos del mundo hacia el refugio y a la emancipación.

Por eso resulta una aberración que el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, pida demoler la estatua buscando distraer la atención del baño de sangre en el que está sumido este país, que se encuentra oprimido en muchas regiones por el crimen organizado, mientras que en Estados Unidos viven 36 millones de habitantes de origen mexicano gozando de libertad, seguridad, trabajo y paz.

Es una grave ofensa que en el aniversario de la Independencia de los Estados Unidos el presidente López Obrador pida demoler un símbolo que patentiza la migración legal, pero también la estancia ilegal de millones de mexicanos en ese país. Una aberración, porque en esa estatua está grabado el poema de la judía Emma Lazarus, tan significativo: «Enviadme a vuestros perseguidos, a vuestros desdichados / A vuestras muchedumbres oprimidas que anhelan respirar aires de libertad / Enviadme a los pobres, a los desamparados, a los azotados por la tempestad / ¡Yo levanto mi antorcha sobre la puerta dorada para que puedan entrar!».

Y aunque el espíritu del poema no tenga vigencia por la hostilidad actual a los migrantes, para millones es una realidad, porque la mayoría llegó allá por hambre y la violencia criminal. Pero AMLO se pone a defender a Julian Assange, un australiano que es acusado de espionaje y que ahora sirve al Peje para distraernos de las masacres de este México asesino, de este México sangriento, de este paraíso de sicarios, narcos y malhechores.

Nuestra idiosincrasia abriga un resentimiento histórico contra los gringos tras perder la mitad de nuestro territorio. Pero cierto es que ahora dependemos de su economía. Es nuestro «vecino distante», como bien calificó esa relación el periodista británico Alan Riding.

Pero Riding, quien publicó «Vecinos distantes» (1984), no fue tan contundente como don Daniel Cosío Villegas, cuando sentenció eso de que «Nuestra vecindad con los Estados Unidos es uno de los dramas humanos más sombríos que puede recoger toda nuestra historia». Un drama como es la muerte de migrantes asfixiados en la caja de un tráiler.

Andrés Manuel exige a los gringos un Plan Marshall para Centroamérica, pero boicotea la Cumbre de las Américas. Como la mayoría de los mexicanos, no estudia a los norteamericanos. Cosío Villegas nos dice en su ensayo De la Necesidad de Estudiar a los Estados Unidos, que el mexicano común les achaca todos sus males, los llena de injurias y ansía su desaparición de la tierra, pero que jamás ha intentado estudiarlos y entenderlos. Como AMLO, que presume las remesas en dólares, pero sugiere tumbar la Estatua de la Libertad. Un pretexto para ocultar la sangrienta matazón que actualmente aniquila a este país. Una matazón que don Ricardo Mejía Berdeja ha pretendido maquillar en las fatídicas «mañaneras».

Deja un comentario