No desgasta el poder; lo que desgasta es no tenerlo
Giulio Andreotti
La antropofagia electoral, literalmente: «no se da entre miembros de facciones políticas diferentes, sino entre integrantes de un mismo partido o grupo político»; y como toda lucha fratricida, es muy encarnizada.
En México el primer canibalismo electoral se dio en las elecciones de 1828: dos candidatos del partido liberal se enfrentaron entre sí; Manuel Gómez Pedraza y Vicente Guerrero, ganando el primero, pero Antonio López de Santa Anna, en ese momento también liberal, se levantó en armas con el Plan de Perote y provocó la intrusión de Guerrero. Cien años más tarde, la máxima antropofagia sucedió cuando, con el Plan de Agua Prieta, el triunvirato sonorense (De la Huerta, Obregón y Calles) destituyó a Carranza, quedó Adolfo de la Huerta como presidente el resto del cuatrienio; luego vino la primera elección de Obregón (1920), pero cuando en 1923 se lanzó Plutarco Elías Calles, su gran amigo de la Huerta se levantó en armas; fue derrotado y desterrado. Para 1928, correligionarios de Obregón y Calles, miembros del mismo grupo revolucionario (Serrano y Gómez), se prepararon para buscar la presidencia creyendo que se respetaría la Constitución y no habría reelección, pero fueron asesinados por sus propios amigos a «La Sombra del Caudillo»; Obregón se reeligió y tradicional a sus falacias, como todos los conservadores, hicieron creer al pueblo que aquellos estaban sublevándose.
Históricamente una vez iniciada una contienda electoral se acaban amistades de antaño, si es que alguna vez las hubo. Se olvida cualquier favor o gratitud expresada de manera real o simulada; ahora solamente habrá adversarios a los cuales hay que acusar de crímenes, violaciones, delitos y otras «linduras» reales, exageradas o incluso, inexistentes, pero lo importante es destruir y buscar que el votante devore todas esas pamemas. Eso demuestra claramente que los políticos poseen el arte de disfrazar su interés particular haciéndolo ver como beneficio comunitario.
México se apresta a iniciar un período más para elegir presidente de la república, eso antes se resolvía con guerra civil; hoy es lucha brutal entre partidos políticos; ello resulta muy entendible y hasta lógico; lo increíble es la sangrienta pendencia interna que se da entre miembros del mismo partido y que ya vemos cada día más encarnizada. «Esquiroles, lacayos, esbirros» llamó el dirigente nacional del PRI a sus opositores dentro del mismo partido y pidió su expulsión; pero le falló el INE y lo sancionó. Similares rupturas se dan en los demás institutos políticos.
La propuesta que Felipe Calderón lanzó pidiendo a todos los partidos de oposición que prácticamente desaparezcan y formen uno solo para exterminar a Morena; no para que mejoren los mexicanos, sino para destruir enemigos políticos, no parece poder progresar tras el fallo en la corte de Nueva York. Sinceramente creo que, además, los «notables» de cada grupo opositor sienten que a ellos les corresponden las candidaturas. Dudo también porque los actuales dirigentes de esos partidos no querrán perder su absoluto poder sobre agremiados, prebendas que deja ese cargo y menos el manejo de los miles de millones que dispendían; razón esencial y fundamental por la que defienden al INE. Ese nuevo partido crearía una antropofagia encarnizada entre antiguos priistas y panistas; seguramente en algunos de sus episodios dramáticos nos harían recordar a las Grayas, tres horripilantes monstruos femeninos de la mitología griega, quienes contaban únicamente con un ojo y un diente que se compartían amablemente para vigilar y comer; hasta que Perseo se los quitó y las dejó en mísera vida; entonces se destruyeron entre sí.
Hoy Coahuila vive un despiadado canibalismo dentro de la 4T; ampliamente conocido, ni caso repetir esa indigencia electoral. La otra facción, sometida al moreirato que lleva 18 años depredando al estado; saben que van en caballo de hacienda contando con apoyo y descarado disimulo de todas las autoridades electorales.
No entiendo esa fatua defensa ultratradicionalista del concepto «democracia» como forma electoral y no como espíritu ético social aplicado a los seres humanos, el artículo tercero constitucional pregona «un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo». Dicho claramente: «La democracia es para beneficiar al pueblo no a las “doradas” castas partidistas y burocráticas».